Muchas veces al pasar entre los árboles, el frio viento entraba por mi chaqueta hasta llegar a mi espalda y recorrerla dándome un escalofrió. Muchas veces miré de reojos las baterías, pero no tuve el valor de decirle a alguien en ese momento. Creo que apagaría la fé de muchos.
-¿De dónde son?. -Preguntó Oswald-.
-Del mirador salto del agua. -Habló Valentina-.
-¿Qué es eso?. -Volvió a tomar la palabra Oswald-.
-Un lugar realmente bello.
A veces llegaba a girar mi cabeza para ver a los infectados a través del vidrio, ellos nos quedaban mirando. Solo algunos corrían, pero entre ellos también estaban las victimas tiradas en el piso. Condujo por la carretera vacía hasta llegar al bosque. Antes de seguir Wladimir indicó.
-Afírmense.
Me sujeté del asiento y el aceleró mucho para pasar entre el bosque. Las ramas sonaban contra el vidrio y tuve la sensación de agacharme. Él gritó de alegría, debía de estar acostumbrado. Que coincidencia que fuésemos al mismo lugar. Frenó de golpe al llevar a un árbol cortado. Detuvo el autobús enfrente de él. Tomé a Rocco de su correa y todos bajamos. Me quedé de pie junto a Oswald.
-Solo hay que caminar un kilómetro. -Dijo Valentina yendo al frente-.
Pisamos hojas y cruzamos árboles para llegar a su campamento. El gran campamento. Fue como el primer rayo de luz que aparece entre tanta oscuridad.
Era un lugar muy organizado lleno de carpas y en los bordes algunas casas rodantes. En medio hacían la comida en pequeñas fogatas esparcidas y mesas unas juntas a las otra en línea recta. Había una gran ganadería en una esquina y los niños jugaban arriba de un árbol junto a ella. Todos estaban tan tranquilos.
-Ya regresaron. -Dijo una mujer abrazando a Wladimir y Valentina. Le faltaban algunos premolares y tenía el cabello largo y negro-. ¿Dónde los encontraron?.
-Por ahí.
-¿En dónde estaban?. -Ella se puso seria-.
Él no respondió. Solo miró a otra parte. Ella le hizo una seña y Wladimir se alejó.
-Hola, soy Angélica, la encargada de la distribución del lugar y madre de estos dos.
Ambos sonrieron, Valentina nos volvió a saludar agitando la mano en el aire. Ugh, como dirían en mi grupo, una florerito.
-¿Algo así como “La jefa”?. -Habló Jonathan-.
-No me gusta que lo digan así, es una clase de caracterización que le hace a las personas creer que son superior a otras. -Respondió Angélica-.
-Entonces lo haces por prioridad. -Ella arrugó su frente-.
-Solo bromea. -Dijo Jonathan-.
-Claro. Vamos, debemos de buscarle una carpa.
Nos presentó a los trabajadores de cada categoría. Cazadores, vigilantes, cocineras, granjeros y niñeras. La gente era muy unida. La mitad de las personas trabajan y la otra mitad a veces los llaman para ayudar.
Caminamos por todo el campamento. Era un lugar muy grande y espacioso. Edgar no dijo ninguna palabra durante el viaje ni en la caminata que estábamos dando. Llegamos a la famosa cascada.
-¿Cómo los hacen para que la gente sepa que está segura?. -Interpelé-.
-Les tratamos de mostrar la mayor seguridad mandando a voluntarios y trabajadores a rodear el lugar para matar a los pocos infectados que aparecen.
-¿Cómo consiguen comida?. Sé que pueden viajar a la cuidad, pero aun así es un viaje de 40 minutos.
Eran como las siete de la madrugada y las personas ya salían a trabajar. Seguíamos caminando para volver al centro.
-Cultivamos y Cazamos nuestra propia comida. Hay tres cocineros especialistas incluyéndome, pero aun así hay gente que ayuda en otras partes. -Soltó una risa-.
-¿Tres para toda esta gente?. -Ella guardó silencio. Jonathan se colocó a su lado-.
Ella asintió. Nos dieron dos carpas para compartir, unas almohadas y frazadas. El lugar era plano y estábamos cerca de unos árboles.
-Pueden dirigirse conmigo a cualquier duda. Mi carpa esta en medio. Luego discutiremos quienes serán para cada cargo. Disfruten su estancia -Dijo Angelica antes de largarse-.
-Muy amable. -Dijo Jonathan-.
El borracho mofó y se alejó de nosotros.
-No la conocemos bien. -Manifesté-.
Dejamos las cosas juntas y ayudé a armar una carpa. Al estar listos nos dividimos las carpas por sexo. Luego echamos todo dentro. Comenzó a salir el sol y desabroché mi chaqueta, no debía mostrar la cicatriz. Acomodé mi hacha y mi gorro de Batman sobre mi cabeza, dejé caer el pelo sobre mis hombros. Me coloqué la sudadera que me prestó Oswald el otro día.
Era medio día cuando Angelica nos buscó en las carpas para llevarnos a una gigante que se diferenciaba como su oficina. No fue Rosa ni Edgar por tener a cargo un lactante.
Su esposo cuidaba de los medicamentos y había una paramédico, y comida enlatada y alimentos no perecibles, a un lado tenían la cocina donde secretamente preparaban todo.
-Bueno chicas quería presentarle a mi esposo, Obdulio.
«Que nombré tan raro» pensé.
-Es el cocinero aquí y quería darles la bienvenida. -Estrechamos todos las manos-. Quería que cada uno me digiera cuál sería su especialidad para algo que sirva de aquí.
-Se mucho de plantas. Podría ayudar a cultivar o lo que fuese así. -Dijo Francisca-.
-Se cocinar muchas cosas deliciosas. -Dijo Camilo-.
-Que optimista, pero lo siento, nadie más trabaja en la cocina más que nosotros dos y una colega, es algo por higiene. La gente confía en que no les demos una clase de veneno ¿entiendes? Pero si se necesitan personas como para pelar papas y cosas así te llamaré. -Dijo Angélica. Camilo asintió-. ¿Y los demás?.
-Vigías. -Dije-.
-Son muy jóvenes, puede ser peligroso, niñas.
«Otra vez...».
-No la subestimes. Pueden hacer muchas cosas. -Dijo Jonathan-.
-No lo haré. -Angélica nos sonrió-. Los hombres cazadores y las mujeres vigías. Armaran grupos de cuatro. Por si acaso. Pero, quiero que entreguen sus medicamentos, tanto como ustedes como los demás los necesitan.
-¿Cómo...?
-¿...Lo sé?. -Terminó la frase de Angélica-. No lo sabía hasta que preguntaste que como lo sabía. Te engañe. Mentira por verdad.
Miré a Ingrid de reojos.
-¿Solo eso? -Pregunté cruzándome de brazos-.
-Se pueden quedar sus armas si traen. Es seguridad propia.
Valentina entró apurada para sacar algo del botiquín.
-Un niño se cayó del árbol. -Dijo-. Hola chicas y chicos. -Volvió a mirar a Oswald. Él se ruborizó.
-¿Quería preguntarles si sabrían donde hay más gente en la cuidad? Al menos dos personas de improviso o más.
Todos nos miramos. «Los que están en Viña». Nadie contestó nada. Solo nos miramos entre nosotros. Teníamos que decir la verdad, pero, ellos nos hicieron tanto daño que podre perdonarlo, pero nunca olvidarlo.
-No, nadie ha visto a ninguno de los nuestros. -Dije-.
Sigrid le dio un pequeño golpe en el pie a Camilo para que no soltara ni una palabra, y lo logró.
-Bueno. -Sonrió desilusionada Angelica-.
Sentí la pesada mirada de Obdulio sobre mí, pero fingí que no mentía. Que no era falso.
Fui la última en salir y me encontré a Oswald hablando con Valentina. Pasé junto a él dándole con él hombro, una señal. Oswald se despidió de ella y me siguió.
-Valentina me dijo que me enseñaría a ponerles trampa a los conejos. -Dijo siguiéndome el paso-.
-Que dulce. -Dije sardónica-.
-¿Qué sucede?. -Habló tomándome del hombro para girarme-.
《No confíes tanto en las personas. No las conoces》Pensé en decirle.
-Nada, solo...yo también quiero aprender a cazar conejos. -Mentí. El soltó una risa y se lo creyó-.
-Yo te enseñare.
«Hombres, ingenuos». Creo que esa era mi habilidad. Mentir. E iba de la mano de otra cosa, la ingenuidad de las otras personas.
Volví a la carpa y me encontré a Ingrid y Francisca recostadas.
-Tengo tanto sueño. -Dije-.
-Todas lo tenemos. -Aseveró Francisca y reímos-.
Solo me faltó acomodar mi cabeza en la almohada para caer en un sueño profundo. Me quedé dormida un buen rato mientras ella jugaba con mi pelo.
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Abrí los ojos, miré a mi alrededor y no había nadie. Salí de la carpa y busqué a las chicas por todo el campamento. Las encontré sentadas en una pequeña plaza en donde jugaban unos niños. Me quedé de pie junto a ellas mientras miraba lo que comían. Sobé mi ojo y volví a despertar.
- Al fin despertaste. -Dijo Francisca-. Dormiste como 6 horas -al mirarme su cara cambió por completo.
-¿Qué ocurre? -Pregunté-.
-tu…tu ojo. Se salió el parche. -me apuntó. Tapé rápidamente el ojo-. No lo había visto.
Gabriela se levantó y me llevó a la carpa. Se fue a enfermería y de lo que necesitaba. Se hincó a mi altura y comenzó a pasar suavemente una toalla húmeda sobre él. Ya no dolía tanto como antes.
-Debes tener cuidado. Ya se está sanando, no queremos que vuelva a como antes.
Asentí lentamente con la cabeza. Colocó el parche sobre el ojo y lo averió.
-Estas listas.
Rodeé la mirada antes de volver con las chicas.
-¿Sabías que para la ansiedad hay que comer uvas?. -Habló Ingrid cuando me senté junto a ella.
Negué con la cabeza.
Las ramas que estaban sobre nosotras comenzaron a sonar, fui la única qué miró hacia arriba. Algo salto de ahí dándome un susto de muerte.
-Boo...-Dijo Oswald al aterrizar entre risas-.
Aun traía su sudadera desabrochada cubriendo mis brazos. Ya no traía esa venda, me apretujaba mucho el brazo y tampoco era necesaria. O eso suponía.
-Maldita sea. -Balbucee le día un golpe en el brazo-.
-Ven, sube conmigo. -Dijo tirándome de la mano-. Hay una vista increíble de ahí arriba.
-Tendrás que tenerme paciencia ya que solo veo por un solo ojo.
Me ayudó a subir y a seguir subiendo. Era bastante alto. Trataba de sujetarme bien y evitar que mis pies tiritaran.
-¿Le temes a las alturas?. -Dijo un poco más abajo de mí-.
-Sí. -Repliqué nerviosa-.
-Entonces no mires abajo. -Y no lo hice-. No subiremos más. Las ramas de más arriba se ven inestables, se podrían romper y caer.
-...y eso no lo queremos. -Manifesté-.
Espero que él subiera junto a mí. Apartamos unas hojas para ver la vista. Era espectacular.
-Wow. -Dije sonriendo de oreja a oreja-. ¿Has estado todo este rato aquí?.
Él asintió.
El cielo era bello, se estaba oscureciendo, aun podía ver la mitad del sol entre las colinas. Hace mucho que no me quedaba viendo los pequeños detalles del día a día. Mucho menos después de esto.
-¿Porque le temes a las alturas? ¿Algún...trauma?. -Preguntó Os-.
-No, en realidad, no me da miedo las alturas sí sé que tengo protección, solo le temó a la sensación de caer.
Se produjo un silencio entre ambos.
-A mí me da miedo un poco la oscuridad. -Habló-.
-¿La oscuridad o lo que hay en ella?. -Él me miró y sonrió falsamente-.
-Mi madre me dejaba en su armario todas las noches que no le obedecía. Trauma. -Susurró-.
-Madres. -Susurré-. Ella estaría desilusionada de ti si te viera ahora. ¿No?. -Él asintió lentamente-.
-¿Y la tuya?.
Su rostro desfigurado en el super mercado se vino a mi cabeza. Levanté los hombros y los dejé caer.
-¿Cómo eran tus padre?. -Pregunto Os y rodee los ojos soltando un suspiro-.
-Yo tenía los mejores padres del mundo. No puedo decir que me entendían, nos decían la generación perdida. -Ambos soltamos una risa-. Pero no tenían limites, siempre resolvían los problemas juntos, aunque hubiese alguna clase de reña. Nos amaban a ambas. Solo…eran los mejores padres del mundo. No puedo explicarte el por qué, solo eran así. -Mordí mi labio antes reaccionar a otro sentimiento. Él me miró para sonreír-.
Guarde silencio. Apoyé mi cabeza sobre su hombro durante que mirábamos el cielo. Solo observábamos el frente. De lejos pude ver humo, no creía que fuese una llamada india. Atrajo mi atención y arrugué mis ojos, no podía ver bien de donde venia.
-¿Qué es eso?. -No lograba ver mucho. Los árboles tapaban todo-.
-No lo sé. -Dijo Oswald mientras me levantaba-.
-Quiero saber que es. -Dije subiendo más ramas-.
-¡Hannah, no!. -Os habló muy tarde pero aun así, no lo escuché a tiempo-.
La rama sonó y se rompió, caí, pero Os alcanzo a firmar el gorro de la sudadera, pero se me salió. Él siguió afirmando la prenda y me sujeté de una de las mangas. No podía colocar mis pies en otra rama o afirmarme de alguna. Estaba colgando a unos ocho metros. Cerré mis ojos y me sujeté a la ropa fuertemente. Os trataba de subirme, pero no lo lograba, veía como se estaba balanceando hacia abajo. Sentí el sonido de la sudadera rasgarse.
-¡Mierda!. -Lo escuché decir junto con los gritos de las personas de abajo-.
Abrí mis ojos cuando caí. Todo fue tan rápido. De un segundo a otro estaba Os al frente de mí y al otro solo había ramas.
-¡Ah...! -grité de desesperación.
Lo primero que sentí fue cuando mi pie chocó con algo duro. Rebotaba entre las ramas y crujían todas mis extremidades, ardían los rasguños en mis brazos desnudos.
Caí, pero no sentí la misma sensación que siempre. Lo último que sentí fue un golpe en mi costilla que detuvo in poco la velocidad a la cual iba y un cuerpo abajo de mí. Solo fueron unos segundos en donde se convirtió una pesadilla. No podía respirar bien. Todo me dolía y solo miraba un punto en específico. Antonio corrió a mí y trató de moverme pero solo grité para que me dejara quieta.
Wladimir pudo “atajarme”. Sentía las cortadas en mi cuerpo.
-¿Estas bie...?. -Se detuvo justo cuando todo el mundo vino a mí-. ¡Atrás! ¡Está infectada!.
Todos formaron un círculo. Ingrid se interpuso al frente de mí, no podía levantarme. Me dolía mucho mi pie. Oswald se lanzó y se colocó a mi altura.
Trató de sentarme y sentí como Wladimir cargo arma y me apuntó. Hacia un extraño ruido al respirar. Antonio me sujetaba. Ingrid se quedó inmóvil frente al arma, y como siempre, nadie reaccionada, ni por el abusivo, ni por la víctima. Solo miraron.
-¡Hey!. -Dijo Antonio colocándose junto a Ingrid-.
-¿Qué?. Está infectada. No la protejas.
Antonio se subió su manga y mostró su mordida. La gente se alejó y comenzaron a susurrar cosas.
-¡Llevo mucho tiempo con la mordida, ya se cicatrizo porque somos inmunes! ...-Dijo Antonio-. El virus de la mordida no nos hizo efecto gracias a nuestras defensas. ¡Quizás algunos de ustedes también lo sean! Es algo raro, pero vivimos una nueva era en donde le tenemos miedo a unos muertos viviente. Lo raro ya es normal.
Todos guardaron silencio. Wladimir bajó su arma y apareció Angelica. Ella hizo que todos fueran a sus pequeñas carpas. Antonio me tomó en sus brazos y me llevó a enfermería. Echó a todos los hombres y se quedó Angelica y una chica más. Francisca apareció rápidamente y se quedó a un lado. La chica presiono partes de mi cuerpo y con las costillas y mi pie.
-Tendré que fajarte.
Tomó unas dos vendas. Me quitaron la polera y sostén. Francisca ayudó en todo momento. Sentía el frio viento chocar con mi piel. Ella comenzó a estirar la venda y apretar mi pecho. Enterraba mis dedos en el brazo de Francisca mientras ella me calmara.
-Es increíble. -habló Angélica-. Ser inmune, esa debe ser la mejor noticia de todas.
《No lo creas》 Las palabras no salieron de mi boca.
-...ósea, es una esperanza para el resto del mundo. De que podría ser una de ellas, o alguien querido. Es un aliento a seguir viviendo.
-Deberías descansar en tu cama por estos días hasta que te sientas capaz de levantarte de tu cama. No tienes quebraduras, pero por tu pie deberías de ir cambiando siempre con alguien. No tenemos bastones ni nada.
Francisca sonrió y me ayudó a vestirme. Noté como Angelica no para de mirar mi cicatriz.
-Supongo que todo lo que ha visto aquí se quedara entre las cuatro. -Angelica asintió con la cabeza.
Nos fuimos de ahí. Tenía mi brazo rodeado en su hombro y cojeaba al caminar. Ella me sentó en una de la mesa de camping. Los demás vinieron a mí.
-¿Qué te hicieron?. -Levanté mi polera-.
-¿Te duele mucho?. -Asentí con la cabeza-.
-Nunca lo había notado. -Dijo Oswald.
-¿Qué?. -Pregunté.
-Tu perforación en el ombligo. ¿Te ha dolido mucho?
-comparando ese dolor con otros...no. -Aseveré-.
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-Ya hicimos la comida, por si quieren venir. -Dijo Angélica cuando todas estábamos en la carpa. Él lugar estaba completamente oscuro bajo un cielo estrellado-.
Traté de levantarme y admito que me costó. Pero con la ayuda de los demás lo logré.
Me senté de las primeras en una gran mesa en donde muchos notaron mi presencia y yo noté como las madres de esos niños que me observaron, y cualquiera niño al saludarme se corrieron a otro lugar. Nuevamente no comenzamos con una buena reputación. Me dolía todo mi cuerpo así que cada movimiento lo hacía con lentitud.
-Auch. -Dijo Francisca al verme-. Como tienes la cara.
-¿Qué? ¿Qué tengo?.
-Te saldrá un feo moretón en el pómulo. Es como un golpe directo.
Me miré por la cuchara y luego la lancé a un lado. "Incompetente", una de las palabras que rodeaban mi cabeza.
Comimos puré de papa completamente naturales con carne. Un delicioso, jugoso y riquísimo pedazo de carne.
-¿De qué animal es?. –Le pregunte a la cocinera al dejar mi plato-.
-Caballo. –Replicó-.
Comería esto todo el día, todo el maldito día.
-¿Como estas?. -Estaba a solas con Antonio sentados en la mesa. Veía como todos se iban a dormir-.
-Mal, no te voy a mentir. Me duele todo.
-Obviamente, fue un gran golpe.
Me giré para irme, pero volví a dirigirle la palabra.
-¿Tu...? ¿Podrías contarme algo sobre tu familia?
-¿Porque quiere...?
-Porque así no...no se olvidará ningún detalle de lo que es tener una familia. -Tragué saliva y miré a otro lugar. Sentí su mirada posada en mí-.
-Tenía un hermano menor, su nombre era Alan. Es...todo lo contrario a mí, me refiero a físico. Era más bajito, mucho más delgado que yo. Su cuerpo era como un brazo mío. -Reímos-. Él, se fue de casa hace un par de meses y probablemente nunca lo encontraré.
-A mi hermana tampoco.
Con esa sonrisa no engañaba a nadie.
-Mis padres murieron hace mucho, mi familia era mi esposa y mi hija, ella tenía 17. El tercer día, recuerdo haberme escapado del lugar en donde estábamos refugiados, fui a casa y...solo quería volver al pasado y hacerme cambiar de opción, de no haber ido. Aquella escena, toda la casa cubierta de sangre. Ambas...muertas. todo ser vivo, no estaban los peces, ni siquiera el perro. Solo...sangre.
-Yo vi a mi madre. -Hablé, tensó su mandíbula-. Muerta, y ese día murió mi pareja. Sentí algo en el pecho cuando los vi así, ambos el mismo día. -Rocé sobre mi sudadera- Él me salvo, y si no lo hubiese hecho él estaría vivo y yo también. Siento que fue mi culpa.
-Yo igual. Todo.
Guardamos silencio por un minuto.
-¿Qué es la cosa más horrible que has hecho durante todo esto?. -Pregunté-.
-Aun matar a los niños infectados son mi debilidad. Me inmovilizo cada vez que veo uno.
-yo dejé a uno de los que suponía que era de los míos. Él mato a una de mis mejores amigas.
-¿Estaba infectada?. -Negué con la cabeza-.
-Lo siento.
-No lo sientas. No fue por tu culpa.
Comencé a levantarme de la mesa y mantenerme solo en un pie. Antonio movió sus manos por si me caía a un lado. Me dolía mucho pero no podía mantenerme dependiente. Solo me imaginaba lo peor. Comencé a arrastrar mi pie mientras saltaba con el otro para avanzar. La carpa no estaba tan lejos así que llegué rápido. Abrir la carpa y me tiré dentro de ella.
-Te dije que me llamarías cuando vinieras. -Dijo Francisca-.
-No te preocupes. Antonio me ayudó a llegar. -Mentí. Cerré la carpa y me preparé para dormir-.
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Dia 75.
Desperté cuando Angélica apareció afuera de nuestra carpa. Salí tratando de no despertar a nadie. La gente al rededor ya se estaba levantando. Me crucé de brazos al frente de ella. Traté de no mostrar dolor en mi cara. Ella se quedó viendo lo que aún no se me quitaba del moretón.
-Hola. -Dijo-. Mm...quería que en media hora ya comenzaran vigilando el sector. Vuelven al medio día para almorzar y los del otro turno salen.
Quité la mugre de mis ojos y sobé mi cara con mis manos para despertar.
-Ah...claro, iremos ahora. -Dije-.
Ella sonrió. Se alejó entre la multitud y volví a entrar a la carpa.
-¿Qué sucede?. -Dijo Oswald recostado de pecho-.
Él ya ha dormido dos noches con nosotras ya que los ronquidos de los demás no lo dejaban dormir tranquilo. Enterré mi cabeza en la almohada.
-Tenemos que ir a trabajar. -Balbucee-.
-no lo tienes puesto. Tu parche no está.
-Gabriela me lo quitó ayer después del almuerzo.
-Te dejó una gran cicatriz.
-Al menos no me llevó a pasar el ojo completo.
Él se quejó. Me costó unos quince minutos para recuperar mi energía y al fin levantarme junto con las demás. Fuimos con nuestras armas, pero Angélica nos dio más. Mandó a Valentina con nosotros para decirnos hasta donde debíamos de llegar. En estos días Os me encontró una rama firme con forma de “Y” para ocuparla como bastón.
En los árboles, unas latas de comida en colgadas grababan unos números junto a unas flechas, eran en que parte estaban. Era una forma ingeniosa para no perderse. Valentina me explicó que el humo que vi antes de caer era toda la basura que se juntaba en el campamento que quemaban para deshacerse de ella.
Ella iba al frente con Oswald y Ed. Los demás estábamos atrás.
-¿Y qué opinas?. –Me preguntó Jonathan-.
-Se ve bastante cool. –repliqué-. Aunque...no lo sé. -Hice un movimiento bruto para girarme y me quejé- Han pasado unos dos meses y no nos ha aparecido nada bueno. Ahora que se ve un lugar tranquilo es algo...raro.
-Lo sé.
Desconfianza, la palabra que definía mi sentimiento. Valentina soltó una risa tonta y le dio un ligero golpe al brazo de Os, bajó su mano lentamente hasta sujetar la mano de Os pero el hizo un movimiento para evadirla.
-¿Porque tenían que hacernos levantar tan temprano?. -Dijo Ingrid haciendo pucheros-.
-No lo sé. Solo quiero volver a dormir.
De lejos noté como un hombre iba junto a Wladimir con unas gigantescas bolsas pasando por afuera ser camino en donde debían.
-¿Que llevan?. -Le pregunte a Valentina-.
-Solo la basura. -Replicó-.
¿Tanta basura?.
-¿Cuánto tiempo llevan aquí?. -Pregunté-.
-Desde el primer día. Poco a poco hemos encontrado a gente y desarrollando el lugar. No somos mucho de cuidad. Por eso cultivamos y prepararon nuestras cosas. Es seguro, muy seguro.
Suspiré mientras todos seguían caminando y yo me quedaba viendo a los de la basura. Rocé el moretón en mi malar y me quejé antes de seguir junto a ellos, y hacer mi trabajo.