Viviendo entre muertos

Capítulo XXIII: Un milagro. Día 101.

Hoy es navidad, y no espero un regalo, no quiero nada. Pensándolo bien, si, pero siempre he dudado de los milagros ¿Crees en ellos?. Odiaba decorar el árbol de navidad, cada maldita pelota se llevaba mi paciencia. Pero, extraño tanto sentir el brillo quedándose entre mis dedos, a mis perros pasear entre mis piernas y revisar las luces de colores. Al igual que, estar en la mesa de navidad junto con más de 15 o 20 personas preguntando en donde estaban las papas. Todas hablando sobre lo bueno que fue su año. Maldita sea, no aproveché el momento con esas personas especiales, y no poder hacer nada para enmendarlo.
Desperté de las primeras. No se escuchaban los pájaros cantar, ni el brillo del sol estaba pegando en mi cara. Era un día gris, sin color y triste. 
Me levanté y recorrí la casa, Rocco iba de lado a lado olorosando todas las horillas. Era pequeña, tenía una biblioteca en donde me senté en ella para oler el aroma a libro viejo que recorría el aire. Miré por la ventana en donde no pude visualizar nada de afuera. Salí al patio trasero en donde no había nada más que flores muertas. Era un completo desastre.
-A mi esposa le encantaban todas las flores. -Me giré para ver a Enrique atrás-. Tenía todo el patio delantero y trasero lleno de flores diferentes. Las peores noches eran las de Halloween donde vándalos iban al patio y las rompían y orinaban en ella. Eran las únicas noches que no paraba de llorar. Pero luego se recomponía y volvía a plantarlas.
Suspiró lamentado.
-¿Son las únicas personas con las que se encontraron?. 
Me quedé pensativa. ¿Ya era hora de decir la verdad? Pero, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mi lengua se trabo al decir cada palabra.
-No...no lo somos. Nos echaron de nuestro primer refugio y del siguiente fue...algo...aterrador -sonreí falsamente-. Unos están a 7 kilómetros y los otros están más al sur, entre los árboles.
-Wow, nunca se me hubiese ocurrido ir entre los árboles. -Dijo-.
Caminé hasta una gran roca que arrastré hasta una pared de cemento, me subí sobre ella para mirar del otro lado. Había unos pocos infectados llegando. Pero, mucho más atrás, vi a una cantidad mayor que unos venían más rápidos que otros. 
-Será mejor que nos vayamos. -Susurré entrando a la casa-.
Me encontré con Antonio colocándose su chaqueta. 
-Algunos ya vienen. Tenemos que seguir caminando hasta encontrar algo. -Dije-. Debemos de irnos ahora.
Fue la peor parte del día. Despertar a todos y fue muy lamentable de hacerlo. Estos últimos días no he dormido bien así que nada más me gané las ojeras del año, pero los otros no se escapaban del todo. Todos estaban muy cansados y no quería hacerlos, pero no se me ocurrió otra idea. Francisca fue la más difícil, digamos que no tiene un buen humor si la despiertan temprano.
Tenía hambre, muchísima y en la nevera no había nada más que alimentos podridos. 
Tomamos nuestras cosas y nos largamos de ahí. Eduardo se sentó apara conducir mientras Antonio mataba algunos de ellos alrededor, Enrique se subió lentamente al autobús y quedó en la misma posición el resto del viaje, decidimos ir por la carretera. Al menos no teníamos que caminar, ya estaba cansada de lo mismo, siempre tendremos que escapar. Camilo iba tomado de la mano de Sigrid mientras ella luchaba en no cerrar sus ojos como todos. Carlos venia al lado de Enrique y Antonio se adelantó de su asiento para acercarse a la puerta delantera. Una pequeña tienda estaba a lo lejos. No podíamos ver nada al alrededor aparte de unos autos, no veíamos vida humana.
Me bajé del autobús y corrí como pude junto a Antonio. Al llegar más cerca de él puso la mano ante mí para parar. Miramos a todos lados y no vimos a nadie al rededor. Antonio golpeó el piso y nadie apareció, ninguna de esas cosas. Tomé mi hacha con mi mano izquierda. Nos acercamos a la entrada, la puerta estaba cerrada y él trató de abrirla, pero no lo logró. Los demás se quedan un poco más lejos mientras miraban a todas partes. Oswald se bajó y comenzó a buscar una piedra, había una grande junto a un florero. Oswald lo llevó a la puerta y la lanzó, quite los pedazos de los bordes con cuidado.
-Ayúdame a pasar. -Le indiqué-.
Antonio me sujetó de la cintura y me ayudó a atravesar la puerta. Al pisar tierra firme algo sujeto mi pie y grité. Un infectado se arrastraba a mi sujetado de mi pie. Tomé el hacha que tenía en una mano y se lo enterré en su cabeza. 
-¿Estás bien?. -Dijo Antonio-. 
-Algo así. -Contesté menos alborotada.
Oswald pasó detrás de mí.
-Dame tu bolso. -Me dirigí a Antonio-.
Él lo hizo y guardamos todo dentro del, de lejos pude ver una silla de rueda, debió de ser del infectado que me tomó del pie. Antonio pasó a Ingrid y ella se encargó de matar uno, dos o tres infectados. Le di la mitad de una barra de cereal luego. 
Fui a la puerta y se lo entregué a Antonio. Él me volvió a pasar otra mochila. La llevé y me la acomodé en mi espalda. Fui la última en salir. 
Repartimos la poca comida buena que quedaba entre nosotros. Le entregué un paquete de pañales a Edgar y algunas más cosas para Damian.
-Gracias. -Podías seguir viendo los tristes a través de sus ojos-. 
-Feliz navidad. -Dijo el borracho abriendo una lata de cerveza-. 
Aquella explotó derramándose un poco sobre él y colocó su boca en el agujero rápidamente. 
Me quedé sentada en el piso mientras comía en un tarro de atún. 
-¿Cómo es el lugar?. -Dijo Sigrid dirigiéndose a Enrique-. 
-Espacioso. Ahí unas murallas gigantes que rodean todo el lugar. Cada día se sale a buscar comida y hay luz corriente, y agua. 
-Suena como era la humanidad. -Susurré-.
Sentí como comenzaron a moverse unas ramas de lejos. Tomé el hacha y caminé lentamente a ahí. Os se levantó para seguirme. 
-¿Qué viste?. -Susurró Oswald-.
-Algo se movió. -Balbucee-. 
Aceleré un poco mi paso. Me asomé y vi como un montón de cuervos salieron de los arbustos causándome un susto de muerte. Caí de espalda y seguí con mi mirada a aquellos pájaros al cruzar el cielo.
-Qué asco. -Dijo Os mirando hacia adelante-. 
Él me ayudó a levantarme y dirigí la mirada al frente. Un hombre de mediana edad estaba con sus sesos afuera por los picotazos de esos pájaros y tenía una mancha de sangre en su pecho, los pájaros rodeaban sobre nosotros. Él abrió los ojos y soltó un gemido de respiración fuertemente. Grité y Oswald le disparó del susto. 
-Has mejorado tu puntería. -Hablé-.
-¿¡Están bien!?. -Escuchamos de lejos-. 
-¡Sí!. -Grité-. 
Volvimos con los otros. Nos arreglamos para hacer lo mejor que hacíamos, caminar. Eduardo comenzó a echar a andar el autobús, pero no andaba. 
-¿Que sucede?. -Habló Antonio colocándose en la puerta-. 
-Esto no arranca. 
Le cedió el lado a Jonathan, pero ninguno pudo encenderlo. 
-¡Mierda!. -Dijo Antonio golpeando un lado del autobús-.
-Veré si puedo hacer algo con algún auto del alrededor. -Carlos se alejó de nosotros-. 
Me crucé de brazos mientras esperaba la respuesta de ellos. Las chicas estaban tiradas en el piso mirando el cielo, pero yo solo iba de lado a lado. 
-Quédate quieta, tus pies se van a desgastar. -Habló el borracho-. 
Le eché una ojeada para luego ver a Enrique que al sentir mi mirada posada en él. 
-No, señores. La batería está muerta. -Dijo Carlos-. 
Suspiré y apreté mi puño. 
-No tenemos de otra que ir caminado por el bosque. -Dijo Antonio-.
-Será mejor encontrar un auto. -Habló Ed-.
Me quedé mirando a ambos. 
-Si vamos por el bosque será menos peligroso, por si "Las tinieblas" siguen aquí. -Afirmó Antonio haciendo un gesto raro al nombrar su grupo.
Él tenía razón.
-Pero debemos de llegar a donde Enrique dice. Son muchos kilómetros para ir caminando. -Aseveró Ed-.
Él también tenía razón. 
-Vayamos por entremedio de los árboles, pero aun así que visualicemos la carretera en caso de encontrar un auto. 
Problema resuelto.
Se estaba oscureciendo y encontrar un auto o camión, o lo que fuses con ruedas se volvió algo casi imposible. Nos sentamos en el piso y tiré mi mochila a un lado. Al momento de llegar a un colapso total de desastre metal.
-¿Queda agua?. -Preguntó Jonathan y le mostré el pequeño concho de líquido dentro de la botella plástica.
Se lo entregué y la absorbió. 
-Hace frio. -Dijo Ingrid-.
Antonio trajo unos cuantos trozos de madera. Gracias a Dios, Antonio tenía un encendedor que aun funcionaba, fue mucho más fácil hacer el fuego aparecer. Decidimos quedarnos quieto al momento de que él sol se escondiera. Las horas pasaban y cada vez me debilitaba más. Estaba exhausta. Todos los estábamos.
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Paso una hora para que la mayoría de nosotros estuvieran dormidos, el fuego seguía encendido. Oswald estaba durmiendo sobre mis piernas mientras yo trataba de dormir. 
-Hannah, ¿Estas despierta?. -Susurró Francisca-.
Asentí con la cabeza y los ojos cerrados. 
-Yo también. -Dijo Ingrid. Abrí mis ojos-. 
-Yo igual. -Habló Gabriela.
-Feliz navidad, chicas. -Susurró Francisca-. Este iba a ser el año que pediría un IPhone 7.
Reí. Traté de no moverme para no despertar a Oswald. 
-Extraño la deliciosa cena que hacia mi madre. -Dije-.
-No hables de comida por favor. -Se manifestó Ingrid-. Que me va a dar un maldito gran apetito. 
Soltamos una risa.
-¿Cómo creen que sea?. -Habló Francisca-. 
-Un nuevo inicio. Empezaremos de nuevo, adiós mala reputación. 
Guardamos silencio. Acaricie la cabeza de Rocco.
-So if by the time, the bar closes and you feel like falling down, I'll carry you home...-Balbucee-.
-¡Tonight...we are young...! So let's set the world on fire, we can burn brighter, ¡than the sun...! -Susurramos como si gritáramos a coro-. 
-Cállense. -Dijo Sigrid-. Cantan horrible. 
Reímos nuevamente. Fui la última en dormir y con el peso del sueño en mi cabeza sentí una leve voz. 
-Norman. -Susurraba Oswald. Se quejaba de algo y se movía-. Norman.
Él paró luego de esas palabras. Acaricié su cabeza y me quedé quieta para acomodarme en este incomodo árbol.
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La luz golpeo mi cara y el canto de los pájaros eran muy irritante, del fuego solo salía un humo negro. Los demás comenzaron a despertar. Miré a todos lados con los ojos aun pegados y me di cuenta de algo, que Enrique no estaba.
Abrí mis ojos para ver claramente. Me levanté para sacudirme y quitarme todas esas hojas pegajosas de encima. 
-¿Dónde está? -Dije indicando donde pasó la noche-. 
Antonio levantó sus hombros y los bajo rápidamente.
-Quizás sea un traidor. -Manifesté-.
Fui con Oswald por el bosque gritando su nombre, sin él no llegaríamos al lugar "seguro". Escuchamos un disparo más a la izquierda. Me quedé de pie mirando, pero no lograba ver nada ni a nadie entre los árboles.
-Será mejor que volvamos. -Dijo Oswald y me giré para verle-.
Detallé mi mirada detrás de él y vi como Enrique caminaba muy a lo lejos. 
-¡Enrique!. -Corrí hacia él-. ¡Enrique!
-Baja la voz. -Escuché a Os al correr detrás de mí-.
Al llegar junto a él, toqué su hombro e hizo un gento de desagrado. 
-¿A dónde vas?. -Dije-.
-Al norte. A casa.
-El norte esta hacia el otro lado. -Susurró Oswald y él se detuvo-.
Formó una línea en sus labios y giró a vernos. 
-Soñé con mi hijo, él lloraba. Tengo que ir a verlo. -Dijo-.
-Estas herido. -Hablé-. También queremos ir ahí. 
-No despertaban y queda muy lejos. -Manifestó-. Y ni siquiera hemos encontrado un auto.
-No es mi culpa, no es tu culpa, no es nuestra culpa. Encontraremos un auto y veras a tu hijo, lo prometo. Si ese lugar es tan seguro como dices está bien. 
Suspiró y quitó la mirada de nosotros. Oswald lo ayudo a sostenerse mejor. 
Lo regresamos al grupo.
-¿Vamos?. -Dijo Antonio-.
Todos estábamos listos y no tan cansados como ayer caminábamos. Compartimos algo de comida antes de partir.
-Cuéntanos algo de ese lugar. -Dijo el borracho-.
-Es...acogedor. Se acostumbrarán. Todos pueden ayudar voluntariamente en cualquier cosa. Hay mucha gente de aquí, podrían reencontrarse con familiares, quizás. 
《Lo dudo.》Pensé.
Volvimos a escuchar otro disparo.
-Menos mal que no pasamos por la carretera. 
Asentí. Seguimos caminando al mismo paso. Había algo tan raro y consecuente. Cruzando la carretera había una caravana estacionada. Fue como si se iluminara de un rayo a su alrededor.
-¡Esperen!. -Gritó Enrique, pero nadie le obedeció-. 
Corrimos a ella y estaba abierta, fui la segunda en subir y me encontré con las llaves puestas. Estaba vacío.
-¿Cuánta será nuestra suerte?. -Dijo Enrique al estar con nosotros-.
Estaba completamente vacía. Miré al alrededor.
-No mucha. -Respondí.
Afuera comenzaron a disparar y las ventanas comenzaron a estallar. Me agaché y sentí como Jonathan cubrió mi cabeza con su chaqueta.
-¡Vamos! ¡Salgan!. -Dijo alguien desde afuera al acabar los bruscos sonidos-.
Salimos lentamente con las manos en alto. Un escalofrió recorrió mi cuerpo. Iba a ser muy bueno para ser verdad. Comenzaron a salir de los árboles y cada uno de ellos armado. Sentí miedo, del que juré que no me sometería más.
-Tírense en el piso y coloquen las manos en la cabeza. -Dijo un hombre alto con una espalda muy ancha-. 
Le obedecimos. El comenzó a caminar hacia nosotros. Vi como un hombre tiraba de Rocco.
-Mi nombre es Pablo. -Dijo aquel hombre escupiendo a un lado. Movía su mano como si fuese un papel que moviera el viento-. Levántenlo.
Levantaron a Enrique mientras él se quejaba. Fueron tan brutos.
-A ti te conozco. -Dijo Pablo sonriendo a su lado derecho-. Con ese traje sería raro que no. ¡Revisen todo y tráiganlo!. 
Pablo le dio una patada haciendo que cayera de espalda. Él se subió sobre Enrique y lo comenzó a golpear una y otra vez en la cara, y algunas pocas veces en su herida. Su cara ya se estaba desfigurando un poco cubierta de sangre. 
-¿Por qué no se rindieron a mis pies?. -Susurró como si todo fuese fácil tomándolo del cuello de su traje y lo dejó caer golpeándose en la cabeza para volver a golpearlo otra vez-. 
Sus acciones alimentaban mi odio. Habíamos tomado un boleto en donde estaban todos los demonios. Traían a gente que vimos en Santiago, había mujeres que se reían al vernos. Nadie agachó la cabeza.
-Ya basta. -Dijo el borracho-. Tenle piedad.
Nos tiraron las manos hacia atrás y las amarraron. Apretaron fuertemente las cuerdas. 
-¿Quién dijo eso?. 
-Yo. -Habló el borracho tan serio-. 
Pablo soltó una risa. 
-Me gustan las personas con valentía. Pero no cuando se interponen a mí. 
Todos los que estaban atrás de nosotros se colocaron en frente mientras que Pablo registraba nuestros bolsos. Teníamos las espaldas descubiertas. 
-Van al norte. ¿No?. -Preguntó él-. No te hagas el tonto, uno de tus compañeros ya me lo dijo.
De mi zapato quité mi cuchillo y trataba de desatar mis manos. Él comenzó a comerse nuestra comida. 
-Hey, niña. -Dijo Pablo acercándose a mí-. ¿Qué tratas de...?. -Me quitó el cuchillo de la mano y lo lanzo lejos-. Una vez un hombre me dijo: "No maltrates a una mujer", si no, mátala al principio. -Sonrió al frente de mí y me miró de pies a cabeza. Su sonrisa comenzó a desfigurarse. Su tono se volvió serio. Odia esos chistes sin gracia-. ¿Son ellos?. 
Nadie respondió. 
-Traigan al muchacho. -Chasqueó los dedos-.
Una de sus camionetas se abrió y nos dio el paso para verlo de pie frente nosotros. Benjamin se cruzó de brazos, pero luego los dejó caer. Mi paciencia se estaba limitando. 
-¿Son ellos?. -Le preguntó Pablo-.
Benjamin miró a otro lado. Más le vale que tuviera vergüenza. 
-Te hice una pregunta. -Benjamin asintió-. ¿Cómo es que siguen vivos?. 
Se alejó de mí. No podía creer que este bastardo estaba con vida. 
-Bueno. El caudillo nos pidió que nos divirtiéramos. 
Camilo se lanzó a él, pero ni siquiera logro rozarlo. Lo tiraron al piso y chocaron su cara contra el piso. Lo retuvieron hay hasta que Pablo lo llamó. Lo dejaron en frente. 
-no saben en los problemas que se metieron. 
Él le apunto a Camilo en la cabeza. 
-¡No!. Por favor no lo hagas. -Susurró Sigrid-. 
Pablo soltó una risa. 
-¿Es tu novio?. -Dijo él y Sigrid comenzó a llorar-. Él no es el elegido. No es al que me pidieron. 
Devolvió a Camilo a la fila con la cara rasmillada. Se acercó a Os pero solo lo miró de pies a cabeza para alejarse. 
-Háganlo. -Habló Pabló-. 
Tomaron a Eduardo por la espalda y lo tiraron al piso desarmado. Lo dejaron al medio mientras preguntaban que le harían. Benjamin me miraba de lejos y mi respiración comenzaba a acelerarse. Quería que los detuviera, pero él no se preocuparía por ninguno de nosotros.
Deje de escuchar al resto para idear un plan, teníamos que hacer algo, teníamos que salir de aquí. solo lo miraba. De un segundo a otro, vi el dedo de Pablo apuntado hacia mí.
-¿Qué?. -Pregunté distraída-.
Él sonrió. Desataron mis manos y me hicieron hacia adelante. Forcejee para que soltaran, pero era inútil. Me dejaron de rodillas al frente de Eduardo. Él miraba el piso asustado. No sabíamos que hacer o que nos haría.
-¡No le hagas nada idiota!. -Os trató de caminar, pero solo se cayó a un lado con las manos atrás-. 
-Yo no voy a hacer nada. -Dijo Pablo entre risas-. 
Él lanzó el cuchillo al piso en medio de los dos. Benjamin no dejaba de mirarme a un extremo de aquí.
-Solo uno sale vivo de entre u}stedes. 
-¿Estás loco?. -Dijo Benjamin colocándose en frente, pero Pablo le apuntó con su arma-.
-Solo un poco. 
Vi la mirada de Jonathan, estaba desorientada. Tenía ese impulso en sus manos de hacer algo. Ingrid tiritaba. Oswald en ningún momento agachó la cabeza, pero Camilo sí que lo hizo. Los ojos de Rosa estaban cristalizados.
-Mátame. -Balbuceo Eduardo-. Mátame a mí. 
-No. -Sollocé. Negaba con la cabeza y sentía mis fosas nasales mariposear-. 
Negué con la cabeza todo el rato. Edgar comenzó a llorar y le quitaron a Damian de los brazos. Comenzó a quejarse, pero solo le apuntaron sin disparar. Él no se inmuto y les pidió a Damian. Pablo se acercó y tomó a Damian para acercarse a nosotros. 
-Wow. -Pablo se agachó a mi altura-. Está dando su vida por la tuya. Es valiente.
Jugueteó con Damian, pero el bebé solo lloraba. Solo quería que parara esta pesadilla.
-¿Qué esperas?. Hazlo. -Dijo Eduardo-. Rápido. 
No me moví. Pablo le dio una patada en el pecho a Eduardo para que cayera de espalda. Me jaló del brazo para estar a un lado de Ed. Colocó mi propio cuchillo en mi mano. 
-Justo en el medio. Una y otra vez, ¿entendido?. -Platicó Pablo dándonos espacio-. 
-Está bien, está bien. Tranquila. -Susurró Ed-.
Estaba aterrada. No sabía qué hacer. No podía. 
-¡Vamos!. ¡Hazlo!. -Escuché a Pablo-.
-¡Hazlo!. ¡Hazlo!. ¡Hazlo!. -Gritaban todos sus seguidores-. 
Benjamin pasó la mano por su rostro para no mirar. Os seguía tirado a un lado y un hombre posaba su pierna sobre él. 
Pablo le apuntó a Ingrid mientras todos seguían gritando lo mismo. «Ahora» formó con sus labios. 
-¡Hazlo!. ¡Hazlo!. ¡Hazlo!. 
-No puedo. -Dije lanzando el cuchillo. Sentía tanta presión sobre mis hombros-. 
Pablo le entregó el bebé a Edgar. Él se acercó nuevamente a mí y suspiró colocando sus manos en su cadera. Giró un rato por el lugar para luego quedarse de rodillas a un lado mío.
-¿Quieres hacerlo?. -Negué con la cabeza-. Es fácil. -Colocó el cuchillo en mi mano y él rodeo la suya sobre la mía-. Solo tienes que hacer esto. 
Alzo el cuchillo y se lo enterró en su esternón en cuestión de segundos. Traté de sacar mi mano, pero él la apretaba a un más fuerte. Eduardo seguía vivo y no dejaba de mirarme, comenzó a salir sangre de su boca. Pablo no soltaba mi mano. Comenzó a mover el cuchillo aun adentro.
-De nuevo ¡de nuevo! ¡de nuevo!. -volvió a alzar el cuchillo y a enterrárselo una y otra vez sin parar al ritmo de sus gritos-. 
Quité la mirada de Eduardo mientras en los últimos dejé de pelear. Él soltó mi mano, pero me obligó a seguir. El piso estaba completamente lleno de sangre y toda mi ropa se manchó. Seguía perforando su pecho mientras sollozaba. 
-¡Eso era todo lo que quería ver!, ese instinto animal. -Me indicó y pare para lanzar el cuchillo lo más lejos que pude-. 
-lo siento, lo siento, lo siento. -Balbucee tocando el pecho de Eduardo-.
Él ya era un cadáver más. 
-¿Ves? Fue fácil. Hagámoslo de nuevo. 
Comenzó a pasearse por el lugar. Oswald tiritaba y las demás solo miraba el cuerpo de Eduardo. Mis manos estaban cubiertas de sangre de un inocente. 
-Muchachos, hagan su especialidad. 
Agarraron a Benjamin por la espalda y lo lanzaron al suelo. 
-¡Hey!, teníamos un trato. -Habló-. 
Pablo me ayudó a levantarme y me colocó frente a Benjamin, puso el cuchillo en mi mano. 
-Él es un traidor. A nosotros no nos gusta. Nos dijo cuántos eran y quienes era los que atacaron nuestro lugar. Repitamos esto de nuevo, como hace unos segundos. Probablemente este lo disfrutes más. -Añadió-.
Mi cara estaba empapada en agua y sangre. 
-No, por favor. No. -Suplicaba Benjamin-. 
Tenía rabia, mucha rabia que se desataría sobre él. Caí de rodillas. Trataba de levantarse, pero dos de sus hombres lo sujetaban. Pablo permaneció a un lado de mí. 
-Ya sabes cómo hacerlo. -Dijo Pablo. Benjamin se quedó quieto-. 
-Traidor. -Susurré al alzar el cuchillo-. 
La imagen de Justys extendiendo su mano pasó mi mente. Sus sonrisas y sus pequeñas manos trazando mi pelo eran en las únicas cosas que pensaba. Quería tanto matarlo con mis propias manos, pero giré y vi a Eduardo. Respiré rápidamente con la mano aun alzada y Benjamin con los ojos cerrados aun tratando de salir. Sentí algo en mi pecho. Juro por dios que esto no lo hacía por Benjamin, si no, por mí. 
Le enterré el cuchillo en el pie a Pablo. El gritó y comenzaron a disparar. Benjamin se levantó y me cubrió. Quería hacerlo, pero esta vez no les daría la satisfacción a otros, no más. Empujé a Benjamin y salí corriendo a la caravana con los demás. 
Disparos comenzaron a ir de lado a lado. Una gigantescas camioneta y personas escondidas entre los arboles haciendo la guerra, eran del equipo de Enrique. El grupo de las tinieblas comenzaron a esparcirse. 
Me estiré en el piso cansada escondida detrás de la caravana, miré mis manos. Todo se resbalaría por la sangre. Las limpie en mi ropa. Estaba en shock, no podía reaccionar o sentir algo. Veía como los cuerpos de las tinieblas caían. Los "buenos" soltaron a los de mi grupo. Uno me tiró mientras atacaban a los demás y me arrestó hasta cierto punto que le enterré el cuchillo en la pierna y me levanté rápidamente para luego cortarle el cuello 
La familia de Francisca subió a la caravana seguidas de Edgar con Damian.
-¡Escóndanse!. -Escuché a Jonathan-.
La pelea de estos dos grupos no acababa.
Me giré para subir, pero miré a un lado como el borracho disparaba. 
-¡Es hora de irse!. -Grité-.
Entre disparos vi como el cuerpo del borracho fue atravesado por: una, dos, tres, cuatro, hasta cinco balas. Su cuerpo se apoyó en la caravana y cayó al piso dejando una mancha de sangre detrás. 
-¡No…!. -Grité yendo a él. Me giré y vi como sonreía maliciosamente Pablo-.
Comenzó a darle una ligera taquicardia mientras sostenía su cabeza. 
-No. ¡No!. -susurré mientras sujetaba mi mano. Sentía algo en el pecho. Él se tiró su cadena y me la entrego. La guarde en mi bolsillo-.
-Mocosa. -Balbuceo-.
Trataba de recuperar su respiración, pero no serviría de nada, el daño estaba hecho. El borracho seguía tratando de luchar por su vida, pero no lo lograba. Comencé a sollozar y el aire me empezó a faltar. 
-Vamos. -Me dijo Os tomándome del brazo para pararme-. 
Los disparos no paraban. Pablo seguía disparando hacia atrás sin darle a nada mientras lo ayudaba un amigo a caminar. Recogí el arma del piso. Le apunté y disparé a su amigo y ambos cayeron al piso.
-Cúbreme. -Le dije a Os y corrí a Pablo-. 
A unos dos metros pare para apuntarle. Sentía como Os y Antonio seguían disparando atrás de mí. Respiré hondamente y exhalé. Le disparé dándole en su pierna. Seguí corriendo a él y volví a dispararle en su brazo. Él se quejó de dolor y trató de tapar todos esos orificios. Me apuntó con su arma y disparo, pero ya no le quedaban balas, quizás aún tenía un poco de suerte. Le volví a disparar en su hombro. 
-Tres...-balbucee. 
-Basta. -Susurró-. ¿Piedad?. 
Ignoré sus palabras para seguir apuntándole. 
-A ti no te sale. -Disparé entre sus cejas dos veces seguidas-. Cinco. 
Bajé el arma y sentí un ardor en mi brazo. Una bala solo me roso por muy poco. Me giré y le dispararle a aquel tipo. 
Caminé mientras obteníamos el control de la situación. Fui donde el borracho, pero él estaba inmóvil y con los ojos abiertos. 
-Oye. ¡Oye! -Dije moviendo su cabeza. Trate de no llorar junto a su cadáver. Los disparos ya habían parado. Mi labio tiritó, pero aun así no podía soltarlo-. 
Las personas comenzaron a salir. 
-¿Se encuentran bien?. -Dijo un hombre-. Oh dios, Enrique. 
Ambos se saludaron. Me levanté, pero no y fui a ningún lado. Seguía entre medio de esos dos cadáveres. No sabía cómo reaccionar. 
Benjamin estaba mirándome. Creo que tenía la intención de acercarse a mí, pero de seguro al mirar mis ojos lo único que imagino era que lo quería muerto. 
-¿¡Que me ves!?. -Grité. Nadie dijo nada-. 
Jonathan se acercó para darle un empujón mucho más fuerte. 
-Aléjate de ella y de todos nosotros. 
Él alzó las manos y se alejó. Francisca se acercó y me abrazó. Lloré en su hombro un buen rato. 
-No podemos, no podemos dejarlos aquí, los cuervos se los van a comer. No podemos...-Francisca me tranquilizó-. 
-Tenemos que irnos ahora. -Sus ojos estaban rojos-.
Nos fuimos con ellos a su guarida en la caravana. Aún estaba impactada por lo que acababa de ocurrir. Un hombre vendo mi brazo de la pequeña herida que me hizo la bala. 
Quité del bolsillo la cadena que nuestro borracho favorito me dio antes de morir. La analice, era una R y atrás tenía una fecha. Trate de sujetármela, pero no podía. 
-¿Quieres ayuda? -Dijo Ingrid y asentí-. 
Miré a un lado mientras abrochaba el collar y vi como Jonathan tenía las manos cubriendo su cara con los brazos apoyado en las piernas. Lo miré un rato hasta que Ingrid pudo arreglar el collar. 
-Perfecto. -Dijo y sonreí falsamente-. 
-¿Tienes algo que pueda ponerme?. 
Ella dijo que si mientras buscaba en su bolso. Sacó una polera gris. Me levanté y fui un poco más lejos para quitarme la sucia y llena de sangre que traía. 
La imagen del hombre que le corté el cuello, de nuestro borracho, la mirada que me daba Eduardo, Benjamin y la de Pablo no desaparecían de mi perturbada mente, hasta que dormí. 
Recordaría esto para siempre como si lo volviese a vivir.
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Desperté cuando frenaron de golpe. 
-Lo siento. -Escuché a Carlos-.
Abrí mis ojos lentamente y mientras todos miraban al frente. 
-¿Qué hora es?. -Dije-. 
-Las ocho p.m. -Respondió Francisca-. 
Miré al frente como la mayoría. Había un cartel casi rodeado completo de ramas que decía "no pasar, prohibida la entrada". Carlos comenzó a andar de apoco. 
-No te preocupes. -Dijo Enrique -. Nadie te dirá nada. 
Pero aun con eso en la mente Carlos fue de apoco. 
Cruzando el bosque pude ver algo de lejos. Era un muro gigante que rodeaba todo el lugar. Fui la última en bajar quedándome atrás. 
Mi milagro estaba por ocurrir. 
Las puertas se abrieron dejando salir un brillo gigante de unos focos en altura cegando un poco mis ojos. Me hice hacia atrás. El ruido apareció de la nada escuchando como todos hablaban entre sí. Era como la puerta al cielo. 
-¡Papá!. -un niño que me imagino que era su hijo corrió a Enrique. Estaba atrás y no podía ver nada-. 
-Feliz navidad, hijo. 
Más gente comenzó a salir por las puertas. Se abrieron dejándonos ver la sombra de un hombre joven con un traje del ejército. Era alto y con ojos verdes azulados. Tenía las manos atrás y estaba rodeado de cuatro hombres más con armas. 
-Buenas, señores y...pubescentes. Mi nombre es Vicente, y les doy la bienvenida al castillo. Entren. 
Él dio media vuelta para caminar. Sus manos estaban vacías. Todos de alrededor bajaron las armas. Apuramos nuestro paso para llegar a él. 
-¡Oh dios mío!. -Vi a Danitza cubrir su boca al verme. Ella corrió a mi mientras seguía impactada de su presencia aquí-. 
Rodeé mis brazos sobre sus hombros. Sentí su llanto entre mi cuello. 
-Lo siento. -Susurré-. No pude salvarlo.
Limpió mi cara rápidamente de cualquier lágrima. Nos separamos para vernos.
-¿Estas bien?. -Preguntó-. 
Asentí con la cabeza. 
-Alan, ¡Alan!. -Antonio aceleró su paso y corrió entre la multitud-. ¡Alan! 
Un chico delgado se giró y lloró al ver a Antonio. Él lo tomó de su cuello y lo tiró a él para darle un fuerte abrazo. Sobó su cabeza mientras lloraban. 
-Creí que habías muerto. -Habló separándolo de él-.
-Siempre supe que eras fuerte. -Antonio tocó su hombre-.
Su hermano agacho la cabeza. Antonio sonrió.
-No importa con quien hayas llegado, o con que suceda con nosotros. Ahora nos tenemos el uno al otro. -Antonio sonrió-. 
-¿Has llegado sola?. -Me dirigí a Danitza-. 
Asintió lentamente con la cabeza. 
-Tengo que enseñarte algo. -Habló y se echó a correr-. 
-Por favor, necesitamos que se reúnan para mostrarles el lugar. -Danitza se había ido muy lejos para decirle que me iba. Fuimos con el tal Vicente.
-¿Quién era ella?. -Oswald tomó de mi mano-. 
-La hermana de Leonidas. -Formé una línea con mis labios. Hice caminar a Rocco a mi lado-.
-El castillo se fundó principalmente para ser una base de supervivencia. Hace unos meses se ocupó de tal manera con solo 50 personas, ahora somos más de 150. Nuestros líder y dirigentes están en una reunión por las tinieblas. Saldrán en minutos para que los conozcan. Por ahora, los llevaré a la regadera para que se duchen, les dejaré ropa limpia y después los llevaré a enfermería, los chequearan mientras le hacen preguntas. Nosotros revisaremos sus bolsos si no les molesta, pueden conservar cuchillos y/o armas blancas. Cualquier arma de fuego debe ser entregada hacia nosotros. 
-¿Cómo es su líder?. -Preguntó Jonathan-.
Vicente soltó una risa.
-Le gusta que se dirijan a él con el apodo, "El general". -Se detuvo al final de un pasillo-. 
La gente que pasaba ni siquiera nos miraba, pero nosotros sí, era como si fuésemos fantasmas. Todos se veían muy tranquillos.
-Estas son las regaderas. Hay todo lo que necesiten aquí. Toalla, jabón, shampo, etc. Hay están la de caballeros y el de damas. Vendré cuando estén todos listos.
Él nos indicó entregarle los bolsos, lo hice con desconfianza. Quería que volviese Danitza a mi lado. Obviamente que había desconfianza al principio. No conocíamos a esta gente ni ellos a nosotros. Fui la última en entregar mi bolso, aunque más lo aferrara a mi mano debía de entregarlo. 
Entramos a las regaderas con las chicas. Había duchas individuales. Dentro de unos muebles estaban todas las toallas. Me quité la ropa y me metí bajo el agua. Estaba tan tibia, era toda una satisfacción sentir el agua caer en mi piel, vi toda la mugre y sangre despegarse de mi al sobar mi mano en ella. Me sentía limpia. La imagen de Eduardo comenzó a aparecer en mi mente, no podía quitarla, nuestro borracho favorito y el maldito de Benjamin que probablemente está en un mejor lugar del que merece. Solo quiero que se mantenga lejos de mí. 
Apagué el agua luego de lavarme el pelo, rodé la toalla sobre mis senos y me sequé de apoco. Fui al camarín para encontrarme con las demás, pero aun ellas no salían de las duchas.
-Chicas, disculpen. ¿Aló?. -Dijo una voz. Era el inepto y cara de trastornado de Vicente. Era la única presente-. Perdón, wow. -Expreso al verme al aparecer. Evadió la mirada de mí hacia el techo o la pared, un lugar vacío-. Ah, se me olvido traerle esto. 
Avanzó un poco para entregarme la ropa, pero como no me veía chocó con una banca. Yo me acerqué.
-No sé qué les quedaría, así que...
-Okay. -Aseveré-. Ahora vete, déjanos vestirnos.
-Claro -Él dio media vuelta y se fue apurando el paso-. 
-Es bastante raro. Tiene cara de loco, especialmente su mirada. -Apareció Ingrid y lo imitó-. Quizás me agrade. 
-Quizás a mí no. 
Sequé por completo mi cuerpo y me vestí. Traté de secar mi pelo, pero era una pérdida de tiempo, siempre lo era. 
Al estar listas todas, salimos y nos fuimos con los chicos. Tomé a Rocco por su correa.
Vicente nos seguía guiando hacia enfermería. Nos formó en una fila y a Antonio fue el primero en entrar, pero antes, Vicente le entregó un bolso con las cosas con las que nos podíamos quedar.
-Luego las repartiré. -Dijo cuando salió de la sala-. 
-Siguiente -habló la supuesta enfermera-. 
Presioné mis puños y entré luego de que Vicente tocara mi hombro. Quité rápidamente su mano sobre mí.
Era mi turno. Me hizo sentarme arriba de una camilla. El cuarto era blanco y olía muy bien. Tenía todo lo que necesitaran para cualquier cosa. 
-Anota tus datos por favor. -Ella me entregó un lápiz-. 
Lo mismo de siempre, solo tres preguntas: mi nombre -esta vez sí lo anoté completo, nuevo lugar, nuevo comienzo-, mi fecha de nacimiento y si algún familiar con el cual conectarme. Pues no. 
-Necesito que te quites ese chaleco y que levantes un poco tu polera. -Ella me tocó el brazo para estirarlo y le di un golpe en su mano alejándola-.
Ella me miró y la observé con odio. No sabía porque, pero no podía evitarlo.
-Si quieres te lo sacas sola.
No, no estaba de acuerdo. Ella vería mi marca, la mordedura. Niego con la cabeza. 
-¿Estas escondiendo algo? -Negué rápidamente con la cabeza-. ¿Entonces?  
Me quité lentamente el chaleco tratando de que ella no se diera cuenta. Se colocó atrás de mí y deje mi brazo acostado sobre mis pierdas. Comenzó a subir mi polera.
-¿Qué estás haciendo?. -pregunté casi girándome-.
-solo colocaré el estetoscopio. Sentirás algo frio.
Y sí que estaba helada. sentí como si me hubiesen colocado una cuchara que paso una hora en el congelador. 
-¿Qué te pasó? ¿Por qué las vendas?
-Caí de un árbol. Las sigo ocupando por si acaso.
-Y será mejor que las sigas ocupando. 
Ella tomó mis signos vitales. Platicamos un poco de donde veníamos evitando datos importantes.
-Ya estamos listas Hannah. -Se quedó observando la hoja arrugando entre sus cejas-. ¿Ese es tu apellido?
-Sí. ¿Por qué? -Dije. Ella negó la cabeza aturdida-. 
-Puedes...puedes irte. 
Me bajé de aquella camilla y me topé de frente con Gabriela. 
-No le digas que estas infectada. -Susurré a su oído y ella asintió-.
Entró detrás de mí. Tuvimos que esperar que todos pasaran. 
-Todas están limpios y en un excelente periodo así que, vayamos a sus habitaciones. 
Por unos pasillos que en cada metro había diferentes habitaciones. 
-¿Nadie viene con pareja? Así, para darles habitaciones matrimoniales. 
Negamos con la cabeza. Edgar agachó la cabeza. Miré a Sigrid y a Camilo, pero no dijeron ni una palabra.
-Okay. Pues, aquí duermen los chicos.
A ellos les entregaron las llaves de las habitaciones. Cada una tenían cuatro camas -es decir dos literas-. Seguimos por el pasillo en donde estaban las chicas. 
-¿Qué pasará con Enrique?. -Pregunté-.
-Él ya está en enfermería. -Abrió la puerta y le entregó las llaves a la madre de Francisca. Quien dormiría su madre, Sigrid, Gabriela y Francisca.
Nosotras nos fuimos a la de al lado que la compartiría con Ingrid.
-No recibimos mucha gente joven aquí. Relájense un poco y pónganse cómodas. Puedes quedarte con tu mascota o dejarla en el veterinario.
-Él se queda conmigo. 
Vicente sonrió falsamente y se fue cerrando la puerta detrás de él. 
-¿Hogar dulce hogar? -Dijo Ingrid-.
-Aún no lo sabemos.
Me quedé en una de las camas de abajo. Me mantuve quieta y cerré mis ojos, sentía que me desvanecía de este mundo. Dormí con mi mano el en collar. 
-Vamos, Hannah. -Susurró Ingrid a mi oído-. Te está llamando Vicente.
Me levante lentamente en mi nueva cama. Seguía un poco dormida al colocarme mis zapatos. Sobé mis ojos y pestañé hasta estar al fin bien de pie. 
-¿Cuánto dormí? -Pregunté antes de salir-.
-Solo unos 10 minutos
-Maldita sea.
Salí para verlo. Él estaba un poco atónito. Me preocupaba su reacción. Quizás alguien le dijo algo.
-Hannah, tienes que venir conmigo. -Habló Vicente-. 
Lo primero que pensé fue en un desastre. Pareciera que tuviéramos una maldición sobre nosotras de discordia. Suspiré y él me guio por el camino. No me dirigió la mirada ni la palabra, esto ya estaba preocupándome. Se quedó quieto en frente de una puerta y golpeo tres veces. Me hice hacia atrás desconfiada al momento de que un hombre muy alto saliera con su traje de militar. Me sonrió y no evite volver a retroceder. Ni siquiera sabía dónde me estaba llevando. 
-Hola, chica. Me llamo John o más conocido como el general. -Extendió su mano hacia mi-. 
Lo miré directamente a los ojos y la estrechamos juntos. Él hizo un movimiento brusco y destapó mi brazo. Me hice hacia atrás de un golpe. Vicente me miró desconcertado. Ahora ellos lo saben.
-Podría explicarte mucho ahora. -Él abrió la puerta y entró. Vicente se hizo a un lado, pero no quería entrar, no les tenía confianza y la pregunta del millón, ¿Porque hizo eso? o ¿Cómo supo que estaba ahí? Cuando me intimidaban con sus miradas me rendí y entré. 
Había muchas camillas por el lugar y soldados heridos. Algunos se quejaban del dolor y personas junto a ellos lloraban.
-¿Que les paso?. -Hablé-.
-Las tinieblas provocan esto. Separación de mundos. No debería ser así. 
Mantuve silencio al pasar entre ellos. Había otra puerta en donde estaba un caso particular y nuevo entre la multitud. Había un guardia en la puerta que me miró de pies a cabeza antes de entrar. Solo estábamos los tres en esta habitación.
-Lleva dos días así. -Habló el general-. 
Lo cubría un biombo. 
-Es buen amigo, no pude matarlo en el momento y ahora descubrimos esto, solo nosotros lo sabemos. La gente estaría aterrada de lo que podríamos llegar a ser. 
Pasé detrás de la cortina blanca. Sentí un golpe en el pecho al ver su cara pálida y sus labios secos. Llevé mi mano a mi boca y mis ojos se cristalizaron. Él levantó un poco su cabeza y quedó más aturdido de lo que estaba. Me pues junto a él y tomó mi mano. 
-¿La ves, John?. -Apretó mi mano-. ¿Estoy muerto?. 
-¿Se conocen?. -Asentí con la cabeza y no pude evitar llorar y sentarme en la silla que estaba a un lado. Coloqué la mitad de cuerpo sobre su cama. Él tocó mi rostro-. 
-Bestia, ¿Estas viva?. -Susurró con mi tierno apodo de mi padre-.
Asentí colocando mi cabeza en su pecho. Lloré sobre él.
-Estas viva…-Susurró cerrando los ojos-. 
Levanté mi cara y la limpié. Comenzó a dormir tal como yo lo hacía.
-Oye…-Le dijo el general sacudiendo su mano-. 
Tapé mi cara para asegurarme que esto no fuese un sueño. Tiré mi cabello hacia atrás y me estiré en la silla sin soltar su mano. 
-¿Cuando lo mordieron?. -Pregunté aún limpiando mi cara-. 
-Ya pasaron 36 horas para ser exactos. Íbamos en una misión contra las tinieblas y ellos los tenían escondidos en un lugar, lo lograron morder, pero obligué a algunos a traerlos. Para algunos está muerto, y para otros perdidos. Especialmente para su pequeño. 
Arrugué mi frente. Los miré con extrañeza. 
-Quizás no es su hijo. -Balbuceó Vicente a la oreja del general-.
《¿Qué hiciste?》Pensé mirando a mi padre. 
-¿Mi hermano está vivo?. -Actué sorprendida. Miré a mi padre-. ¿Dónde está?. 
El general miró de reojos a Vicente. Él tomó otra silla y se acomodó a un lado de mi padre. Se apoyó en sus muslos. 
-Mis hombres me explicaron que pasó cuando los encontraron a ustedes, todos los cadáveres...
-Amigos. -Interrumpí. El formó una línea en sus labios-. Algunos de esos cadáveres eran mis amigos.
-¿De dónde vienes? -Preguntó Vicente-. 
De inmediato el general le lanzó una mirada amenazante. Él volvió a mirarme. Sentí un escalofrió en mi espalda. No quería responder ninguna de sus preguntas. 
-Podemos ayudarlos, tu padre es mi mano derecha. El mundo es pequeño y entre los buenos que quedan debemos apoyarnos unos con otros. ¿Estás de acuerdo?. 
Arrugué mi cara para luego asentir. 
-¿De dónde viene? ¿Como te hiciste eso?. 
Hice mi silla más adelante. Mi padre respiraba hondamente. Sabía lo que sentía, esa desesperación por despertar. Estiré mi espalda y levanté mi cabeza, miré fijamente al frente. 
-Pasamos por cosas terribles... recuerdo cada detalle de ellas, recuerdo los nombres de todos los muertos...-Mis manos comenzaron a tiritar-. Recuerdo un día antes de la mortandad...
Cerré los ojos y despejé mi mente. 




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