Piiiii, piiiii, piiiiii.
Un sonido intermitente y constante me trae de vuelta.
Afino mis oídos, por ahora el único sentido del que poseo.
De pronto se abre una puerta. Oigo encender un interruptor de luz. Dos pisadas. Suela lisa. Hombre o mujer?
Tropieza con una silla o mesa. Se caen unos cuantos bolígrafos. Se acerca hacia mí, pulsa unas teclas y quita algo de mi brazo. El pitido desaparece. Creo que me tapa con una sábana.
- Descansa un poco más. Aún son las 7 de la mañana - dice una voz femenina y dulce.
Apaga el interruptor y sale de la habitación.
Abro los ojos. Como siempre, empieza mi investigación. Izquierda: ventana, mesita de noche, pequeño armario. Enfrente: una mesita plegada y en la blanca pared una televisión pequeña. A mi derecha: una butaca vacía y una maquinita la cual supongo era la que estaba sonando instantes antes. Al fondo, dos puertas.
Tapándome hay una sábana. Blanca también. En su borde puedo leer en letras mayúsculas: Hospital Universitari de Bellvitge.
"Vaya, empezamos bien"
El resto del cuerpo ya empieza a reaccionar. Levanto una mano, la otra. En el antebrazo tengo un apósito cubriendo una vía imagino para la administración de medicación.
Levanto un pie, levanto el otro... Por qué no puedo levantar el otro pie? Qué raro, no me lo siento!
Retiro las sábanas y cuál es mi asombro al ver que sólo tengo una pierna. En la otra luce un muñón cuidadosamente vendado.
"Pobre... levanto mi camisón, sí, pobre hombre"
Es en ese momento cuando entra una chica joven, de unos 20 años, con una amplia sonrisa.
- Hola Andrés ¿Qué tal ha dormido esta noche? - su voz denota cierta timidez.
Le traigo el desayuno - continúa diciendo sin esperar respuesta.
Acto seguido despliega la mesa y coloca la bandeja.
- Si necesita alguna cosa no dude en llamar al timbre.
Sale de la habitación.
Me quedo un rato pensando, aclarando mis observaciones:
"Soy Andrés, creo que unos 70 años por ahí. Estoy en un hospital amputado de la pierna derecha y estoy solo. La muerte por enfermedad es casi imposible de poder salvar, así que espero que ese no sea tu caso. No tengo ganas de morir"
Justo cuando voy a incorporarme entra un señor con una bata blanca de unos 60 años acompañado de 5 chicos más jóvenes. Todos ellos con su fonendo al cuello y una libreta para posibles anotaciones. Junto a ellos hay una chica que supongo será la enfermera.
- Buenos días Andrés. Espero que los calmantes le hayan permitido descansar esta noche. Voy a quitarle la venda para que los doctores puedan valorar la herida vale?
Asiento con la cabeza. Qué remedio me queda.
Me cuesta trabajo mirar mi no pierna. Han cortado a la altura del muslo. Empiezo a sentir un ligero dolor en donde debería estar mi pierna y ahora no hay nada.
El doctor de más edad se acerca para ver la herida más de cerca. Después proceden a explorarme y comprobar el resto de parámetros.
De repente se oye una voz de una señora dando voces:
- Enfermera, enfermera!!! Mi marido se está ahogando. Enfermeraaaaaaa!!!!
Y salen de la habitación enfermera, médico y residentes, olvidándose una carpeta encima de la mesa.
Me incorporo para cogerla y puedo leer:
" Nombre: Andrés López Santander
Edad:71 años
Diagnóstico: Osteosarcoma Grado IV"
Yo no entiendo mucho de medicina pero no suena nada, pero nada bien.
Llaman a la puerta. Me siento en la cama y dejo la carpeta en su sitio.
Es la enfermera de antes. Se pone al lado mía y me cura y tapa la herida.
- ¿Quieres que te ponga algún calmante? - pregunta la enfermera.
- No, gracias - empiezo a sentir molestias pero necesito tener todos mis sentidos en alerta para averiguar de qué manera puedo salvar a Andrés. ¿Sabe si hoy vendrá alguien a verme? - pregunto
- El primer día que usted ingresó vino acompañado de su hija y sus dos nietos. Pero sólo la vimos ese día.
Si necesita algo no dude en avisar - coge la carpeta y sale de la habitación.
Transcurre la mañana en soledad. Una enfermera me ha traído una silla de ruedas para poder salir de la habitación.
- Anda, si es Andrés! - dice una voz con énfasis.
Un hombre de la misma edad que la de Andrés se acerca cojeando. Lleva el mismo pijama que yo y el pie vendado.
- Al final te han cortado la pierna. A mí sólo unos dedos por el maldito azúcar que todo lo come. Y cómo estás?
- De puta madre, no ves? - me ponen de mal humor las preguntas sin sentido.
- Vaya carácter. Ya entiendo por qué tu familia te abandonó.
Da media vuelta y se va a su habitación.
Me quedo en medio del pasillo. Necesito información. Aquí metido no voy a solucionar nada. Al lado mía pasa una enfermera apresurada, en sus manos lleva una batea con jeringas y tubos varios.
Me acerco al control de enfermería. Allí hay un calendario: ” Febrero 2019".
Voy a mi habitación. Abro los cajones del armario. Bingo! Un móvil, con desbloqueo por huella. Pongo el índice y se abre un mundo para mí. Busco contactos, mensajes, correos, lo que sea que pueda ayudarme. Pero nada irrelevante. Nombres de personas que no sé quiénes son. Será verdad que a nadie le importe que le hayan operado y que tenga un Osteosarcoma Grado IV que suena tan mal?
La tarde transcurre sin más dilaciones que las salidas y entradas de las enfermeras. Mi cabeza no para de dar vueltas. Cojo el móvil y decido visitar al amigo o quien sea de Andrés, que está en la habitación de al lado.
- Hola. Venía a disculparme por lo de antes. Los mórficos me tienen el cerebro dormido.
- Hola Andrés. Pasa, pasa. No eches la culpa a la medicación que ya nos conocemos. No han venido a verte tus hijos?
- Hoy no. Hace tiempo que no los veo. Me harías un favor? No encuentro mis gafas y no consigo ver los nombres de mis hijos. Podrías apuntarme sus números para llamarlos luego? - le doy el móvil junto con un boli y un papel.