Amanece. Desde la décimo tercera planta Barcelona despierta bajo un horizonte de colores. La vida comienza un día más. En concreto, mi segundo día. Y aún no sé cómo salvarte.
Sigo mirando por la ventana. Observo a las personas que van apresuradas hacia sus quehaceres cotidianos. Muchas de ellas sin ni siquiera levantar la vista de sus móviles. Con la gama de colores que hoy nos brinda el cielo y no se dan ni cuenta, absortos en sus redes sociales.
"Si sólo tuvieran tres días de vida seguro que no la pasarían mirando una pantalla"
- Buenos días Andrés. Bonito el cielo de hoy. - saluda creo que el amigo de Andrés.
- Buenos días. Es un amanecer precioso.
Te invito a desayunar - le acerco mi delicioso manjar que me acababan de traer - café con tostadas sin sal o prefieres magdalena sin azúcar?
- Jajaja. Gracias pero yo ya he disfrutado del mío. Llamaste al final a tus hijos?
- Llamé a Javier y me dijo algo que me dejó helado.
- El qué?
- Estaba muy esquivo conmigo, enfadado. Y al preguntarle el motivo de su actitud me dijo que yo había matado a mi mujer. Me colgó sin darme más explicaciones. Yo no sé si es la enfermedad, la medicación o ambas cosas, pero el caso es que no recuerdo nada. Podrías aclararme?
Se me quedó mirando sin gesticular, digiriendo la información. Unos segundos más tarde, que me parecieron horas, se decide a hablar:
- Tu mujer, Ana, amaneció sin vida en vuestra cama. La autopsia no fue muy clara, infarto al corazón parece ser. Aunque yo pienso que cuando no se conoce la causa todo son infartos. El caso es que tu mujer no estaba bien Andrés. Le diste muy mala vida. Debido a ello tomaba muchos antidepresivos y ansiolíticos. Tus hijos piensan que murió de pena.
Sin saber qué decir me siento en el filo de la cama. El dolor de lo que se conoce como "miembro fantasma" se está acentuando.
- ¿ A qué te refieres cuando dices que le di mala vida? - consigo preguntar.
- Sí que estás desmemoriado Andrés. Me estás empezando a preocupar - se sienta en la butaca y juguetea con migas de la magdalena.
A ver, no sé cómo decirlo de manera suave. Fuiste un cabrón. Un cabrón alcohólico, machista y maltratador.
- Menos mal que querías decirlo de manera suave - digo intentando asimilar todo.
- Te bebías todo tu sueldo. Llegabas borracho a casa y tratabas mal a tu mujer y a tus hijos, los cuales presenciaron más de una paliza. Tu mujer ha sufrido mucho y no podía dejarte porque no tenía dónde ir. Ella se lo contaba todo a Pilar, mi mujer. Si no te acuerdas de nada mejor que continúes así. Por lo menos podrás dormir tranquilo por las noches, si esque alguna vez has tenido conciencia.
- Ahora entiendo por qué no vienen a ver a Andrés... digo a verme. He de encontrar la manera de solucionar ésto.
"Voy a llamar a Paula. Ella me acompañó el día del ingreso según la enfermera. Quizás ella sea mi punto de partida"
- Gracias. Si me disculpas, voy al baño a asearme - me levanto con dificultad y con una muleta consigo ir al baño.
Cuando salgo no está ni la bandeja del desayuno ni el amigo de Andrés.
Abro el cajón para coger el móvil cuando veo una hoja doblada que ayer había pasado desapercibida. La abro. Hay unas líneas escritas con una caligrafía dificultosa:
"Hijos míos, Javier y Paula. Ahora que el final está cerca no quiero abandonar este mundo sin antes tener vuestro perdón.
Perdón por el padre que fui y perdón por no haberos dado la vida que os merecíais. Hace diez años debería haber muerto yo, no vuestra madre...."
Unos puntos suspensivos indican una carta a medio terminar.
Marco el número de Paula. Un tono, dos... al cuarto responde una voz dulce:
- Hola papá
- Hola Paula. Cómo estás hija? - pregunto sin saber muy bien cómo abordar la situación.
- Estoy bien papá. ¿Qué es lo que ocurre?
- Tengo, necesito hablar contigo y con tu hermano. Es importante.
- Ya sabes que Javier no quiere verte. Puedo hablar con él si quieres pero va a ser difícil que acceda.
¡Estaros quietos un minuto!
Se oyen voces de niños peleándose.
- Por favor Paula. No creo que me quede mucho más tiempo. Necesito dejar este mundo en paz.
- Haré lo que pueda. No prometo nada. Descansa papá. Adéu.
- Adéu.
Dejo el móvil en la mesa. Entran el mismo equipo médico de ayer. Médico, residentes y enfermera. Mismo procedimiento. Una vez fuera de la habitación oigo cómo hablan entre ellos.
" La resonancia indica empeoramiento general. Es cuestión de tiempo. El paciente lo sabe?"
"Sí. Ya hemos hablado con él. Conoce su pronóstico"
Salgo de la habitación y los saludo con la mirada.
"No me miréis con cara de pena. Aún estoy vivo"
Con mi muleta salgo del hospital. Necesito que me dé el aire. Me siento en uno de los bancos y respiro aire puro. Inspiro con fuerza para que al llegar a mis pulmones sane todas las células de mi cuerpo expulsando al demonio que hay dentro.
Transcurre la tarde. No hay ninguna llamada en el móvil. Ni un mensaje. Nada.
Azul, rojo, morado. El cielo se torna de colores más oscuros. El ocaso se impone sobre mí. Tan sólo queda un día.