Viviendo Un Sueño

2: Ni Idea

Camile Valentine

— Deja de molestarla, idiota — le dijo Alice en tono irascible.

— Lily ¿En serio no tienes un cuchillo? Me pica demasiado el cuello.

— ¿Me has llamado... Idiota? — volteó hacia ella.

— Pft.

Resoplé en forma de burla.

— ¿De qué te ríes?

— Mi querido y paliducho compañero de clases ¿Realmente te interesa que haya sacado el primer lugar en el examen de ingreso? 

— Claro que no. Pero yo siempre obtengo el primer lugar y esta vez obtuve el segundo — me dijo seriamente.

— Quizás no estudiaste lo suficiente — bufé y me alcé de hombros.

— ¿¡Qué!? — so.

El tipo de cabello marrón parecía estar divertido con la situación y echó a reír.

— Mark ¿¡De qué se supone que te ríes!? — exclamó histérico a su vez que tomaba su asiento.

— Lo siento Adam, pero es inevitable — dijo y carcajeó.

— Al parecer ni a tus amigos les caes bien — dijo Alice con expresión incrédula y se sentó de nuevo.

— Qué par de amigas más molestas — dijo y de mi asiento vi cómo se le formaba un tic en el ojo.

— ¿Amigas? — pregunté por lo bajo y volteé a Alice, la cual al notar que la estaba viendo, sonrió y formó un corazón con los dedos.

Es verdad que Alice me preguntó si podíamos ser amigas, pero prefiero evitar cualquier relación amistosa y afectiva.

Apoyé mi cabeza sobre mi mano, que a su vez apoyé en la mesa.

Esto es solo un sueño. Un mundo irreal del cual me iré tarde o temprano.

No hay necesidad de hacer amigos, porque no existen.

***

— Entonces ¿Dices que no estudiaste y aún así sacaste el primer lugar en el examen de ingreso? — me preguntó el castaño que ahora identifico como Mark.

— ¿Qué te digo? Es mi especialidad — dije con simpleza mientras bebía de mi jugo y me alzaba de hombros.

Estábamos en las gradas de la cancha los cuatro: Alice, el plateado, el castañas y yo.

Era la hora del almuerzo y desde el inicio de las clases hasta ahora, he deducido la clase de personas que son los alienígenas. El plateado se llama Adam y es el tipo gritón y a su vez reservado y desconfiado. El colorado se llama Harry y es el estudioso que es un buen hijo y siempre es el buen ejemplo. El azabache se llama Zachary o Zach y es el tipo callado que habla con monosílabos y siempre se duerme en clase, y el castañas se llama Mark y es el tipo hablador, introvertido y adorable.

Típica estructura de personajes dentro de una novela de cadena amorosa.

— ¿Cómo sé que no has hecho trampa? — preguntó el plateado al que ahora identifico como Adam.

— ¿Cómo sé que no eres un idiota que olvidó estudiar? — dijo Alice con un rostro inexpresivo.

— Qué chica tan linda, me dan ganas de lanzarla por la ventana — dijo Adam con un rostro desafiante.

— Atrévete — dijo ella retándolo con la mirada.

— Cállense — dije y puse los ojos en blanco.

En cierto modo es absurdo que la relación entre el plateado y Alice sea que ambos se odien. Si se odian ambos, entonces ya sabemos con quién se va a quedar y eso hace las cosas aburridas.

Ahora veo porqué dejé de leer esta novela.

Aunque mejor no digo nada ya que estoy en ella.

— Voy por algo de jugo a la máquina expendedora — dije y me paré de mi asiento.

Ya en la máquina expendedora compré un jugo de arándano.

Lo miré por unos segundos y al reaccionar, me di una bofetada con todas las fuerzas de mi mano. 

Dolió, pero... ¿Porqué no despierto?

— Carajo — dije y me iba a sentar junto a la máquina expendedora cuando me percato de que hay un cuerpo junto a esta, el cual ni vi porque estaba en la parte oscura — ¡AHH! — grité aterrada.

La persona al oírme gritar se levantó asustada y también se puso a gritar del susto.

— ¿¡Q-que!? — dijo el tipo perplejo.

— ¡Imbécil! ¡Creí que eras un cadáver! — le dije y lo pateé.

— Lo siento — dijo con voz inaudible.

Momento... ¿Azabache?

— Oye... ¿Te desmayaste? — lo miré incrédula.

— No...

Estos alienígenas son algo loco.

— Bueno. Adiós — dije y me di la vuelta.

— Oye, olvidas tu jugo — me dijo con voz baja.

—¿Siempre hablas tan bajo? Qué lata — dije exasperada.

— No...

— Y además con monosílabos — puse los ojos en blanco.

— Perdón...

— ¡Que hables fuerte! — le dije.

Si fuera Alice, me pondría a simpatizar con él siendo ella tan amistosa, pero no. Lo siento, azabache. Solo no llores.

— Perdón...

— Cielos — suspiré.

Metí otra moneda a la máquina y saqué unas papas.

— Toma. Te las invito — le dije y le extendí la bolsa.

— Prefiero los dulces — que coincidencia, yo igual... No, espera.

— ¿Te atreves a rechazar mi muestra de amabilidad? 

— Sí.

—... Ten — le di mi jugo — y si te vuelvo a ver durmiendo, supondré que es un cadáver y llamaré a la policía — dije mirándolo fijamente.

— Vale.

Volví con Alice, y para mi sorpresa y alegría, plateado y castañas ya se habían ido.

— ¿Compraste papas? Creí que querías un jugo — me dijo mientras me miraba comer.

— Pues preferí papas ¿Quieres? — me alcé de hombros y le extendí la bolsa.

— ¡Claro! — dijo y sonrió, a su vez que metía su mano en la bolsa.

— Oye... Eres muy bonita ¿Cómo es que no tienes amigos? — pregunté de forma directa.

— ¿Eh? — me miró estupefacta — y-yo... — volvió a bajar la cabeza.

Ok, tal vez me pasé.

— Oye ¿Aún quieres ser mi amiga? — le pregunté mirando al cielo.

— Sí ¿Por qué? ¿Quieres que seamos amigas? — me preguntó sonriente.

— ¿Serías mi amiga aún si supieras que me puedo ir en cualquier momento? — pregunté pensativa con mi mirada en el azul.

— Sí... ¿Por qué? — se pasó de su grada a la mía y me miró.




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