Finalmente regresamos. Cada quién se fue por su lado mientras que Alice y yo fuimos nuestras casas.
Al día siguiente Alice vino temprano a mi casa para pasar el día conmigo, como de costumbre, y para mi sorpresa, mis papás no estaban, por lo que supongo que los llamaron repentinamente de la oficina.
— Ya qué. Veamos películas — dije alzándome de hombros.
— Mejor deberíamos de estudiar por ahora — me dijo Alice en un tono de preocupación.
— ¿Eh? ¿Porqué lo dices? — pregunté mientras abría la nevera y me servía un poco de leche.
— Tú sabes... ¿Qué tal si en el examen de ingreso, una de las dos reprueba una materia y por consecuencia nos separan de clase? — dijo en tono exagerado y con ojos de cachorrito.
— Es verdad. El primer año tuve suerte por ser la primera en el examen de ingreso, pero desde entonces tú no estudiaste... Y en segundo año todos ustedes me ganaron — suspiré e hice una mueca.
Todo fue obra del idiota autor.
— No quiero que nos separen — gritó y corrió a abrazarme con ojos cristalizados.
— Sí. Ya sé, ya sé. Yo tampoco — dije divertida mientras correspondía a su abrazo y le daba ligeras palmaditas en la espalda.
Aunque yo dudo mucho que nos separemos.
Alice y yo nos la pasamos las siguientes dos horas estudiando los libros de Alex, mientras comíamos papas y hacíamos otras tonterías.
Es extraño estudiar con Alice. Yo siempre obtenía los primeros lugares en los exámenes, pero de algún modo, pareciera que Alice gana esos puestos por inercia. Sin hacer nada. Como si este mundo quisiera decirme que Alice es perfecta sin siquiera esforzarse. Mientras que yo me esfuerzo por mi merecido primer lugar y aún así, recibo siempre en los exámenes el quinto lugar, solo por encima de Zach que siempre está de flojo, mientras que siempre estoy debajo de los otros 5.
Es inconsistente el hecho de que todo les salga bien sin ni siquiera esforzarse un poco.
— ¿Camile? ¿Sucede algo? — me preguntó Alice.
— Solo estaba pensando estupideces — dije y suspiré, al mismo tiempo que golpeé mi cabeza dos veces con el escritorio.
— ¿¡Eh!?
Sonó el timbre. Mi yo con frente roja levantó el rostro ante el sonido.
— Yo abro — dije y me paré de mi lugar como si nada.
— ¡Camile! ¿Está Alice? — era Alex.
— Ajá — dije con simpleza.
—... ¿Puedo pasar? — me miró luego de alzar una ceja al ver que no articulaba ninguna palabra.
— Ajá — respondí con desinterés y me hice a un lado para que pasara.
— Alice, Camile. Mamá y papá me dijeron que las llevara a un restaurante — dijo mientras revisaba su teléfono — ¿Ya están listas?
— ¿Tan de repente? ¡Oh! — exclamó como si se hubiera acordado de algo — ¿Es la fiesta de celebración por nuestra graduación de la que nos hablaron? — preguntó emocionada.
— No. Solo iremos las dos familias. Ya sabes. A comer — dijo Alex con simpleza.
— Ah, vale — suspiró — iré por mi abrigo — recordó y se fue.
— Es verdad, está haciendo frío — murmuré a mí misma y fui a mi cuarto.
Tras ir por mi abrigo y ponerme unas botas, bajamos y tomamos un taxi.
Cuando llegamos, pareciese que no se esforzaron por elegir un buen lugar para comer, eh.
— Una pizzería... — de haber sabido que sería una pizzería, la hubiéramos pedido a domicilio en vez de hacer pagar al pobre Alex el caro pasaje de taxi. En fin — ya qué — suspiré pesadamente.
Creo que lo que más me duele es tener que salir de mi cueva.
— ¡Alice! ¡Alex! ¡Camile! — exclamó el padre de Alice, Steven — tomen asiento, estábamos por ordenar — dijo alegremente alzando una lata de cerveza con mi papá.
— ¿Quieren decirme porqué están bebiendo tan de noche, estando sus esposas e hijos aquí, si se supone que era una cena de familias? — pregunté incrédula mientras me tallaba el puente de la nariz.
— Hermano, tú no vas a beber ¿Verdad? — le preguntó Alice a Alex mientras lo miraba mal.
— No — respondió con simpleza y se sentó a mi lado, mientras que Alice se sentó al otro lado de mí.
—... ¿No se quieren sentar juntos? — les cuestioné.
— Así estoy bien — dijo Alice encantada mientras que Alex que estaba mirando su teléfono solo confirmaba con la mirada.
— Ah, bueno — bufé y me alcé de brazos.
— ¿Pedimos dos pizzas? — preguntó la mamá de Alice, Rebecca a mi mamá.
— Solo somos 7 personas — dijo mi mamá — aunque conociéndolos, querrán una segunda porción — dijo y puso los ojos en blanco.
— Hawaiana y pepperoni ¿Verdad? — preguntó y mi mamá asintió — iré a pedir la pizza — se paró de su asiento y fue al mostrador.
— Díganme, chicas — habló el papá de Alice — ¿Ya están ambas preparadas para ir a la preparatoria?
— ¿Eh? Bueno no, pero no creo que sea tan difícil — dijo Alice, cosa que hizo que Alex dejara su celular de lado y echara a reír.
— Los profesores de preparatoria te quitarían hasta el alma si pudieran — dijo Alex suspirando mientras meneaba la cabeza.
— ¿Tan malo es? — pregunté y abrí una lata de refresco.
— Sin refresco antes de la comida, Camile, Alice — dijo mamá y apartó de ambas nuestros refrescos.
— ¡Claro! Te hacen exámenes sorpresa, te piden ensayos, exposiciones, trabajos en equipo, te ponen a hacer trabajo comunitario, debes tener puntos extras y además, te ponen tareas hasta para tus nietos — murmuró y describió como si estuviese relatando una pesadilla.
— Puedo con ello — escupí con simpleza.
— Igual yo — respaldó Alice y reímos entre las dos.
— Les he advertido. Que conste que les he advertido — dijo Alex y meneó la cabeza.
— Yo creo que la preparatoria no siempre tiene que ser como la relatan los egresados — dijo papá — hay que dar tiempo a los estudios, pero también a la diversión — rió y se alzó de hombros.
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Editado: 28.10.2022