Camile Valentine
— A veces quisiera que el mundo se pusiera de cabeza y todos cayéramos de él de una vez por todas — murmuré infelizmente.
— ¿De cabeza? Por cierto ¿Por qué el profesor me llamó Ken hace unos ratos? — preguntó Evan.
— Por ser rubio, guapo e imposiblemente perfecto visto desde una mira estética — murmuré contra la mesa, pues me había pegado voluntariamente la cara a esta.
— ¿Imposiblemente perfecto? ¿Acaso te parezco guapo? — exclamó emocionado.
— No. Pero a ellas sí — dije con desinterés mientras señalaba a las chicas que babeaban por él.
Él solo se quedó en silencio unos momentos y su rostro se hizo algo lleno de felicidad y a su vez, algo lleno de consternación.
¿Qué dem...?
— Bueno, todos ustedes me agradan pero a mí me interesa más hacerme tu amigo — dijo y su rostro cambió a uno lleno de amabilidad y ternura.
— Bueno, pero yo no...
— Camile. Evan. Vayan al salón de maestros a recoger unos papeles — dijo Thomas quien venía entrando.
— ¡Vamos! — exclamó Evan al mismo tiempo que jalaba mi mano y me levantaba incitándome a ir con él.
Al llegar a la sala de maestros, nos encontramos con los profesores que se veían serios platicando unos asuntos de quién sabe qué.
Evan hizo señas al maestro para que nos pelara y cuando el maestro se percató de esto, se levantó y se dirigió hacia una pila de papeles. Por lo menos unas 400 hojas de papeles.
— Vayan a dirección y entréguenle esto a la secretaria. Es mi papeleo — dijo el profesor — también quiero que discutan con los alumnos los términos y el orden que se va a fijar. Ya saben. Orden de casilleros, orden de asientos, quién hará el aseo tales días y todo lo que viene indicado en este papel — nos dijo mientras nos daba un listado.
— Sí, maestro — dijimos ambos y concentramos nuestra atención en la hoja.
— Tanto el orden de los casilleros como el orden de los asientos lo deberían de elegir ellos ¿O te parece que solo elijan el orden de los casilleros y nos quedemos así como estamos? — murmuró en mi oído mientras centraba su atención en la hoja.
— Oye. Estás muy cerca. Aléjate un poco — le dije al ver que casi estaba encima de mi hombro.
— ¿Eh? ¡Oh, lo siento! — dijo y se alejó algo apenado.
— Yo sí pienso que deberíamos de elegir nuestros asientos — expresé y me alcé de hombros.
— A mí me gustaría estar en el mismo lugar contigo — dijo con cara de cachorro muerto.
— No me hagas esa cara. No eres un cachorro muerto ni nada como para que me convenzas con ojitos — dije mirándolo con incredulidad.
—... ¿Cachorro muerto? — preguntó nervioso y algo aterrado tocando su cara con nerviosismo.
— No, es solo una metáfora — expliqué con desesperación al ver que al parecer, es algo sensible.
— No quiero ser un cachorro muerto — murmuró nervioso.
— Bueno, bueno. No lo eres ¿De acuerdo? — dije e hice punto final — cielos. Mi personalidad apesta, pero tampoco necesitas hacerme sentir como el ser humano más detestable que desea que cualquier persona al azar sea un cachorro muerto — suspiré.
— ¿Entonces siempre eres así? — preguntó.
— Sí ¿Se nota mucho? — pregunté y me pasé la mano por la cabeza.
— ¡Qué simpática eres! — exclamó y me dio un pequeño abrazo.
— ¡Tú eres muy simpático! ¡No te pases de simpático! — reclamé empujándolo de las mejillas para que se apartara. Ahora sí parece un cachorro.
— Lo siento. Solo supuse que aquí todos eran más abiertos — se rascó la cabeza.
— Televisión, eh — moví la cabeza con desaprobación.
Íbamos cargando los papeles hacia la dirección.
— No sé hacer amistades ni sé crear relaciones sociales. Prefiero estar en mi habitación haciendo cualquier otra cosa — me confesó con cara de mártir.
— Tampoco yo. Ya somos dos — dije con simpleza — aunque eso no te debería de afectar. Tú eres tú aunque seas un poco raro, pero no necesitas de nadie para ser mejor persona. Las personas ayudan a creer, pero tú solo puedes crecer — murmuré inconsistentemente.
— ¿Tienes muchos amigos? — preguntó curioso.
— No sé. Solo unos puedo llamar amigos, y ni siquiera yo sé si realmente son lo que quiero creer que son — dije.
— Yo me aíslo. Pero tal vez pueda tener la oportunidad de creer que la vida vale la pena — dijo sonriente como si nada.
¿Eh?
Paré en seco.
— ¿Pasa algo? — preguntó.
— ¿Creer que la vida vale la pena? ¿A qué te refieres? — le interrogué con el ceño fruncido.
— La soledad hace mal. Y te lo digo a ti, porque... No sé, me agradas. Parece que tú me entenderás más que nadie — me sonrió con suavidad — pero pareces esquiva y reacia a relacionarte conmigo — dijo con una triste sonrisa y suspiró — ¿Puedo preguntar... Si hay alguna razón para que no te quieras relacionar conmigo?
Me quedé en silencio durante unos minutos, cosa que le decepcionó.
Ah, ya veo. Un personaje con trasfondo.
Se supone que el plan es que diga algo como "No es verdad, eres un gran chico con un hermoso corazón. Quiero ser tu amiga si tú aún lo deseas así" en un tono estúpidamente cursi.
Soy alguien que se apega al sistema, pero de vez en cuándo, me gusta pensar que aquí el sistema soy yo.
— Honestamente, eres un tipo raro y de vez en cuándo fastidioso. Pero no te preocupes. Todos somos así de vez en cuándo, así que si quieres ser mi amigo sabiendo lo tediosa que puedo llegar a ser, entonces ¡Bienvenido seas! — exclamé con una sonrisa irrompible.
¿Y bien? ¿Quieres seguir siendo mi amigo aún después de que te he llamado raro y fastidioso? ¿Eh?
Evan quedó estático y en silencio, así que le di unas cuántas palmadas con la mano que tenía desocupada, para posteriormente enganchar mi brazo a su codo. Entonces él volteó hacia mí con rostro rojo y avergonzado... ¿Qué miércoles?
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Editado: 28.10.2022