Vivir en el mundo o Vivir para el mundo

Prologo

Siempre he creído que el miedo, la frustración, la incertidumbre, la pereza, la ansiedad y la inseguridad se vuelven cada vez más comunes en nuestras vidas. Esos sentimientos y sensaciones se convierten en nuestros principales enemigos: nos detienen, nos derriban, nos hacen dudar, sobrepensar, nos aíslan, y nos hacen sentir que la vida nos falla.

Y si bien la vida no es fácil, estas emociones nos hacen creer que hemos fracasado antes siquiera de intentarlo. Les encanta burlarse de nosotros por nuestra poca fe y falta de resiliencia.

Pero, ¿y si fuera diferente?
¿Y si esas emociones intentan decirnos algo?
Quizás es ese malestar, ese cansancio de intentar seguir el ritmo de alguien que no es nuestro modelo a seguir. Ese esfuerzo por reír en un círculo que a otros les provoca gracia, pero que a nosotros no. La necesidad de aparentar algo que no tenemos ni deseamos.

Quisiera decir que me tomó poco tiempo descubrirlo.
Pero la verdad es otra: me tomó casi toda mi adolescencia, y buena parte de mi juventud… y aún sigo trabajando en ello, ya en mi vida adulta.

Han pasado casi diez años, y ahora estoy aquí, detrás del telón, esperando mi turno para dar una conferencia magistral en mi antigua universidad.
Me tomó tiempo. Me tomó madurar. Me tomó caer muchas veces para poder estar de pie aquí.

Llevo puesto mi traje azul, hecho a medida. Me balanceo de adelante hacia atrás, sin cuidar demasiado el dolor en los pies.Jamás había usado zapatos formales tan cómodos, hecho a mi medida tallados por algunas manos que creyó en mi, con el material que aligera mi carga y me hace caminar con mayor firmeza.

Repaso por última vez mis notas, y las guardó en los bolsillos de mi saco, justo cuando el presentador comienza a leer mi historia.

Lo hace con entusiasmo, como si mi vida fuera algo digno de admiración. Y quizás para quienes me escuchan —futuros profesionales llenos de expectativas— mi historia tenga algo de valor. Pero yo lo sé: no he ganado premios, no soy experta en ninguna rama, no tengo grandes títulos ni distinciones.

Lo que tengo —y eso sí puedo decirlo con certeza— es experiencia en ser humana.
Y en esta vida, a veces, eso basta para tener algo que decir.

——Recibamos con un fuerte aplauso a la licenciada Mara Galas, exalumna de esta universidad —graduada hace diez años con honores—, quien nos hablará sobre: “¿Vivir en este mundo o vivir para el mundo?” —anuncia la presentadora, con un leve titubeo, como si el título la hubiese sorprendido.

Su voz resuena por todo el auditorio mientras me hace una seña para que suba al podio.

Respiro profundo y dejo salir todo el oxígeno de mis pulmones.
Mi piel se eriza, pero eso no me intimida; al contrario: me da valor para avanzar.
Con paso firme, y calzada con tacones que hacen eco, subo el primer escalón. Por primera vez en mucho tiempo, no siento emociones negativas aferradas al pecho.

Termino de subir esos escasos cinco peldaños, haciendo que todo se abra ante mí:
un auditorio con futuras generaciones de profesionales, de pie, aplaudiendo.

—Muchas gracias. Ya han hecho la presentación, pero me gustaría hacerlo de nuevo… —digo, pausando mientras camino al centro del auditorio. Ahí veo un sofá, pero no me siento; permanezco de pie, recta, con presencia.

—Mi nombre es Mara Galas. Es un gusto conocerlos.




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