El nacimiento se retrasó unos jornadas de la fecha estimada por el médico del pueblo, y todo el mundo comenzó a impacientarse. No se hacía nada a menos que fuera absolutamente necesario porque temían que cualquiera acto, aun los más benignos hábitos, por nimios que parecieran, provocaran un efecto indeseado en el niño, o peor, su muerte. Por más que el doctor se esforzaba en calmarlos diciendo que ese tipo de atrasos era normal, los ánimos del populacho no se distendían. Hacía tanto tiempo que no sabían lo que era normal en esas situaciones, que hasta el más mínimo cambio climático los agitaba. La vida de los vecinos estaba detenida ante la espera del primer bebé, el hijo del pueblo, su salvación.
Para asistir al gran evento, el nacimiento, migraron cientos de extraños al poblado, quienes afirmaban ser allegados de la familia Morris, de naturaleza vampírica por supuesto. Ellos, junto a los felices ciudadanos, se pasaron las últimas dos semanas brindando por la llegada del bebé y esperaban impacientes el parte del doctor con la esperanza de que la próxima vez que saliese de revisar a la parturienta, les diera la mejor noticia de todas.
Entre los migrantes que acudieron al alumbramiento, se encontraba una mujer que decía poseer experiencia en nacimientos de vampiros. Esta matrona, que no era ni humana ni vampira, se presentó ante sir Joseph como una quimera. Aseguró que fue enviada de parte de un simpatizante suyo en la corte real, quién prometía allanarle el camino para reclamar el trono si el niño nacía sano. El futuro padre, no habiendo hallado a ninguna comadrona de su especie, al principio dudó de la identidad de la misteriosa mujer; pero le abrió las puertas de su casa cuando ella demostró que conocía a la familia real de vampiros originales, y la historia de cómo fueron destronados luego del advenimiento de la infertilidad sobre la especie; además de darle detalles de cómo él fuera exiliado para acabar en Pionners. Aún cuando sir Joseph no conocía a las quimeras más que a través de la mitología y el aroma de la mujer no correspondía con ninguna experiencia pasada, las cicatrices y tatuajes sobre su piel afirmaban que tenía relaciones cercanas con los vampiros y la magia. Fue por esta que él desplazó al buen doctor, rebajándolo a solo comunicar el parte a la gente que esperaba noticias.
.
En cambio, en la mansión, Anne no quería que el tiempo avanzara, en los últimos meses su marido se había desocupado para cuidarla, pero últimamente no le quitaba la mirada de encima; sus ansias la perturbaban y no quería ni pensar en los planes que tenía para ella luego del parto.
Durante el período en que sir Joseph no se movió de su lado, manejaba sus obligaciones desde casa, y Anne no pudo evitar escuchar algunas de sus "conversaciones de negocios". No todo eran tierras, gobernar de pueblos y controlar rutas de mercado; también hablaba de secuestros, captura de esclavos, ajustes de cuentas, asesinatos, sacrificios y conversiones. Cada palabra que escuchaba la horrorizaba más. Llegó a conocer las dos caras del sir, el esposo y el “empresario”.
Los ojos y oídos de Anne contaban historias diferentes, más bien versiones que no coincidían entre sí, y no sabía a quién creerle. Por momentos olvidaba todo lo que sabía y se dejaba llevar por las palabras hipnóticas de su marido. Inclusive intentaba adaptarse a él, ya que durante toda la gestación no dejó de llenarla de regalos y hasta preparó una habitación para el bebé, equipada para que pudiese pasar toda su vida allí. Además de eso, escogió de antemano a una muchacha para ocupar el cargo de nodriza.
Tal como la matrona lo predijo, el alumbramiento se complicó porque, aunque Anne era humana y fértil, los genes vampíricos del padre venían con un riesgo de muerte. Sir Joseph sabía a qué se enfrentaba, aquella no era la primera vez que intentaba tener un hijo con una humana, pero sus dioses y oráculos le habían prometido que Anne era el receptáculo ideal para llevar a cabo el prodigio, la elegida para devolverlo al trono del que sus hermanos lo expulsaron.
El trabajo de parto de Anne duró toda la noche y acabó a primeras horas de la mañana. Entonces la matrona se acercó al padre con noticias terribles, le anunció que debía tomar una decisión difícil. Por un lado, su hijo había nacido muerto, pero ella podía practicar su magia milenaria para resucitarlo. En ese caso, solo le restaba esperar a que la magia de la extraña funcionase. Por otro lado, Anne había perdido mucha sangre y no sobreviviría, a menos que la convirtiera en vampiro de inmediato. Esto representaba un problema para el vampiro, ya que eliminaba para siempre la posibilidad de concebir otro hijo.
Sir Joseph observó cómo la dama iniciaba sus artes oscuras sobre el cuerpo inerte de su hijo, una magia indocumentada que lo deslumbró con luces brillantes y olores fuertes, y que lo dejó inconsciente por unos momentos. Al despertar, se encontró con un bebé perfectamente sano, que se veía muy rozagante como si ya tuviera varias lunas de vida.