—¡¿LA ORDEN DE QUÉ...?! —gritó Darla Vidal y se paró de un sobresalto— ¿Dónde está el resto?
—Lo siento mucho —le contestó la curadora, Adrienna D'angelo, sorprendida por el arrebato—, eso es todo lo que poseemos sobre el asunto.
—Pero las páginas fueron arrancadas. —Notó Darla al inspeccionar el interior del libro.—. Deben estar en alguna parte.
La curadora parecía abrumada y le dio una mirada desesperada a Luca Soriano, mientras decía:
—Le juro que eso es todo el material del que disponemos. Yo misma recuperé este archivo y lo traduje a distintos idiomas. Todo está clasificado por categorías, nada se ha extraviado.
Luca se acercó a Darla y la tomó del brazo para calmarla.
—Está diciendo la verdad —le explicó Luca—. La primera vez que vine me pasó lo mismo. Y revolví todo en esta tierra para dar con las páginas y árboles genealógicos que faltan. Quién los haya tomado se aseguró de destruirlos o de esconderlos muy bien.
Dicho esto, Luca le hizo una señal a Adrienna para que los dejara solos.
—Volveré en un momento para guardar todo —se despidió ella.
Un poco más calmada, Darla se sentó de nuevo en su silla y revisó las notas que tomó en su diario. Las repasó y trató de encontrarle algún sentido a la información que tenía enfrente.
—Esto no puede ser todo, ¿verdad? —le preguntó luego a Luca.
—Bueno, esto es lo que hay. Luego está lo que ya sabes, leyendas y cuentos pasados de generación en generación oralmente, y los diarios de batallas de los vampiros.
—Pero esto no puede ser cierto. Los cazadores no descendemos de Adam, de los vampiros, somos enemigos.
El chico se acomodó sobre la mesa cerca de la silla de Darla y lanzó un gran suspiro hacía arriba como si pudiese ver su aliento escapando. Luego apoyó su mano sobre la de ella y le habló en el tono más tranquilizador que pudo.
—Tienes que admitir que esta historia explica muchas cosas. Por ejemplo, el porqué de los poderes sobrenaturales de los cazadores. No son tan poderosos como los de algunos vampiros, pero les sirven. Es como les pasa a los vampiros convertidos, ellos heredan algunas habilidades de los vampiros originales a través de la sangre, pero no todas. La especie se degenera con cada conversión, al igual que los cazadores cuando se unen a los humanos.
—No. —Darla continuaba en negación.—. Hay algo en todo esto que no me cierra. La gente empezó a armarse luego de la destrucción de Pionners, ellos también eran cazadores...
—Sí, pero eran simples humanos, y pronto abandonaron la gesta.
—¿Y qué pasa con la orden que nombró Emeraude? Ella dijo que existió por siglos antes del levantamiento de Pionners. También que tenían un arma secreta para combatir vampiros. ¿En serio no te llama la atención?
—No. La Iglesia Católica siempre supo de demonios y vampiros, por eso tienen libros sobre exorcismos donde recomiendan usar agua bendita y crucifijos. Esas son sus armas. Tú también viste esos libros.
—Yo sé que tiene que haber algo más. Tu teoría de que descendemos de un vampiro no explica todos los interrogantes que tengo. No explica porqué algunos cazadores tienen una conexión tan fuerte con otros del sexo opuesto. "Los cazadores vienen de a dos", ¿recordás? —Darla repitió la frase que había leído en uno de los diarios de su padre y que tantas veces vio concretarse en la realidad.
—Quizás eso lo explicaban las páginas faltantes, pero por ahora esta es la teoría más aceptable que tenemos. Además, lo que tuviste con tu primo, con Damián y con el inglesito ese solo fue una obsesión. Varias, en realidad.
Darla estaba tan indignada, que pasó por alto la indiscreción. Se negaba a creer que había una respuesta simple y reduccionista para todos sus interrogantes, y presentía que lo que buscaba estaba oculto en algún lugar, solo debía saber cómo rastrearlo.
En ese momento, la curadora volvió a entrar en la sala, diciendo que ya debían irse.
—Esperá. ¿No hay información sobre alguna orden de cazadores o algo así? Tiene que haber algo más —insistió otra vez la cazadora.
—Créeme, ya te di todo lo que tengo sobre los cazadores, y sobre los vampiros y cómo matarlos. Si existió esa orden secreta, no debió estar bajo la protección de la Iglesia Católica. Con el tiempo, muchos estudiosos llegaron a la conclusión de que a Emeraude no se le permitió unírseles porque era una religiosa. Una huérfana criada en un convento solo podía hacer una cosa en esa época, convertirse en monja, y en ninguna parte dice que no lo hizo.
—Pero tampoco afirman que sí —replicó Darla.
Adrienna empezaba a ponerse nerviosa.
—Los registros demuestran que la chica pertenecía a la Orden del Verbo Encarnado y el Santísimo Sacramento en Francia, y a una religiosa jamás se le permitiría unirse a una secta pagana. Y, si me disculpan, ya no pueden permanecer aquí. Estoy arriesgando mi trabajo por ustedes.
A Darla no le gustaba ser echada, pero comprendió que ya había obtenido todas las respuestas que brindaba aquel lugar. Guardó su diario y los de su padre dentro de su morral y salió de allí sin mediar otra palabra.