No quiero levantarme hoy, hace frío, voy al colegio de tarde pero igual me levanto temprano para ir al mercado con mi padre, él ya estaba despierto, desayunando. Miro a mi hermana menor mientras duerme bajo varias frazadas y le sonrío. Entro a tomarme una ducha caliente, se sentía bien. Era lunes y comenzaba una nueva rutina.
Mi padre tenía un pequeño negocio, comúnmente llamada despensa, en realidad no nos iba muy mal no éramos ricos, pero vivíamos bien. Era época de mayo comienzos del otoño, un mes con lloviznas y con mi padre teníamos que salir antes que amaneciera, fuimos a la parada a esperar el bus y no había mucha gente por la calle, vimos llegar un colectivo, de los internos, destartalados y nos subimos, nos sentamos, el sueño me perseguía, quería dormir más.
Llegamos a la panadería, olía bien el pan recién horneado, lo compramos y nos fuimos luego por una bolsa de galleta de 5kgs. y otra bolsa de coquito de 5kgs. Fuimos a esperar bus para el regreso y llegamos a mi casa a las 6:30 nuevamente, era una rutina que se repetía de lunes a viernes. A veces, me dormía nuevamente y eso hice.
Luego de despertarme desayune con mi hermanita, era pequeña de 2 añitos, una ternura, Mi abuela generalmente era la que preparaba el almuerzo, éramos una familia común y corriente. Una vida normal y monótona.
Al mediodía iba a la parada a esperar el bus interno que me llevaría al centro de la ciudad, seguía haciendo frío y en el colectivo había muchos alumnos: parados, sentados, de los distintos colegios de la ciudad. En mi colegio la mayoría eran desconocidos que venían de otras secciones, turnos distintos y escuelas distintas, así éramos los 40 alumnos. Empezaba mi primer año del bachiller técnico en administración.
Las clases eran largas y tediosas e iban hasta a las 18:00 horas. Un día en la clase de literatura y lengua castellana la profesora decidió organizar grupos, elegidos por ella, para gran disgusto de la mayoría ya que la mayoría tenían pensado con quién agruparse. A mí me daba igual, la verdad y se formaron los grupos de a cinco. Acabe en un grupo con unas chicas llamadas María y Romina y con dos muchachos: Lucio y Joaquín.
No conocía bien a ninguno por lo que veía ellos tampoco se conocían y así comenzamos. Tenía la noción de que María era un poco arrogante ya que venía de una escuela de clase alta de Villa Elisa, sus padres al final se decidieron por este ya que ellos mismos fueron egresados de aquí.
Romina parecía muy normal pero era callada, a lo mejor no le gustaba mucho llamar la atención, Lucio el sabelotodo y finalmente completaba el quinteto el introvertido Joaquin. La profesora comenzó explicando el tema: Declamación de poemas. Cada grupo debería investigar, practicar y realizar una declamación frente a los compañeros que sería también evaluado por un grupo de profesores.
El aburrimiento se veía en las caras de todos. Formamos el grupo entre los cinco y conversamos por primera vez, el primero en hablar fue Lucio, por lo que pensé que quería asumir el liderazgo. Parece que las dos chicas pensaron lo mismo y decidieron hacer un frente común para negarse. Ya que se necesitaba un coordinador y al parecer Joaquín tampoco estaba muy dispuesto a ese cargo, decidimos votar. Entre un ida y vuelta, finalmente quedo a mi cargo el grupo después de una extraña votación, en la que María y Romina votaron por mí, Lucio votó por él y Joaquin también por mí. Extrañamente, decidí votar por mí mismo amedrentado quizás por las miradas de las chicas. Así concluyó nuestra primera reunión y volví a casa, nada extraordinario.
Los siguientes días lo mismo en mi casa, ir a la panadería temprano, volver, hacer algunas cosas y prepararse para el colegio. En el día de educación física, después de los estiramientos, por fin el ansiado fútbol, la verdad que soy un jugador regular, no soy malo jugando, así que me podía desenvolver bastante bien con los compañeros. Tuve un fuerte choque con Lucio ya que él jugaba de defensa y yo de atacante pero no pasó a mayores.
Luego del intenso partido y completamente sudado se me acercó Romina, me preguntó cuándo nos reuniríamos y dudando un poco le dije que podría ser el fin de semana, le pedí su número de celular y me lo dio normalmente. Eso me hizo recordar que no tenía forma de comunicarme con ningunos de los otros miembros.
María siempre rodeada de sus amigas conversaban de temas varios, Lucio seguía jugando y Joaquin con su reproductor de mp3 en los asientos. Ciertamente era aburrido pedirles sus números pero de todos modos me acerque primero a María y no me quiso dar, después de explicarle para que era me lo dio a regañadientes, luego fui con Joaquin y Lucio que me dieron sin problemas. Guarde sus números y a cada uno les hice una llamada pérdida para que todos posean mi número por cualquier eventualidad. Todos seguimos con nuestras rutinas y nos separamos, me fui al baño, me duche y fui a la parada a esperar alguno de los buses para ir a mi casa. Al llegar, mamá había preparado omelet y los comí como siempre, en mi tranquila y despreocupada vida.
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Editado: 05.02.2020