Trato de mantenerme concentrado en los deberes que tengo pendientes pero es sumamente imposible. No he podido dejar de pensar en ella y es absurdo. Al entrar a nuestra siguiente clase noté que no dejaba de lanzarme miraditas disimuladas; su mirada taladraba mi cabeza y sentía un estúpido nerviosismo que no me abandonó hasta que llegué a casa.
Cierro una vez más el cuaderno y lo lanzo a la cama. Reposo la frente sobre mis antebrazos en el pequeño escritorio y suspiro derrotado, sintiendo impotencia. En ese momento tocan a la puerta y sin deshacer mi postura le doy paso a quien quiera que se encuentre del otro lado.
—Descansa un poco, hijo.
Mi madre posa sus manos en mi cuello dándome leves masajes. Le agradezco el gesto y levanto la cabeza sonriéndole. Ella me besa en la frente y sale repitiendo una vez más:
—Hazme caso, descansa. Seguro que los deberes pueden esperar por unas horas.
Asiento y la observo salir.
Amo a mi madre inmensamente. Es la única familia que tengo. De sangre al menos. Me levanto de la silla giratoria, dirigiéndome a la cama y así descansar. Tomo mi teléfono celular para colocar la alarma y no pasarme más horas de las estipuladas durmiendo. Lo coloco sobre la mesa de noche y un mensaje entrante hace que vuelva a tomarlo.
Veo el nombre del remitente una y otra vez y me cuesta asimilarlo. Leo lo que dice y mi mente empieza a trabajar, creando más de una respuesta a la vez.
Muy en el fondo sé que debo rechazar cualquier acercamiento hacia ella. Eso solo causaría problemas. Si tan solo tuviese el consuelo de tenerla cada sacrificio valdría la pena. Haría cualquier cosa sin pensar.
Decido ignorar el mensaje y dormir. Seguramente fue una equivocación y no debo darle más importancia de la que tiene. Pero nuevamente mi acción se ve interrumpida.
No me ignores, por favor.
Dejo el celular y frustrado paso las manos por el rostro. Sabe que he visto el mensaje, y me doy cuenta que ese pequeño detalle se me ha escapado. Expulso una gran bocanada de aire y decido esta vez responderle.
¿Qué quieres?, ¿Por qué me escribes?
Directo y cortante. No es necesario dejarle ver que estoy dispuesto a cuando a ella le plazca.
Necesito…
lo único que escribe el mensaje. Decido esperar.
Te necesito.
Cierro los ojos y suspiro. Cómo me puedo negar a una petición suya sabiendo lo que sé. Podría estar o no mintiéndome pero no tengo manera de saberlo.
¿Por qué a mí?, ¿por qué ahora?
Mis respuestas han sido una serie de preguntas que no he logrado dejar de lado. Se pasean por mi cabeza y necesito su respuesta. No quiero crearme una fantasía y vivir pensando que finalmente se ha dado cuenta que en mi vida aún sigue siendo una persona importante y especial. Como ha sido desde el momento que la conocí.
Solo ven, te lo suplico.
Leo el mensaje y no puedo evitar sentir cierta aprehensión. No me quiero imaginar cómo debe estar para que me esté buscando justo ahora. Después de un año transcurrido.
Está bien
Maldigo el no tener la suficiente voluntad para negarme a su petición.
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Editado: 30.12.2018