Vivirás en mi memoria

Capítulo 3

Nunca sabes si una persona te puede llegar a agradar, si nunca le das una oportunidad, puede ser que la conozcas mejor, puede ser que te caiga bien, o por el contrario te desagrade, pero entonces la habrás conocido, habrás aprendido de ella y serás capaz de pensar en esa persona como alguien importante que llegó a tu vida y te dio un poco de sabiduría.

Durante el viaje en el auto ninguno de los dos habló, no dijeron nada, no hicieron sonido alguno, ni siquiera habían puesto música para menguar la atosigante tensión que se vivía en la cabina de aquel auto blindado, de color negro, que aunque ya se le notaban los años de uso, parecía funcionar muy bien.

Martha pensaba en los momentos bellos que había pasado junto a su abuela, Richard pensaba en su esposa y asi, el tiempo entre carretera y palabras no dichas, se pasó volando.

En algún momento del camino, Richard decidió parar en una gasolinera, que también contaba con servicio de comida rápida y hotel. A Martha no le importó hacer una pausa, después de todo no tenía a dónde ir. No obstante, un poco de conciencia llegó a su mente y pensó en lo irresponsable que había sido en irse con un completo desconocido, y en las consecuencias que eso podría llevarle y fue así como tomando una decisión, encendió el auto y lo puso en marcha.

Richar al escuchar el motor de su auto, salió del local, corrió tras el auto y se abofeteó mentalmente por haber aceptado que aquella mujer lo acompañara. Él no era una mala persona, pero el miedo de Martha o más bien su inseguridad, era justificable. No se conocían.

Martha manejó al menos quince metros, hasta que el auto se quedó sin gasolina, pues en su afán de escapar, no había permitido que Richard llenara el tanque de gasolina.

Bufó y golpeó el volante, llena de frustración.

— A ti te roban el auto, ¿y tú me lo robas a mí? — dió un sobresalto y miró por la ventana a un cansado Richard, estaba más pálido de lo normal, se miraba muy mal y verlo así, solo le provocó culpa.

— ¿No eres un delincuente? ¿Un psicópata desalmado? ¿Un traficante, quizá?.

Richard la miró como si estuviera viendo a un ñu parlante y negó.

— No, solo viajo solo para no toparme con locas como usted, y mejor no le pregunto si usted es una ladrona demente, porque no es necesario, se nota que sí.

La señora trató de no ofenderse y bajando del auto, deslizó sus manos por sus caderas, en la tela jeans de su pantalón para secar el sudor de sus manos y lo miró apenada.

— Supongo que me ganó la incertidumbre…

Richard elevó una ceja y se cruzó de brazos. — Suponga mejor que le ganó la locura.

No tenían como mover el auto, por lo que la única opción que encontraron fue regresar a la gasolinera, pedir servicio de remolque y pasar la noche en el pequeño hotel.

— lo lamento mucho. — se disculpó la castaña, extendiendo una mano a su compañero de viaje. — Soy Martha.

Con tanto en mente no se habían presentado.

— Richard. — le estrechó la mano amablemente.

Reservaron dos habitaciones, pidieron comida en el restaurante y mientras degustaban sus platillos, a Martha le pareció buena idea conocer más a la persona con la que viajaba, entonces trató de entablar conversación.

— ¿Hace mucho que viajas? 

A Richard le pareció absurda la forma en la que ella quería conocerlo, sin embargo se limitó a sonreír y asintió.

Al menos lo estaba intentando.

— Dos años, ¿Y tú?.

Las formalidades después del robo del auto, habían quedado en el pasado.

— La verdad, es mi primer viaje, nunca me había atrevido a salir más allá de mí ciudad.

— se nota. — soltó con gracia Richard. Su sorpresa fue ver a Martha reír con sus palabras.

— La verdad siempre estuve al lado de mi abuela, ella fue la única persona que creyó en mí pese a mis errores. — su mirada se tornó cristalina por las lagrimas. 

Richard sabía lo que era eso, a lo largo de su vida, su esposa había estado ahí para él, lo había acompañado desde su adolescencia y sin premeditarlo, ese accidente le había quitado todo.

Hablaron durante un rato, Martha claro, se abstuvo de decirle que no tenía dinero para pagarle el viaje, aunque por suerte tenía un poco de efectivo para pagar el plato de comida que había pedido en el local de comida que estaba adjunto a la gasolinera.

— Mi abuela decía que estos lugares le daban miedo, casi siempre pasaban cosas malas en las películas, cuando el auto se les quedaba averiado cerca de una gasolinera.

— Normalmente salen Zombies y fantasmas, supongo que ahora lo sabremos. — Rió Richard.

— Si te atacan ¿Puedo quedarme con el auto?.

— ¿Y si te atacan a ti, que gano yo?.

— Una bonita cartera y la posibilidad de sobrevivir.

Ambos rieron.

Se pasó la tarde más rápido de lo que esperaron, el servicio de remolque no estaba funcionando desde el mediodía, por lo el auto de Richard seguía varado a la mitad de la nada en la carretera.

Eran noches lluviosas, pero el ambiente en aquel lugar no era para nada nostálgico, al contrario, todo se miraba muy alegre, había música, bebidas y risas a montones de parte de los empleados y unos que otros clientes, que al igual que ellos, habían decidido descansar en aquel lugar antes de continuar con su travesía.

— ¿Alguna vez te preguntaste por qué las personas viajan sin rumbo alguno?

La pregunta de Richard la descolocó. Claro que sabía la respuesta.

— Necesitan huir, escapar de lo que les hace daño.

Era una buena respuesta, pero para Richard que ya había pasado por esa etapa, no lo miraba de esa forma.

Aunque algo de cierto tenía.

— Yo creo que muchos simplemente lo hacen para vivir, conocen lugares nuevos para dejar una huella, quieren ver lo más que puedan antes de cerrar sus ojos para siempre. ¿Qué es la vida si no una bonita postal de momentos?.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.