Vivirás en mi memoria

Capítulo 4

Un nuevo día dio inicio, se levantaron temprano, bajaron al primer piso para asegurarse de que el auto ya estaba en perfecto estado y al darse cuenta de que así era, emprendieron de nuevo su viaje.

Ninguno había hablado de lo sucedido la noche anterior, preferían que fuera así, después de todo no se conocían tan bien como para entablar una conversación tan incómoda.

Una vez en la carretera, Martha se atrevió a poner música en el reproductor, necesitaba apaciguar sus nervios y callar el silencio incómodo, algo a lo que Richard no se opuso, él de igual manera quería dejar de pensar en lo sucedido. Se había dejado llevar demasiado por los sentimientos de familiaridad que aquella mujer provocaba en su interior.

Llegaron al pueblo vecino, se suponía que era hora de despedirse, pero entonces cuando ella estaba por bajar del auto, él la detuvo de la mano.

— Lo de ayer… 

— digamos que no pasó nada, que fue solo un baile. — ella sonrió. Bajó del auto, trató de no mirar hacia atrás y sintiendo de nuevo aquel vacío en su pecho, se dirigió a la primera tienda de ropa que encontró.

Necesitaba un cambio urgente.

Tomó un vestido veraniego de color amarillo de uno de los maniquíes, se metió al vestidor para tallarselo y salió de nuevo para mirarlo frente al espejo, pero se asustó al escuchar una voz a su espalda.

— Es muy bonito, pero se vería mejor un blanco. 

— ¿Qué haces aquí?— intentó controlar sus nervios.

Richard no quería aceptarlo, pero desde que la había conocido hace dos noches, por primera vez en mucho tiempo se había sentido bien, se había sentido vivo y quería seguir sintiéndose de ese modo, así que había vuelto por ella.

Solo que, era demasiado atrevido decirlo de ese modo, así que se fue por las ramas.

— Bueno, me di cuenta de que no me pagaste el viaje y también quería comprar algo de ropa.

Martha sonrió con vergüenza.

¿Cómo le decía que no tenía ni un quinto?

Richard por otro lado, sabía que ella no tenía mucho efectivo, la había visto en la posada cuándo había sacado su dinero de la cartera, y en el restaurante cuando pagó su comida, pero no quería decirle que le había agradado su presencia y quería conocerla más.

— si me ayudas a elegir ropa, daré por pagado el viaje. — sonrió.

Martha estaba nerviosa, pero debía aceptar que verlo de nuevo, le había agradado mucho y estaba feliz de que él estuviera ahí.

Tomó una camisa de estilo hawaiana y se la mostró.

— ¿Es en serio? ¿Con esta lluvia?.

Ella sonrió.

— En toda la tienda no hay ropa cálida.

Tomó entonces una camisa de cuadros, color azul, que hacía juego con un sombrero de vaquero y una mascada.

— ¿Y el caballo en donde está? — inquirió en medio de una risotada.

Busco una ropa más casual, sin embargo, todo en aquella tienda era lo contrario al estilo del ojiazul…

Se quedaron un rato buscando ropa, probando cada diseño, cada estilo, hasta que de nuevo la tarde llegó.

— ¿Entonces aquí es la despedida? — Richard negó.

— No sé tú, pero acá cerca hay una playa, me quedaré un tiempo en el pueblo y visitaré la zona.

— ¿Con estas lluvias? — fue su turno de preguntar. 

— Nunca es mal tiempo para hacer las cosas que deseas. — le guiñó un ojo.

Decidieron explorar el pueblo, fueron a la iglesia que se encontraba cerca, se pasaron el día ayudando al sacerdote en la celebración de la pequeña fundación infantil que había en el pueblo y Richard no pudo evitar sentirse triste cuando vio a Martha sostener un bebé en sus brazos.

Pensó de nuevo en aquel día en el que había perdido a su esposa, ella estaba embarazada y jamás pudo conocer a su hijo.

Martha al verlo triste, se acercó a él y le entregó al bebé para que lo cargara. Los bebés tenían un alma tan pura y cálida que alegraban el alma.

Al llegar la noche, reservaron una habitación en el hotel.

— yo me quedaré en el piso. 

— No hace falta. — ella se negó, después de todo, él estaba pagando la habitación — podemos compartir la cama.

Así lo hicieron.

En toda la noche se dedicaron a hablar, contar anécdotas de su juventud, como la vez que ella se había tirado del muro que rodeaba la escuela para entrar a clases, se había levantado tarde y el colegio estaba cerrado. O la vez que él había chocado el auto de su padre en la secundaria y había tenido que trabajar en el taller de su tío Eddie para pagar la reparación.

Ella le hablo de su abuela y su matrimonio fallido, Richard le contó sobre su esposa y su hijo.

Martha estaba sorprendida de ver la forma en la que pese a todo el sufrimiento, él miraba la vida.

Era digno de admirar.

— Creo que nuestra misión siempre va a ser, ayudar a que alguien sonría, vea el mundo de manera diferente y se enamore de la vida, si somos capaces de hacer eso, entones nuestra misión está cumplida.

Pero… ¿De qué servía si esa persona al final se iría luego de cumplir su misión?. Martha no lograba entenderlo.

Entre risitas, secretos y miradas de admiración por parte de ambos, les ganó el sueño, dos almas solitarias, que quizá necesitaban simplemente, encontrarse.

 




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