Vivirás en mi memoria

Capítulo 6

Martha no podía creerlo, su esposo era fuerte, era invencible a sus ojos, el tiempo que habían estado juntos había sido tan corto, pero tan lleno de momentos, que sabía que él no podría irse así de fácil.

Pudo ver la caja fúnebre, pero ella no aceptaba que él estuviera ahí, pudo ver el día gris, pero para ella era solo un día más.

Richard llegaría como cada tarde, bailarian una hermosa sonata de invierno y hablarían hasta el amanecer de cosas triviales.

— ¿Estás bien?.

El sacerdote se vio sorprendido al verla tan tranquila, ni siquiera se había vestido de luto, seguía usando aquel vestido blanco que tanto le gustaba a su esposo.

— Estoy bien, padre. ¿No debería?— sonrió con sus ojos apagados.

Miradas tristes se posaban sobre ella, murmuros de terceros llegaban a sus oídos, pero ella solo podía pensar en la sonrisa perfecta de su esposo.

— quizá deberías ir a casa y descansar. — sugirió al final el padre, al ver que ella parecía cansada.

— Sería bueno. — habló entre sollozos ahogados, viendo el frío ataúd de madera frente a ella. — Richard no tardará en regresar a casa. ¿Cierto?

El anciano padre cerró sus ojos y posó su mano en el hombro de la mujer, suspiró mirando cielo y se alejó de ella.

Le dolía verla así.

Se levantó de su asiento, salió de la capilla en la que hace poco tiempo había celebrado su boda y caminó despacio hasta su casa.

En el fondo ella no quería llegar, muy en su interior sabía que Richard jamás regresaría y si aceptaba que aquello era así, entonces se volvería real y ella no lo soportaría.

Sería como una muerte lenta.

Ella solo estaba tratando de protegerse.

Al llegar a su hogar, se dió cuenta de que por vez primera, su esencia se estaba perdiendo, el color había abandonado las paredes, los muebles, el piso sobre el que estaba parada… todo era totalmente gris, nada tenía vida.

— Llegué. — habló en voz alta. — ¿Recuerdas que te dije que volvería pronto? Estoy lista para el baile que te prometí.

El silencio fue su única respuesta.

La soledad la abrazó de nuevo y cuando llegó a su cuarto y se acostó en la cama, comenzó a recordar cómo había conocido a Richard, como había sido su primer beso, su primer baile, su primera vez, su primera discusión… como había sido la primera vez que lo vio sonreír y lo mucho que le había gustado.

Cada secreto compartido, cada lluvia que escucharon caer juntos, cada día frío que menguó en sus brazos y cada "Te amo" dicho durante ese tiempo.

Y pensando en ello, se quedó dormida.

 

(...)

— ¿Recuerdas ese día en la posada, luego de que se robaran tu auto?

— ¿a dónde estás … amor? ¿por qué no puedo verte?

— Yo sí sabía que era tu auto, pero quería conocerte, luego pensé que sería inútil pedirte que te quedarás si al final yo me iría… pero te quise desde que te ví.

— Richard.

Lo vio aparecer entre una fuerte neblina, pronto todo fue más claro y pudo observar el lugar en el que se encontraban.

Era su casa.

— ¿Me concedería un último baile, señora Griffin?. — Richard extendió sus brazos hacia su esposa. 

Ella lo abrazó fuerte, pegó su mejilla al pecho fuerte de su esposo y soltó un suspiro pesado.

No lo quería dejar ir.

Ella aún lo necesitaba.

— ¿Entonces en serio te irás?.

Richard sonrió, acarició dulcemente la mejilla de su esposa y dejó un profundo beso en sus labios —. Yo no me iré, simplemente estaré esperándote en un lugar mejor, en donde bailaremos por siempre. Pero antes, cumple tu parte en la vida, amor… 

— pero estaré sola… 

— yo no te dejé sola.

 

Martha abrió sus ojos, miró a su alrededor y se encontró con sus mejillas húmedas de tanto llorar.

Era cierto… Richard ya no estaba y ella debía seguir adelante, por él.

Aún si el futuro se miraba incierto.




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