— Te mereces lo que te pasa, nadie te obligó a estar con ese mantenido, muchos te lo dijeron, incluso tu madre y no te importo nada. Ahora no pidas ayuda, arregla tu misma tu vida, eres una perdedora, lo mejor es que nunca vayas a ver a Elizabeth, y que ella crea que su mamá murió — le dijo su ex esposo.
El amanecer la encontró recordando su infancia, cuando todavía su padre vivía y veían sus series favoritas juntos, sonrió al pensar que de niña se había enamorado de uno de los personajes de Dragon Ball, que infantil era en ese tiempo se dijo riendo triste, en eso vio pasar una estrella fugaz, iba a pedir un deseo cuando se rió irónica.
"Tan adulta y todavía crees en esas cosas, de verdad eres una idiota como todos dicen, la vida es como es, cruel, la magia no existe".
Al dar un paso sintió algo en el suelo, había un colgante muy lindo, con una piedra verde que tenía el relieve de una cabeza de dragón, estaba en una cadena de plata, le llamó la atención verlo allí, estaba casi segura que no había nada cuando se sentó. Lo guardó en el bolsillo del pantalón, la hizo sentir muy bien tenerlo, tomó fuerza, fue a donde vivía, como pensó la dueña de casa la esperaba.
— Debe dejar este hogar, somos gente decente, tiene 15 minutos para llevarse todas sus cosas.
En una maleta hecho todas sus posesiones materiales, y salió caminando lentamente, sin saber qué hacer ni dónde ir, por suerte en su andar por la ciudad se encontró con una amiga de cuando estudiaba, a la que no veía desde antes que naciera su hija.
— Hola Roxana tanto sin verte.
— Hola Rosita ¿Cómo estás?
— Bien ¿Te caíste? — preguntó al ver su brazo enyesado.
— Algo así — se puso muy triste y angustiada al recordar porque estaba así.
— Ven, vamos a mi casa, vivo cerca ¿Vienes de un viaje?
— No — no hablaron más en el camino, Rosa sentía que algo muy grave le pasaba a su amiga.
Cuando llegaron al departamento de su amiga, Roxana le contó todo, y termino llorando amargamente.
— No pensé que la estabas pasando tan mal. Por ahora ven a comer algo, te apuesto que ni siquiera has desayunado.
— Gracias — susurró avergonzada, su estómago la había traicionado.
Al terminar, tomó sus cosas para irse.
— Espera — dijo la dueña de casa — ¿Dónde vas?
— A buscar donde alojarme.
— Nada de eso, te quedas aquí.
— Pero...
— Te quedas dije.
— ¿Qué dirá tu pareja? No quiero que tengas problemas por mí.
— Hablare con él, tranquila, me ayudaste mucho en el liceo, y cuando estudiamos en el instituto, ahora me toca apoyarte.
Por suerte la pareja de Rosa no se opuso a que la mujer se quedará con ellos, cuando supo su historia. Roxana logró conseguir trabajo a la semana, y a los tres meses, cuando tuvo su contrato indefinido, inmediatamente arrendó una pieza.
— Nadie te ha puesto una mala cara ¿O sí? — le preguntó su amiga.
— Por supuesto que no, pero sé que una estadía corta es lo ideal, no quiero aprovecharme de ti, ya estoy con trabajo estable, y no ganó mal.
— Está bien, te entiendo, pero si pasa algo avísame, te quiero mucho amiga.
A los seis meses ya pudo arrendar una pequeña casa, y su ex esposo le permitió ir a ver a su hija, las cosas iban mejor, hasta que de nuevo apareció Antonio en su vida. La tarde de un fin de semana se le apareció cerca de un supermercado.
— Amorcito, que bueno encontrarte, cuando puedo cambiarme a nuestra nueva casa, supe que te ha ido bien.
— Nunca, idiota, déjame en paz.
— No cariño, tu eres mía, y si no me das el dinero que me debes, y no me dejas vivir contigo tu hija y tu manita me las pagarán, tarde o temprano averiguaré donde viven — se fue seguro que en su próxima visita ella lo aceptaría de nuevo.
Tal como él pensó, la mujer iba a aceptarlo por miedo que dañará a sus seres queridos, hasta que el colgante que encontró, y que estaba sobre una mesita dio la impresión de brillar, ella lo vio y sintió una extraña fuerza en su interior. Cuando Antonio volvió al otro día lo hecho de la casa.
— No — le dijo Roxana lento y firme.
— Entonces atente a las consecuencias, maldita desgraciada.
— ¿Me volverás a golpear?
— Ahora no serán solo moretones o la muñeca rota, te mataré, y no solo a ti, también a la vieja de tu mamá, o a la idiota de tu hija.
El hombre se adelantó para pegarle un puñetazo, Roxana miró desesperada, no pensó que actuaría tan violento, por eso no estaba preparada, por suerte vio un cucharón antiguo, de porcelana, no dudo un minuto, lo tomó y le rompió la cabeza
— Maldita — él logro quitárselo y la botó lejos de un golpe — te mataré — pero la mujer ya no se dejaría golpear sin defenderse, vendería cara su vida si era el caso, vio la escoba con mango de madera botada en un rincón, la tomó y empezó a golpearlo en las costillas y los brazos, Antonio se cubrió el rostro, si lo deformaba, perdería "su negocio" — te voy a denunciar, mira como me dejaste loca.
— Anda a ver si alguien te cree, estúpido — lo sacó a golpes, y cerró la puerta.
Apenas él se fue se dirigió a la comisaria y puso la denuncia, por suerte dejó grabado todo con su celular, tenía las amenazas y el reconocimiento que hizo de los golpes que le dio antes. Consiguió una orden de restricción por mientras se desarrollaba el juicio, y de nuevo se cambió de domicilio. A la siguiente noche estaba asustada, pero segura que era lo que debía haber hecho desde siempre, apenas se levantó volvió a ver el collar.
Ahora tenía un brillo especial, sería la luz del amanecer que creaba ese efecto, pensó, se lo colocó, era alérgica a los metales, así que se lo dejaría puesto hasta que la comezón fuera tan fuerte que se lo tuviera que quitar, pero ya a la hora de dormir no tenía ni siquiera una molestia. Se acostó tan cansada que no se dio ni cuenta que todavía lo llevaba. A los segundos de dormirse, sintió un ruido muy fuerte, al abrir los ojos no podía creer lo que veía, estaba en una montaña, en la explanada estaban los guerreros Z, luchando contra Cell.