Vladimir y la hija del cazador

Capítulo 1

Una tarde después de una larga jornada de trabajo, un hombre de unos 40 años y su esposa, caminaban de regreso a casa. En el trayecto, bajo los fuertes y cálidos rayos de sol de mediodía, al llegar a cierto punto del sendero desolado, vieron salir de las entrañas de la tierra a una mujer con alas y de aspecto demoníaco con un bebé entre sus brazos.

Consternados, los señores no podían moverse por aquello que veían en ese momento. La extraña mujer temblaba sobremanera, y lloraba en silencio mientras estiraba sus brazos haciéndoles entender que tomaran al niño, pues en su oscuro mundo, el pequeño corría peligro.

Les explicó que Darok, un temible demonio tuvo al bebé con la diosa Alarea y ambos fueron castigados. La mujer tenía la misión de abandonarlo para luego huir, pero al verlos creyó que lo mejor era entregarles al niño, dándole forma humana y poco después desapareció.

El hombre y su esposa cubrieron a la adorable criatura con un manto blanco y siguieron su camino. Los señores lo cuidaron y educaron como a un humano común, pero era inevitable que el pequeño que había sido bautizado como Vladimir, demostrara habilidades como súper fuerza y telequinesis.

De algún modo, su padre adoptivo logró conseguir que Vladimir ocultara ignorara un poco su naturaleza; y, junto a su esposa, le enseñaba a su hijo el camino del bien, evitando así la misma, que, aunque no era del todo maligna, era mejor prevenir que lamentar.

Al llegar a la edad de 14 años, Vladimir comenzó a sufrir constantes ataques de pesadilla; que no eran más que imágenes del inframundo, causadas por su padre Darok quien en cierta forma intentaba comunicarse con él.

Aturdido por lo que pasaba, decidió contarles a sus padres adoptivos y estos decidieron decirle la verdad sobre su origen. Vladimir, quien ya estaba en la edad suficiente de entender las cosas, comprendió y, todo comenzó a tener sentido para él.

Desde pequeño se preguntaba por qué era tan diferente si era un niño como todos los demás. El muchacho se propuso que un día usaría sus habilidades para cuidar el pueblo por las noches, pues los pueblos vecinos estaban tomando por costumbre saquearlos para robar las pocas riquezas que poseían.

Los padres de Vladimir; Ivanovich y Valentina no se opusieron, ya que su hijo era bastante fuerte y seguro de sí mismo para defenderse solo. Este jovencito, acostumbraba a irse con su padre a vender vasijas y otros cachivaches después de la escuela, le encantaba acompañar a Ivanovich a la plaza de mercado, en la que aprendió a conocer a los lugareños.

Una mañana soleada de marzo, Vladimir se encontraba junto a su padre en dicha plaza vendiendo como de costumbre, cuando varios hombres a caballo pasaban por el lugar. Aquellos extraños viajeros vestían con mantas negras y portaban una insignia cuya figura era la de un sol. Uno de ellos bajó del caballo y se acercó al puesto de Ivanovich mirando fijamente al joven Vladimir.

—¿Qué puedo ofrecerle, buen hombre? —preguntó el vendedor.

—¿Cuál es el nombre del chico?

A lo que Ivanovich respondió un poco intimidado —Vladimir, señor.

—¿Es su hijo? —preguntó el hombre con la mirada intimidante.

—¡Así es! ¿Hizo algo?

—¡No! Me disculpo, no es a quien buscamos —comentó el hombre y subió a su caballo.

Aquel grupo de viajeros siguió su camino a paso lento mientras que los lugareños veían con pavidez a los llamados Cazadores de demonios.

Ivanovich miraba a su hijo con temor, “¿Será que lo descubrieron?” pensó. Si aquellos hombres llegasen a saber que Vladimir era en realidad un demonio, no dudarían en asesinarlo. Por eso, Ivanovich pensó en que lo mejor era que el muchacho se quedara en casa después de la escuela.

Aunque la apariencia de Vladimir parecía ser la de un joven delgado, piel blanca, cabello negro abundante y ojos verdes oliva, su naturaleza no era humana y temía que algún día el pueblo se diera cuenta de ello.

Al caer la tarde, el vendedor y su hijo regresaron a casa. El hombre y su esposa hablaban en voz baja mientras que Vladimir los observaba desde las enormes ramas de un frondoso árbol de albaricoque que había a pocos metros de la puerta principal de su pequeña casa. El chico adoraba trepar árboles y quedarse ahí a ver el ocaso, pero ese día no le dio mucha importancia al espectáculo natural por tratar de averiguar lo que hablaban sus padres.

—¡Momento! Puedo saberlo sin tanto esfuerzo —Vladimir recordó que tenía la habilidad de leer mentes, aunque no sabía hacerlo muy bien.

Cuidadosamente el joven intentaba sumergirse en la mente de uno de sus padres, pero algo en el árbol lo asustó haciéndolo caer. Vladimir se levantó sin que sus padres lo notaran, miró hacia el árbol y pudo divisar un extraño cuervo.

El siniestro ave lo miraba como si intentase decir algo, pero Vladimir reaccionó arrojándole una pequeña roca para ahuyentarlo —¡Estúpido animal! —balbuceó.

El cuervo insistía en acercarse a Vladimir, hasta que el chico entendió que aquello no se trataba de un ave sino de un emisario de su padre. El cuervo era enviado de vez en cuando para vigilar al joven, Darok tenía la intención de convencerlo para que regresara al inframundo.

Cansado de todo, Vladimir pensó en escapar a las montañas por unos días en donde sin saberlo sería contactado por su madre, la diosa Alarea. Al contrario de Darok, ella quería que el joven se quedara en la tierra, pues si volvía al inframundo le quitarían la vida.



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En el texto hay: #demonios, #peleas, #magia

Editado: 19.02.2025

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