Vladimir y la hija del cazador

Capítulo 3

Vladimir siguió su camino hasta hallarse en el pueblo vecino. Eran las dos de la tarde, el sol golpeaba con fuerza y el demonio viajero no soportaba el hambre y la sed. Sin duda, debía hacer algo para alimentarse y descansar, pues quería alejarse de las personas para ir en busca de respuestas sobre su origen, o al menos, hasta hallar a alguien que lo ayudara a acercarse a su padre; un brujo o algo parecido.

Al llegar al pueblo, Vladimir se acercó a la casa de una humilde anciana pidiendo un poco de agua para calmar su sed. La mujer sin protestar le brindó un jarrón con agua y observó al extraño viajero como si supiera que se trataba de algo más que un simple humano.

—¿No eres de aquí? Jamás te había visto. —comentó la anciana.

—Eso es cierto, solo soy un simple viajero en busca de aventuras —respondió Vladimir con una tierna sonrisa hacia la mujer. —no tengo un destino fijo, solo voy vagando por ahí.

—Entiendo. —dijo la anciana sin quitar su mirada hacia el joven quien poco a poco comenzaba a incomodarse. Luego de analizarlo, le preguntó —estuviste en las montañas, ¿verdad?

Vladimir miró a la mujer con recelo —¿Cómo lo sabe?

—Sé quien eres en realidad y estás viajando en busca de respuestas sobre tu naturaleza. —comentó la mujer mientras reía levemente —No debes seguir buscando, Soragor. Yo puedo ayudarte con eso si tú me lo permites.

Vladimir tragó en seco, un fuerte nudo en su garganta le impidió hablar y su mirada de terror se hacía más evidente a tal punto que la mujer le pidió amablemente seguirla hasta el último cuarto de su pequeña casa.

—Verás, te visité en las montañas pero no me escuchaste. No temas, no busco lastimarte ni vengarme por tratarme de loca esa vez.

—¿Helenka? —cuestionó el joven.

—¡Ciertamente! Soy la misma anciana de las montañas. —pronunció la anciana cambiando a su verdadera forma.

Helenka pasó de ser una anciana de piel reseca y cabellera blanca a una mujer más joven y de cabellera negra cuan la infinita oscuridad de la noche. Su piel morena le indicaba a Vladimir que no era de allí, pero los ojos de aquella doncella le confirmaron que en definitiva, Helekna no era humana.

—Tus ojos son amarillos.

A lo que Helenka comentó —¡Vaya observación! Vengo del mismo lugar del que vienes tú, pequeño travieso. ¿Quieres respuestas sobre tu origen?

—Ese es el motivo de mi viaje, pero no es fácil como pensé.

—Debes regresar a las montañas y reencontrarse con tu madre, la diosa Alarea. Pero eso sí —advirtió la mujer —debes tener cuidado con La Patrulla Dorada.

—¿La Patrulla Dorada? —cuestionó Vladimir —¿Quienes son ellos?

A lo que Helenka respondió mostrando la insignia que portaban aquellos hombres —los más temibles cazadores de demonios de todo este territorio. Han recorrido diferentes pueblos de la nación en busca de demonios que a diario pasan desapercibidos entre los humanos, como tú y como yo. —tosió —siempre que veas a alguien portando este sol en su ropaje negro, es mejor que mantengas la distancia o actúes con naturalidad.

—He visto esto antes, en la plaza. —manifestó el joven —cuando tenía trece o catorce años tal vez. Ví a estos sujetos montando a caballo, uno de ellos parecía sospechar de mí, y por la forma en cómo usaba sus vestiduras me atrevo a decir que tal vez se trataba del líder.

—¿Recuerdas su rostro? —cuestionó la mujer.

—No podría, jamás lo ví pues portaba una máscara —respondió Vladimir y luego añadió —pero recuerdo su voz.

La mujer le brindó otro vaso de agua a Vladimir mientras lo observaba con detalle.

—¿Ocurre algo? —preguntó Vladimir sintiéndose un poco inquieto por la mirada penetrante de la dama frente a él.

—No, es solo que a pesar de tu naturaleza, no veo maldad en ti. Alarea debe estar muy feliz por eso.

—¿Qué hay de mi padre? ¿Crees que también lo esté?

A lo que la mujer respondió —Tal vez.

Vladimir observó el lugar con detalles y logró ver un símbolo que por alguna razón le resultaba familiar. Era una medalla dorada con un rostro demoníaco y el nombre de Darok grabado con letras de estilo gótico.

Al darse cuenta de que Vladimir observaba aquel objeto, la mujer rápidamente lo guardó en un cofre dejándolo bajo llave.

—Siéntate, toma un descanso.

Vladimir frunció el ceño y tomó asiento en una pequeña silla de madera de color caoba estilo violin. Desde el punto en el que estaba podía ver hacia la calle a través de la ventana, suspiró sintiendo nostalgia al recordar a sus padres y se preguntaba cuando los volvería a ver.

Helenka observaba a Vladimir con detalle, el silencio se volvió denso, como si el aire de la habitación se hubiera llenado de sombras invisibles. Luego, la mujer dijo:

—No es casualidad que hayas visto ese nombre.

—¿Darok? —preguntó Vladimir, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

Helenka asintió lentamente.

—Tu madre es la diosa Alarea… pero tu padre…



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En el texto hay: #demonios, #peleas, #magia

Editado: 10.11.2025

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