Vladimir y la hija del cazador

Capítulo 7

La noche reinaba en Rusia y Vladimir junto a Helenka y el cuervo finalmente lograron llegar a las montañas. El joven, muerto de cansancio, hambre y sed, buscaba algo de comer en su mochila mientras que Helenka, invocaba a la diosa Alarea.

El viento silbaba entre los riscos, llevando consigo un murmullo antiguo que parecía provenir de los mismísimos cimientos de la tierra. La luna, apenas una astilla en el firmamento, iluminaba con su tenue resplandor las cumbres nevadas. Vladimir, temblando de frío y agotamiento, sacó un trozo de pan endurecido de su mochila y lo mordió con desgano. Sus manos temblaban, ya no sabía si por el hambre o por la inquietante sensación que lo invadía al ver a Helenka en aquel trance.

La mujer, de pie sobre una roca plana, extendió los brazos al cielo nocturno y comenzó a entonar un canto en un idioma antiguo, casi olvidado. Sus palabras flotaban en el aire, reverberando en las montañas como un eco sagrado. Las sombras parecieron alargarse a su alrededor, y el cuervo, que hasta ahora había permanecido inmóvil, agitó las alas con impaciencia.

De pronto, el suelo tembló levemente. Un resplandor azulado emergió entre las grietas de la roca donde Helenka estaba parada, como si la montaña respondiera a su llamado. Vladimir se puso de pie de inmediato, su instinto le advertía que algo estaba por suceder.

—¿Qué está pasando? —preguntó con el corazón latiéndole con fuerza.

Helenka no respondió de inmediato. Sus ojos se tornaron más oscuros, casi sin pupilas, y su voz se tornó más firme.

—La diosa ha escuchado mi llamado —susurró, sin dejar de entonar su cántico—. Alarea está cerca.

El aire se volvió más denso, casi irrespirable. Una brisa helada sopló desde la cima, y en medio de la oscuridad, una silueta comenzó a formarse. No era completamente corpórea, sino una figura etérea, envuelta en una luz pálida y fluctuante.

Vladimir sintió su sangre arder. Sus venas parecían latir con un calor sobrenatural, como si la presencia de aquella entidad estuviera despertando algo dentro de él.

—Hijo mío… —susurró una voz femenina, tan melódica como el viento entre los árboles—. Has regresado.

Vladimir tragó en seco. Sus piernas querían retroceder, pero su alma lo impulsaba a avanzar. Frente a él, la diosa Alarea se materializaba entre los velos de la noche.

El cuervo cambió de forma, Xalvator se alejó un poco ante la presencia de la diosa y con actitud escurridiza dijo:

—¿Sabías que Vladimir podía invocarla con solo nombrarla? Te habrías ahorrado todo el trabajo de remover la tierra, Helenka.

Helenka chasqueó la lengua con fastidio, pero no apartó la vista de la diosa Alarea, cuya presencia imponía una calma inquietante.

—¡Cállate, Xalvator!

Alarea levantó una mano y sin decir nada, Helenka y Xalvator guardaron silencio. La diosa se acercó a Vladimir quien acababa de comer y lo miró con ternura.

—¿Qué estás haciendo, hijo mío?

—Solo quiero saber la verdad, madre.

Helenka y Xalvator observaban la escena en completo silencio. Helenka estaba tensa, sus ojos oscuros viajaban de la diosa al joven, tratando de encontrar un sentido en lo que estaba ocurriendo. Xalvator, en cambio, mantenía una sonrisa divertida, como si hubiese estado esperando este momento desde hacía tiempo.

—Vladimir —continuó la diosa—, tu sangre es la clave de un destino que aún no has aceptado. Y no tienes mucho tiempo. Las fuerzas que se mueven en las sombras ya han comenzado a actuar.

Vladimir bajó la cabeza, sintiendo que su mundo entero se tambaleaba. ¿Quién era realmente? ¿Y qué significaba todo lo que Alarea estaba diciendo?

Helenka finalmente habló, con una voz grave y llena de incertidumbre.

—Entonces, dime, diosa… ¿Qué debemos hacer ahora?

Alarea guardó silencio por un instante y luego fijó su mirada en la cima de la montaña, donde una tormenta comenzaba a formarse.

—Debemos llegar a la Fortaleza de los Soles Caídos. Ahí es donde todo comenzará.

Helenka se puso de pie rápidamente y protestó —¿Qué? Es un lugar peligroso, mi padre casi pierde la vida allí.

—Lo sé —dijo la diosa —pero no olviden que Vladimir no es un demonio puro, por ello no será difícil para él llegar a ese lugar.

—¡Claro! —intervino Xalvator —es un semidios, por ello en el bajo mundo lo llaman. ¿Ya sabe que tiene un hermano?

—Cuidado con pronunciar su nombre, pajarraco. —interrumpió Helenka.

Alarea miró a Xalvator con severidad, y el hombre alzó las manos en señal de rendición.

—Tranquila, diosa, no pienso soltar más información de la que Vladimir pueda manejar.

Vladimir frunció el ceño, sintiendo que cada palabra de Xalvator solo generaba más preguntas en su mente.

—¿Y cómo vamos a entrar sin ser detectados? —preguntó Vladimir, tratando de ocultar la frustración en su voz.

Alarea se giró hacia el camino montañoso y extendió una mano. Un resplandor dorado iluminó la oscuridad de la noche, revelando un sendero oculto entre la maleza.

—Hay un pasaje secreto —explicó—. No es seguro, pero evitará que las sombras de la fortaleza los detecten antes de tiempo.



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En el texto hay: #demonios, #peleas, #magia

Editado: 27.05.2025

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