Vladimir y la hija del cazador

Capítulo 12

Los cielos sobre el mundo terrenal comenzaban a cambiar. Nubes negras se arrastraban con lentitud antinatural, como si una presencia maligna respirara bajo la superficie del cielo. Años habían pasado desde que Vladimir ascendió al Alto Mundo y Ekaterina fue confinada al interior de la base de la Patrulla Dorada. Y ahora, ambos regresaban nuevamente, sin saber que sus destinos, separados por el tiempo y el deber, comenzaban a entrelazarse.

Vladimir había regresado silenciosamente. Ya no era el joven inseguro y atormentado por su dualidad. Sus ojos ahora eran más oscuros, y en su interior, la luz y la sombra coexistían en un tenso equilibrio. Había aprendido a dominar su energía, pero también sabía que su parte demoníaca no había sido destruida… solo contenida.

Bajo el abrigo de una tormenta repentina, llegó al pequeño pueblo en donde había crecido. Caminó por las calles empedradas cubiertas de neblina, sintiendo algo extraño en el ambiente. No era una simple visita: algo lo llamaba. Algo que emanaba del suelo, una energía familiar y detestable.

Mientras tanto, al otro lado de las montañas, Ekaterina descendía junto a una numerosa cabalgata de la Patrulla Dorada, enviada a investigar disturbios sobrenaturales en la región. Su armadura relucía, pero su rostro mostraba la madurez de una guerrera. Tenía una pequeña y casi invisible cicatriz en el mentón, recuerdo de su entrenamiento brutal. A pesar de sus heridas, había demostrado ser una de las mejores.

—La actividad demoníaca va en aumento —informó Nedam con la voz entrecortada por miedo—. Sé cuidadosa. Algo está despertando.

Lo que ninguno sabía era que, bajo la superficie del mundo, una grieta se había abierto en los cimientos del infierno. Desde lo más profundo, una criatura de inmenso poder había cruzado los límites del inframundo: Abrahel, el hermano menor de Vladimir. Nacido del odio, alimentado por el rencor de haber sido abandonado incluso en el infierno, Abrahel era una aberración que no compartía el dilema de Vladimir. Su alma era pura oscuridad, un demonio en toda su esencia.

Emergió en el mismo bosque donde Ekaterina fue enviada. Su llegada fue un temblor que estremeció la tierra. Árboles ardieron al paso de su sombra, y los animales huyeron despavoridos, emitiendo chillidos agudos. Con cuernos curvados como espadas y ojos sin pupilas, Abrahel se alzó como una entidad de venganza. Su misión era simple: encontrar a su hermano y reclamar lo que, según él, le pertenecía.

Vladimir sintió el estremecimiento desde el pueblo en que se encontraba. Cerró los ojos y murmuró:

—Él está aquí…

A cientos de kilómetros, Ekaterina se adentraba en ese mismo bosque, sin saber que algo más la observaba desde las sombras.

La noche cayó con violencia.

Una tormenta comenzó a rugir.

Y los caminos de Vladimir y Ekaterina, trazados por el destino, se dirigían inevitablemente al mismo lugar.

Vladimir, quien estaba envuelto en un abrigo blanco bordado con runas de luz mantenía la mirada serena, pero sus ojos ocultaban el fuego de alguien que había sobrevivido a su propia oscuridad. El cielo brillaba distinto desde que él había vuelto. Podía sentirlo. Algo en la Tierra había cambiado.

La noche había llegado al lugar, momento en el que el demonio recién llegado desde el bajo mundo pudo cobrar fuerzas. —Por fin… libre —susurró Abrahel mientras sus pies tocaban la tierra de los humanos por primera vez en siglos.

Los árboles se marchitaban a su paso. El suelo temblaba. Las bestias huían. Abrahel no había venido solo. Traía consigo una legión dormida en el abismo, esperando su señal. Y esa señal estaba próxima.

Esa misma noche, Vladimir se hallaba meditando frente a un lago helado. Sus visiones se alteraron repentinamente, como si una onda oscura distorsionara todo lo que lo rodeaba. Imágenes de fuego, destrucción… y de unos ojos idénticos a los suyos, pero llenos de odio, comenzaron a perseguirlo.

—No puede ser… —murmuró mientras se ponía de pie—. Ahora entiendo todo.

En la base de la Patrulla Dorada, Ekaterina también sintió el cambio. Una energía oscura cruzó el cielo y varios de sus compañeros la notaron. Igor salió de la sala de estrategia con el rostro grave.

—Hay algo en movimiento. Una fuerza que no veíamos desde los tiempos antiguos —dijo.

Ekaterina se adelantó, decidida.

—¿Qué hacemos?

—Nos preparamos. Esto va más allá de cualquier misión común.

En las próximas semanas, los caminos de Vladimir y Ekaterina comenzarían a aproximarse sin que ellos lo notaran. En distintos puntos del continente, ambos serían enviados a investigar focos de corrupción creciente, desapariciones, grietas de energía oscura. Y en cada paso, un nombre comenzaría a resonar en sus pesadillas, en los informes, y en las sombras del mundo: Abrahel.

La guerra no era inminente. Ya había comenzado.

La noche seguía su curso sobre la región como un manto de asfixia. El aire se volvió denso, cargado de un silencio antinatural, como si incluso los vientos contuvieran el aliento. A los ojos mortales, todo parecía quieto. Pero bajo la superficie, en las raíces del bosque, algo estaba abriéndose paso. Algo ancestral.



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En el texto hay: #demonios, #peleas, #magia

Editado: 25.07.2025

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