La noche ya había caído luego de un largo y lluvioso día, las calles aun empapadas junto con las pisadas de los pocos transeúntes eran la banda sonora triste y lúgubre de un solitario hombre que disfrutaba del calor que le brindaba su cigarro, en silencio meditaba en todo lo malo que le había ocurrido en menos de veinticuatro horas; la renta estaba retrasada, la nevera a punto de vaciarse, su gato había sido envenenado y al final de la jornada había perdido su trabajo.
¿Qué tanto mal puede soportar un hombre? ¿Uno desdichado además? Si era un buen vecino y un buen ciudadano. Con pesadez exhaló la última bocanada de humo y observó como el humo y su aliento condensado por el frío se entrelazaron en una burlona danza nocturna, con manos un tanto temblorosas tomó el poco efectivo que tenía y se alejó de su auto en busca de un poco de burbon barato.
Maldijo entre dientes a la vida y a quien quiera que la gobernara, maldijo su patética existencia, maldijo a los niños que empezaban a pedir dulces en las calles y maldijo a los ebrios universitarios que conscientemente lanzaron desechos en su dirección. Caminando a paso necesitado pronto tuvo en sus manos los que sus preocupaciones tanto anhelaron; el embriagante líquido ambarino que en cuestión de horas nubló por completo su juicio y aflojó su mandíbula…
… Despertó tirado en la acera, la botella ahora vacía se reía a carcajadas del estado deplorable en el que se encontraba, se reía tanto que le hizo doler la cabeza y como respuesta llevó sus manos a ella, pero la botella no se detenía. Mareado levantó la miraba notando como la botella frente a él se menaba como desafiándolo mientras escupía palabras que poco a poco fueron tomando sentido ante sus oídos.
— Mírenlo no puede levantarse.
— Te doy diez mil si lo pateas en el rostro.
— Joder, necesito más cerveza.
La botella ya no era una sola, el hombre vio como detrás del burbon aparecieron botellas de tequila y vodka, sabía que estaba perdiendo la cabeza, sabía que necesitaba alejarse de ese lugar por lo que en un vano intento por levantarse tropezó hasta caer de rodillas en donde fue pateado con fuerza en el rostro.
El quejido lastimero que salió de sus labios hizo que las botellas rieran descaradas y que su visión se aclarara un poco notando así que las botellas eran los universitarios que habían regresado. La creciente furia contenida en el interior del hombre lo hizo efervescer tanto que algo de él se resquebrajó dándole paso a una naturaleza que hasta entonces desconocía.
Esa era la última noche que el hombre sería un desdichado.
Armándose de valor se puso en pie como pudo y maldiciendo se abalanzó al contrario quien momentos antes le había pateado tacleándolo como un demente, lo golpeó tanto como pudo sin importar como intentaban alejarlo, usó sus puños para reventar poco a poco la suave piel del universitario tomando como última arma la botella de licor cercana para estamparla contra la cabeza castaña dejando al joven fuera de combate.
Al notar lo que estaba ocurriendo los universitarios restantes se alejaron horrorizados y llamaron a la policía al tiempo que el hombre perdía del todo la cabeza al momento de usar lo que quedó de la botella para apuñalar el cuello de su víctima.
— ¿Quién es un desdichado ahora?
El hombre se reía mientras notaba como la carne blanda empezaba a desprenderse haciendo trizas lo que antes era un universitario. Fue entonces que notó lo que realmente estaba ocurriendo.
Había asesinado a alguien.
Horrorizado con sus actos se alejó a rastras y miró a su alrededor en busca de ojos acusadores, pero se encontraba completamente solo, él y el cadáver vestido con ropa de fraternidad.
— Alejar la mirada no va a desaparecerme.
La voz ronca que venía del cadáver lo hizo saltar tembloroso mirando directamente a los ojos vacíos frente a él.
— No, no, no. Tú no eres real.
Jadeó enterrando la cabeza en sus ensangrentadas manos, cerró los ojos con fuerza deseando despertar de la horrenda pesadilla, pero contrario a sus deseos oyó una entrecortada risa que se convirtió en una tos.
— Soy tan real como la sangre en tus manos.
— CALLATE.
El desgarrador grito que salió del desesperado hombre se vio opacado por la lejana algarabía de unas sirenas.
— Puedes dejar una nota con mi nombre y salir corriendo, ellos no me escucharán a mí. Me llamo James.
El hombre no quería escuchar más por lo que se levantó limitándose las manos en sus pantalones y se acercó al cadáver cauteloso.
— No voy a golpearte, estoy muerto ¿recuerdas? Tú me mataste.
Ignorando lo más que pudo las palabras el hombre tomó el cuerpo por las axilas arrastrándolo un poco hasta donde se encontraba su auto; las pocas personas que se encontraban en la calle se alejaron mientras despavoridas llamaban a la policía.
— Tik Tok el tiempo se acaba.
— Cállate maldita sea, cállate.
Debido a la resistencia del cuerpo con el asfalto la cabeza de James terminó de desprenderse rodando hasta golpear con la llanta de su auto provocando arcadas en el hombre quien a pesar del asco y la desesperación empujó como pudo el inerte cuerpo dentro de la parte trasera de su auto, la cabeza fue a parar al asiento copiloto cuando las sirenas corrieron cercanas y con un rechinado de neumáticos emprendió la fuga hacia la nada.
Editado: 02.10.2020