Voces de la Penumbra

Capítulo 1: Sesión #1

Cuento #1

El tic-tac del reloj de pared resonaba en la pequeña habitación, marcando el paso de los minutos con una monotonía que parecía eterna. La luz filtrada por la ventana se desvanecía lentamente, y en el aire flotaba una ligera sensación de espera. Sofía estaba sentada en la misma silla de siempre, con las piernas colgando levemente y las manos cruzadas sobre su regazo. El psicólogo, frente a ella, observaba su rostro, buscando algún indicio en esos ojos oscuros y profundos que lo miraban en silencio.

Pasaron unos segundos más en ese compás tranquilo. Luego, sin previo aviso, Sofía alzó la mirada hacia la esquina de la habitación, como si hubiera visto algo allí, algo invisible para los demás.

—¿Quieres que te cuente un cuento? —preguntó de repente, rompiendo el silencio con su voz suave.

El psicólogo, acostumbrado ya a este tipo de interrupciones, asintió ligeramente, esbozando una sonrisa que invitaba a Sofía a continuar. Ella se acomodó en la silla y, tras un breve suspiro, comenzó su relato.

—Érase una vez, en un pequeño pueblo olvidado por el tiempo... —empezó, su voz cayendo en ese ritmo pausado y envolvente que siempre tomaba cuando contaba una de sus historias.

» Una casa antigua y ruinosa se erguía al borde de un denso bosque que parecía siempre envuelto en una neblina espesa. Los lugareños, personas sencillas y supersticiosas, evitaban la casa con un temor reverencial, como si su mera presencia pudiera invocar la maldición que, según las leyendas, la habitaba. Decían que la casa estaba maldita, que las almas de los antiguos habitantes aún rondaban sus pasillos oscuros y fríos, atrapadas entre este mundo y el siguiente, sin poder encontrar la paz.

En las noches de invierno, cuando el viento ululaba entre los árboles y la luna apenas lograba asomarse entre las nubes negras, los aldeanos solían contar historias alrededor del fuego. Hablaban de luces extrañas que brillaban en las ventanas rotas de la casa, de gritos que se oían en la distancia y de figuras sombrías que se desvanecían en la oscuridad. Pero, de todas las historias, la que más temor infundía era la del espejo, un objeto antiguo y siniestro que, según se decía, tenía el poder de atrapar las almas de aquellos que osaran mirarlo fijamente.

Una fría noche de otoño, un forastero llegó al pueblo. Era un hombre joven, de unos veinticinco años, con una curiosidad insaciable por lo desconocido. Su nombre era Samuel, y había viajado de un lugar a otro en busca de historias que contuvieran la esencia de lo macabro, lo prohibido y lo inexplicable. Al escuchar a los aldeanos hablar en voz baja sobre la casa maldita, sus ojos brillaron con una mezcla de fascinación y desafío.

Los aldeanos, al notar el interés de Samuel, lo advirtieron con seriedad. "No vayas a esa casa", le dijeron. "Muchos han entrado, pero pocos han salido. La casa cobra un precio que nadie está dispuesto a pagar". Sin embargo, Samuel, con la arrogancia de quien ha desafiado el peligro antes y ha salido ileso, no prestó atención a las advertencias. Estaba decidido a explorar la casa y descubrir los secretos que guardaba.

La noche siguiente, cuando la luna llena brillaba débilmente entre las nubes, Samuel se preparó para su expedición. Llevaba consigo una linterna, una libreta para tomar notas, y un pequeño cuchillo que había utilizado en anteriores aventuras. Con paso firme, se adentró en el bosque, siguiendo un sendero casi invisible que lo llevaría hasta la casa maldita.

A medida que se internaba en el bosque, el aire se volvía más frío y denso, como si la naturaleza misma intentara detenerlo. Los árboles se cerraban a su alrededor, y el silencio era interrumpido solo por el crujir de las hojas bajo sus pies. Finalmente, tras lo que parecieron horas de caminata, Samuel llegó a un claro en medio del bosque. Allí, como un gigante adormecido, se alzaba la casa.

Era una construcción antigua, de piedra y madera, que parecía estar al borde del colapso. Las ventanas estaban rotas, y las enredaderas cubrían gran parte de la fachada. La puerta, hecha de madera podrida, colgaba de sus bisagras y crujió al abrirse, revelando un interior cubierto de polvo y telarañas. Samuel entró, sintiendo cómo el aire pesado y cargado de una presencia invisible lo envolvía, como si la casa misma estuviera viva y consciente de su llegada.

El interior de la casa era tan desolado como su exterior. Los muebles, cubiertos de polvo, se desmoronaban bajo el peso de los años. Las paredes, una vez decoradas con papel pintado, ahora estaban desnudas, mostrando las grietas que el tiempo había dejado. Sin embargo, a pesar de la decadencia evidente, Samuel no pudo evitar sentir que algo en la casa lo observaba, algo antiguo y malicioso.

Mientras caminaba por el pasillo principal, un murmullo lejano comenzó a llenar la casa. Al principio, Samuel pensó que era el viento susurrando a través de las grietas de las paredes, pero pronto se dio cuenta de que eran voces, susurros ininteligibles que parecían venir de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. Las voces se volvían cada vez más claras, hasta que Samuel pudo distinguir su propio nombre entre los murmullos. A pesar del temor creciente en su pecho, continuó avanzando, atraído por una fuerza inexplicable que lo llevaba hacia el fondo de la casa.

El pasillo parecía alargarse a medida que caminaba, como si la casa misma estuviera jugando con él, distorsionando el espacio y el tiempo. Finalmente, Samuel se detuvo frente a una puerta al final del pasillo. Era una puerta pequeña y simple, sin adornos, pero algo en su interior le decía que debía abrirla, que aquello que había venido a buscar se encontraba detrás de ella.

Con una mezcla de temor y determinación, Samuel extendió la mano y empujó la puerta. Esta se abrió con un chirrido agudo, revelando una habitación oscura y vacía, salvo por un objeto que colgaba de la pared: un espejo antiguo. Su marco, que alguna vez había sido dorado, estaba ahora cubierto de óxido, pero el vidrio estaba sorprendentemente limpio, reflejando su imagen con una claridad inquietante.



#200 en Terror
#765 en Thriller
#342 en Misterio

En el texto hay: soledad, suspenso, terror

Editado: 25.10.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.