Cuento #2
El sol se estaba ocultando lentamente tras el horizonte, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados que apenas se filtraban por la ventana del despacho. El tic-tac del reloj de pared seguía marcando el paso del tiempo con su ritmo constante, pero el ambiente en la habitación parecía estar en un intervalo de calma expectante. Sofía estaba en su lugar habitual, con una serenidad que contrastaba con la agitación de su entorno.
El psicólogo, observando su rostro, notó que había una nueva energía en la niña, una ligera vibración en su mirada que no había visto antes. Ella se había acomodado en la silla, pero había algo en la forma en que se movía que indicaba que estaba esperando el momento adecuado.
—¿Estás lista para contarme algo? —preguntó el psicólogo, notando la anticipación en el aire.
Sofía lo miró con una expresión que mezclaba emoción y misterio. Sin responder de inmediato, miró hacia un rincón de la habitación, como si consultara una fuente invisible de inspiración. Luego, con un ligero asentimiento, comenzó a hablar con un tono que prometía una nueva aventura.
—Hoy quiero contarte sobre un lugar que parecía no tener fin... —comenzó, su voz cayendo en el mismo ritmo cautivador que siempre la caracterizaba, pero con un matiz de entusiasmo que prometía una historia diferente.
» En el desolado pueblo de Vellemoor, se rumoraba sobre un antiguo libro encuadernado en cuero negro, un artefacto que había sido objeto de misterio y temor durante generaciones. Los habitantes hablaban de él en susurros temerosos, afirmando que poseía la habilidad de abrir puertas a lugares inimaginables y aterradores. El libro, conocido como El Laberinto Infinito, había desaparecido hace mucho tiempo, pero sus leyendas persistían.
Una noche de tormenta, cuando el viento aullaba y los truenos retumbaban en el cielo, un joven llamado Elías decidió desentrañar el misterio que rodeaba el libro. Elías era un joven aventurero con una insaciable curiosidad, dispuesto a desafiar los límites de lo desconocido. Había escuchado historias sobre El Laberinto Infinito desde que era un niño y, ahora que estaba en la adultez, sentía que era su deber resolver el enigma.
Elías había encontrado el libro en una librería de antigüedades olvidada. El dueño, un anciano con ojos vacíos y una voz temblorosa, le advirtió que el libro estaba maldito, pero su advertencia solo avivó la curiosidad de Elías. Finalmente, tras pagar una suma exorbitante, Elías se hizo con el libro y comenzó a estudiar sus páginas gastadas y manchadas.
Una noche, mientras el relámpago iluminaba su habitación, Elías examinó un mapa viejo dentro del libro. Era un dibujo intrincado de una mansión en medio de un bosque denso. El mapa prometía revelar un camino hacia un lugar que ningún ser humano había visto jamás. La entrada a este lugar estaba marcada por una estrella dorada. La idea de aventurarse a ese lugar desconocido era demasiado tentadora para resistirla.
Elías preparó su equipo y partió hacia el bosque indicado en el mapa. La mansión descrita en el libro se encontraba a varios kilómetros de distancia, y el viaje a través del bosque era arduo. Sin embargo, Elías estaba decidido. La tormenta que azotaba la noche parecía ser un presagio de lo que estaba por venir.
Finalmente, tras horas de marcha bajo la lluvia, Elías llegó a la mansión. Era una estructura imponente y desgastada, con columnas rotas y ventanas rotas cubiertas de telarañas. La mansión parecía deshabitada y envuelta en una niebla espesa. Elías sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no se dejó intimidar. Armado con una linterna y su valor, cruzó el umbral de la mansión.
El interior de la mansión era tan sombrío como el exterior. Las paredes estaban cubiertas de moho y las alfombras estaban desgastadas. Sin embargo, lo más extraño era la disposición de los muebles y las habitaciones. Todo parecía desordenado, como si hubiera sido reorganizado a la fuerza. Elías encendió su linterna y comenzó a explorar.
A medida que avanzaba por la mansión, Elías notó que los pasillos y las habitaciones cambiaban de forma. Las puertas que antes estaban cerradas ahora estaban abiertas, y los pasillos parecían alargarse o acortarse sin razón aparente. Cada vez que giraba una esquina, el entorno se transformaba y volvía a parecerse a una habitación que ya había visto. La sensación de déjà vu era abrumadora.
Elías intentó seguir un patrón, pero el laberinto no ofrecía ningún tipo de lógica. Los espejos en las paredes reflejaban imágenes distorsionadas y las luces de la linterna parecían desvanecerse en la oscuridad. La mansión era un enigma constante, un lugar donde el tiempo y el espacio se mezclaban de manera desconcertante.
Mientras intentaba encontrar una salida, Elías comenzó a sentir una presencia inquietante. Un sentimiento de ser observado se apoderó de él. Cada vez que se detenía, el silencio era interrumpido por susurros tenues y ecos distantes. Las voces parecían venir de todas partes, pero nunca podía distinguir lo que decían.
Desesperado por encontrar una salida, Elías se adentró en una biblioteca polvorienta en el corazón de la mansión. Los estantes estaban llenos de libros antiguos, pero uno en particular llamó su atención. Era un libro grande con una cubierta de cuero desgastado, similar al que había encontrado en la librería de antigüedades. Lo abrió y vio que contenía instrucciones detalladas sobre cómo salir del laberinto, pero las palabras estaban escritas en una lengua desconocida.
Elías decidió que la única forma de escapar era resolver el enigma del libro. Pasó horas intentando descifrar el texto, pero la comprensión se le escapaba. Mientras lo hacía, las voces en la mansión se volvían cada vez más intensas, susurrándole al oído en un tono desesperado y confuso.
Finalmente, exhausto y frustrado, Elías se desplomó en una silla. En ese momento, se dio cuenta de que la mansión no era simplemente un laberinto físico, sino una entidad viva que se alimentaba de su desesperación. Las paredes de la mansión parecían cerrarse a su alrededor, y el aire se volvía más denso.
Editado: 25.10.2024