Cuento #1
El día siguiente, el despacho del psicólogo estaba bañado en la luz tenue de la mañana, que se filtraba a través de las cortinas con un brillo dorado. El reloj de pared continuaba su tic-tac metódico, marcando el inicio de una nueva jornada. El ambiente en la habitación era más tranquilo que el día anterior, como si la historia de Sofía hubiera dejado una calma inquietante en su estela.
Sofía se sentó en su lugar habitual, su postura parecía relajada, pero había una chispa de anticipación en sus ojos. El psicólogo, observando a la niña, notó un cambio en la atmósfera: una mezcla de curiosidad y preocupación persistente. Ayer, la historia de la Casa de los Vientos había dejado una impresión significativa, y él se preguntaba qué más podría traer Sofía hoy.
—Buenos días, Sofía —saludó el psicólogo con una sonrisa, intentando transmitir una sensación de normalidad. —¿Cómo te sientes hoy?
Sofía le devolvió la sonrisa con un brillo en sus ojos. Sin esperar a que el psicólogo continuara, ella se inclinó ligeramente hacia adelante, su entusiasmo palpable.
—Buenos días. Estoy bien, gracias. Hoy quiero contarte algo más. —Su voz tenía un tono de emoción contenida. —Tengo cuatro cuentos nuevos para compartir contigo.
El psicólogo alzó una ceja, sorprendido por la cantidad de historias que Sofía había mencionado. Se acomodó en su silla, su expresión mostrando una mezcla de interés y cautela.
—Cuatro cuentos, ¿eh? —dijo, intentando mantener el tono ligero. —Eso suena interesante. ¿Te gustaría empezar con uno de ellos ahora?
Sofía asintió con vigor, claramente ansiosa por comenzar. El psicólogo se inclinó hacia adelante, preparándose para escuchar, mientras el reloj continuaba su tic-tac ininterrumpido. La atmósfera en la habitación parecía cargarse de una nueva tensión, anticipando los relatos que Sofía estaba a punto de compartir.
—Sí, quiero empezar con uno que... —comenzó Sofía, su voz llena de una mezcla de misterio y entusiasmo. —Este trata sobre un lugar muy diferente al anterior, pero que también guarda secretos.
El psicólogo escuchó atentamente mientras Sofía comenzaba su relato, su mente ya sopesando las posibles implicaciones de las historias que vendrían.
» En el último año de secundaria, el proyecto final para la asignatura de Historia y Literatura se trataba de una exposición grupal sobre fenómenos paranormales y leyendas urbanas. La profesora García, conocida por su rigidez, exigió que cada grupo presentara un relato espeluznante acompañado de pruebas visuales y testimonios ficticios. Carmen, una joven reservada y dedicada, fue asignada al grupo 3. A pesar de su ansiedad social, estaba decidida a hacer un buen trabajo.
Los compañeros de Carmen eran Lucas, el líder del grupo, una persona egocéntrica con un oscuro sentido del humor; Laura, que solía seguir a Lucas sin cuestionar sus decisiones; y Tomás, un joven desinteresado que solo quería cumplir con su parte sin mucho esfuerzo. Desde el inicio, Lucas, Laura y Tomás asignaron a Carmen la tarea menos atractiva: investigar el antiguo hospital psiquiátrico abandonado en las afueras de la ciudad, una estructura con una reputación siniestra.
Carmen aceptó la tarea, sabiendo que los otros se encargarían de las partes más llamativas de la exposición. Su investigación la llevó a explorar el hospital en ruinas, un lugar que emitía una sensación de desolación y maldad. A pesar de sus temores, Carmen recopiló material inquietante: fotografías de habitaciones desmoronadas, informes sobre tratamientos experimentales y testimonios de trabajadores que afirmaban haber escuchado gritos en la noche. Sin embargo, a medida que Carmen profundizaba en la investigación, comenzaron a suceder cosas extrañas. Oía susurros en los pasillos vacíos, sentía presencias inexplicables y descubrió marcas en las paredes que parecían cambiar de forma.
A pesar de sus inquietudes, Carmen se mantuvo enfocada en su trabajo. Sin embargo, sus compañeros de grupo no compartían el mismo compromiso. Lucas y su banda estaban ocupados preparando efectos especiales aterradores para su parte de la presentación, con sangre falsa y sonidos espeluznantes, mientras se reían y bromeaban sobre la "parte aterradora" que Carmen debía presentar.
El día de la exposición llegó y el auditorio estaba lleno de estudiantes y profesores ansiosos por la presentación. Carmen, con una mezcla de nervios y determinación, se preparó para su turno. La presentación de sus compañeros fue efectiva: efectos de sonido perturbadores, imágenes sangrientas y una atmósfera de terror. Cuando llegó el turno de Carmen, su sección sobre el hospital psiquiátrico parecía casi una anécdota en comparación. Lucas, Laura y Tomás habían manipulado el contenido, alterando los datos y mezclando hechos para hacer que la sección de Carmen pareciera una mera colección de historias inconexas.
Carmen subió al escenario, temblando mientras conectaba el proyector. A medida que la presentación avanzaba, el proyector comenzó a fallar, y las imágenes aparecieron distorsionadas. Las luces parpadearon y el auditorio se sumergió en una penumbra inquietante. Carmen intentó seguir adelante, pero las diapositivas parecían tener vida propia, mostrando imágenes cada vez más perturbadoras: rostros desfigurados, sombras deformes y escenas de tortura inexplicable.
El público comenzó a murmurar y a reírse de manera incómoda. Carmen, desesperada, intentó hablar, pero sus palabras se ahogaban en el ruido creciente. La presentación se volvió caótica, con imágenes de desesperación y horror que parecían tener una dimensión propia. Los murmullos se convirtieron en gritos ahogados cuando las luces se apagaron por completo.
En la oscuridad, Carmen sintió una presión en su pecho, como si una fuerza invisible la estuviera estrangulando. El aire se volvió pesado, y un frío helado se extendió por el auditorio. Carmen escuchó susurros a su alrededor, como si voces invisibles estuvieran burlándose de ella. Los gritos del público se mezclaron con sonidos indescriptibles que parecían venir de dentro del hospital psiquiátrico mismo.
Editado: 19.12.2024