Voces de la Penumbra

Capítulo 10: Sesión #3

Cuento #3

El psicólogo, aún afectado por el silencio extraño que había seguido al relato del pueblo, trató de ordenar sus pensamientos antes de seguir adelante.

—Son historias interesantes, Sofía —dijo él, intentando sonar neutral—. La casa que se mueve, el pueblo que desaparece... ¿qué me puedes contar sobre ese tercer cuento? El lugar oscuro.

Sofía lo miró directamente, sus ojos brillaban con una intensidad casi perturbadora. La niña se acomodó en su asiento, cruzando las piernas de una manera casual, pero en su expresión había algo que sugería una mayor profundidad, como si estuviera a punto de revelar algo importante.

El psicólogo sintió la presión en el aire aumentar. Había algo que lo preparaba para una revelación inquietante, y cuando ella comenzó a hablar, su voz sonaba diferente, más grave, como si el peso de lo que iba a decir trascendiera el simple acto de narrar.

—El tercer cuento —dijo Sofía, con una calma que contradecía la oscuridad de sus palabras— es sobre un lugar creado a partir de los delirios humanos. Es un mundo donde la realidad se desmorona, y todo lo que era familiar se transforma en algo aterradoramente extraño. Todo comienza con una pequeña pastilla... una pastilla morada.

El psicólogo se inclinó hacia adelante, intrigado y cauteloso al mismo tiempo. Sabía que Sofía solía mezclar sus propias experiencias en sus historias, y esta vez no parecía diferente. Sin embargo, la mención de las pastillas despertó una alerta en su mente. En el hospital se administraban medicinas con frecuencia, algunas para calmar a los pacientes más difíciles. ¿Estaba Sofía refiriéndose a eso?

—¿Qué pasa con esas pastillas moradas? —preguntó, manteniendo su voz lo más neutral posible.

Sofía lo miró fijamente, sus ojos brillaban de una manera que hizo que el psicólogo sintiera que ella sabía más de lo que estaba dispuesta a revelar.

—Dicen que esas pastillas no son como las otras —comenzó, bajando la voz casi a un susurro—. Las pastillas moradas no te calman, no te sanan. Lo que hacen es abrir una puerta. Una puerta a un mundo donde nada tiene sentido, donde el tiempo se retuerce y los lugares se mezclan. En ese mundo, las personas caminan, pero no saben que están perdidas. Y lo más curioso es que nadie puede encontrar la salida... excepto los que han sido escogidos.

El psicólogo sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El relato tenía una cualidad onírica, pero al mismo tiempo, había algo de perturbadoramente real en lo que Sofía describía. Él había visto pacientes bajo el efecto de ciertos fármacos, cómo sus mentes se descomponían en patrones incoherentes. Pero Sofía lo describía como algo mucho más profundo, algo casi místico.

—¿Y quiénes son los escogidos? —preguntó, aunque temía la respuesta.

Sofía alzó las cejas ligeramente, como si la pregunta fuera innecesaria.

—Nadie lo sabe. Algunos dicen que son aquellos que pueden ver lo que otros no ven, los que entienden el caos del mundo sin volverse locos. Pero no es algo que se pueda controlar... ni adivinar. La mayoría entra en ese lugar oscuro y nunca regresa.

El psicólogo tomó nota mentalmente de la forma en que Sofía hablaba de "ese lugar" como algo tangible, algo que realmente existía, y no solo como una metáfora o un simple cuento. Su mención de los "escogidos" le recordó algunas de las obsesiones que había visto en pacientes con delirios de grandeza o paranoia, aquellos que creían ser especiales de alguna manera. Pero en Sofía no había esa pretensión; solo había una serena certeza.

—¿Has estado allí? —preguntó el psicólogo, consciente de que esta era una pregunta que podía abrir un nuevo abismo en la conversación.

Sofía lo miró con una mezcla de inocencia y astucia, una combinación que siempre lo había desconcertado.

—No lo sé —respondió finalmente-. A veces, siento que estoy en el borde, como si pudiera ver ese mundo a través de una grieta, pero nunca he cruzado. No sé si soy una de las escogidas... todavía.

El psicólogo sintió un nudo en el estómago. Las palabras de Sofía, aunque envueltas en su narrativa fantasiosa, revelaban una desconexión con la realidad que lo preocupaba profundamente. La idea de que alguien pudiera perderse en su propia mente, atrapado en un mundo creado por sus propios delirios y amplificado por fármacos, no era nueva para él, pero la manera en que Sofía lo explicaba, con esa mezcla de claridad y misterio, hacía que todo pareciera más real, más cercano.

—¿Y qué pasa con aquellos que no son escogidos? —preguntó el psicólogo, aunque ya imaginaba la respuesta.

Sofía se encogió de hombros ligeramente, pero en su mirada había una frialdad que contrastaba con la ligereza de su gesto.

—Se quedan atrapados. Vagando por siempre en ese lugar oscuro, confundidos, atrapados entre sombras y susurros. Nadie los ve, nadie los escucha. Solo están... allí. Tal vez, si tienen suerte, se olvidan de sí mismos, se pierden completamente. Tal vez eso sea mejor que seguir buscando una salida que nunca encontrarán.

El psicólogo sintió que la habitación se había vuelto más fría, y el aire era más denso. Miró a Sofía, tratando de descifrar si ella entendía realmente lo que estaba diciendo, si era consciente del impacto que sus palabras tenían.

—¿Y la chica que viste hoy? —dijo finalmente-, ¿crees que ella es una de esas personas?

Sofía guardó silencio por un momento, su mirada perdida en algún rincón del despacho.

—No lo sé. A veces, puedes ver el miedo en sus ojos, ese miedo que tienen los que están a punto de entrar en el lugar oscuro. Pero no todos pueden salir. Solo los que están destinados a encontrar el camino lo harán. Y los demás... —hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras llenara el espacio-. Los demás se perderán para siempre.

El psicólogo cerró su libreta, sintiendo que, aunque la sesión había terminado, la historia de Sofía seguiría rondando en su mente mucho después de que ella se fuera. Ese "lugar oscuro", creado por los delirios humanos y amplificado por la mente frágil de los pacientes, no era solo una invención infantil. Era una representación aterradora de la psique desmoronándose bajo el peso de la realidad, de los miedos más profundos, y de las pastillas que prometían sanación, pero que, en algunos casos, podían abrir puertas que nunca debían ser cruzadas.



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En el texto hay: soledad, suspenso, terror

Editado: 19.12.2024

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