Cuento #2
La noche había caído como una manta oscura y pesada sobre la pequeña aldea de Villar del Silencio. Una densa neblina envolvía los árboles y las calles de piedra, como si el aire mismo temiera lo que acechaba en las sombras. La luna, apenas visible entre las nubes, parecía observar desde lo alto con indiferencia, bañando de una luz pálida los tejados mohosos y las ventanas cerradas a cal y canto. Nadie en su sano juicio saldría en una noche así, y menos después de los rumores que corrían entre los aldeanos.
Ángela, una joven de cabellos oscuros y mirada sombría, caminaba apresurada por el sendero que conducía al bosque. Llevaba consigo una linterna cuyo parpadeo apenas iluminaba unos metros delante de ella, pero continuaba avanzando con una determinación inquebrantable. Había oído las historias desde pequeña, como todos en la aldea. Historias de desapariciones, de gritos ahogados que surgían en medio de la noche, de sombras deformes que se escurrían entre las grietas de las casas. Pero esa noche no era como las demás. Esa noche, Ángela buscaba respuestas.
El aire estaba cargado de una extraña electricidad, como si el propio ambiente presagiara lo que estaba por ocurrir. Cada paso que daba sobre el suelo húmedo parecía resonar en su mente, como el latido sordo de un corazón desbocado. Los árboles a su alrededor se alzaban como criaturas gigantescas, con ramas retorcidas que parecían manos deseosas de atraparla. Aun así, Ángela no se detuvo.
Sabía lo que buscaba. Y sabía que el bosque no era el lugar más peligroso que podía enfrentar.
Desde pequeña había sentido algo en su interior. Un oscuro presentimiento que, con los años, se había convertido en una certeza. Había algo dentro de ella. Algo que no era humano. Algo que se agitaba en lo más profundo de su alma, acechando, esperando el momento adecuado para mostrarse.
No recordaba cuándo empezó a sentirlo, pero durante años había luchado por ignorarlo, por reprimirlo. Sin embargo, en los últimos meses, el control que había mantenido se desmoronaba lentamente. Pesadillas horribles la atormentaban cada noche: rostros deformados, miembros mutilados, cuerpos desmembrados, y siempre la sensación de estar observada por algo más allá de lo terrenal. Pero la peor parte de todo era que, en lo más profundo, esas pesadillas no eran sólo visiones... eran recuerdos.
Ángela había empezado a dudar de su propia cordura. Pero aquella misma mañana, había encontrado algo que no podía ignorar. En el sótano de la casa familiar, escondido detrás de una pared rota, encontró un antiguo diario. Las páginas estaban amarillentas y el papel casi desintegrado por el paso del tiempo, pero algunas palabras aún eran legibles. Lo que leyó le heló la sangre.
El diario pertenecía a su bisabuela, una mujer que la familia rara vez mencionaba. Sus escritos hablaban de rituales oscuros, de pactos con entidades desconocidas, y de un monstruo que habitaba en el interior de cada miembro de su linaje, aguardando el momento de romper las cadenas que lo mantenían dormido.
Las últimas líneas del diario advertían que la criatura en su interior despertaría el día que ella descubriera su existencia. Ahora, Ángela sabía que aquello que había sentido dentro de sí no era una simple paranoia. Era real. Y si no hacía algo al respecto, ese monstruo tomaría control de su cuerpo y alma, tal como había ocurrido con su bisabuela, cuya desaparición nunca fue explicada.
Ángela llegó a un claro en el bosque, donde un círculo de piedras negras se alzaba entre la hierba muerta. Era un lugar antiguo, olvidado por los aldeanos, pero no por los miembros de su familia. Sabía que este era el sitio del ritual. Sabía que aquí podría enfrentarse a lo que la acechaba desde lo más profundo de su ser.
El viento sopló con fuerza, y las ramas de los árboles gimieron como si el bosque mismo estuviera advirtiéndola de su error. Pero Ángela estaba más allá del miedo. No había vuelta atrás.
Se arrodilló en el centro del círculo y comenzó a recitar las palabras que había memorizado del diario. La lengua antigua era áspera en su boca, las sílabas se enredaban en su lengua como si no fueran destinadas a ser pronunciadas por voces humanas. A medida que hablaba, sintió una presión en su pecho, como si algo estuviera apretando su corazón. El aire se volvió más denso, más pesado, y el suelo comenzó a vibrar ligeramente bajo sus rodillas.
De repente, la linterna parpadeó una última vez y se apagó. Ángela quedó envuelta en la más absoluta oscuridad.
El silencio que siguió fue absoluto. No se oía ni el viento, ni el crujido de las hojas, ni siquiera su propia respiración. Y entonces, lo sintió. Algo se movía dentro de ella. Un frío intenso comenzó a recorrer sus venas, extendiéndose desde su corazón hasta cada extremo de su cuerpo. Sus músculos se tensaron, y una sensación de terror puro la invadió. No era miedo por lo que estaba fuera, sino por lo que estaba despertando en su interior.
Con un grito desgarrador, Ángela sintió cómo su cuerpo comenzaba a cambiar. Sus manos se alargaron, sus dedos se deformaron en garras afiladas, y su piel comenzó a desgarrarse en múltiples puntos, revelando una carne oscura y palpitante debajo. Su rostro se contorsionó en una mueca grotesca, y pudo sentir cómo sus propios ojos cambiaban, llenándose de una oscuridad que no pertenecía a este mundo.
Intentó luchar, intentó recuperar el control, pero la cosa dentro de ella era más fuerte. El monstruo había despertado por completo.
Un rugido gutural salió de su garganta, y Ángela sintió cómo su mente comenzaba a fragmentarse. Imágenes de muerte y destrucción pasaron ante sus ojos: cuerpos desmembrados, sangre corriendo en ríos, gritos de dolor que se entrelazaban en una sinfonía macabra. Pero lo peor de todo fue la certeza de que era ella la que provocaba todo aquello.
En lo más profundo de su alma, Ángela comprendió que siempre había sido así. Que ese monstruo no era una entidad separada de ella, sino una parte de su propia esencia. Algo que había estado con ella desde su nacimiento, moldeando su vida, sus pensamientos, sus decisiones. Y ahora, finalmente, había tomado el control.
Editado: 19.12.2024