Voces del Viento

Capítulo 6: Bajo la lluvia

No puedo hacer nada. Las ruedas de la camilla rechinan contra el piso blanco del lugar, me tienen atado y hacen caso omiso de mis gritos. La impotencia llena mi cuerpo y solo quiero golpear a la enfermera que está tratando de detener el sangrado de mi cortada.

—¡Déjenme morir! —grito, pero no hacen caso.

Las enfermeras alrededor miran con lástima, los doctores con indiferencia, ya deben estar acostumbrados.

Desátate, inútil.

Inservible, debieron tirarte en un tacho de basura justo después de nacer, habría sido menos problemático.

Una de las muchas voces se hace presente. Le hago caso y empiezo a pelear con todo lo que puedo, atado no puedo hacer mucho y me desespero aún más.

—Suéltenme… suel…suéltenme —me cuesta hablar. Me siento débil y eso me hace sentir mejor, no pueden detener el sangrado con un simple torniquete. Mis ojos pesan, siento que pierdo la movilidad del cuerpo y no, no me han puesto un sedante, luego mi visión se torna negra y cierro los ojos, pero aún puedo escuchar, a lo lejos…

—Leo, despierta. ¡Despierta! ¡Leo!

Abro los ojos de golpe y siento mi corazón golpear con fuerza contra mi pecho, y el sudor cae por mi rostro. Observo a la persona que me sacó de mi horrible y recurrente pesadilla, era mi hermano, que miraba como yo iba volviendo a la realidad con pánico y alivio— Mamá quería entrar, pero le pedí que me deje a mí —explica.

—Gracias —digo todavía aturdido por la pesadilla— Ya estoy bien, ve a dormir, yo ya no podré —Travis se ve todavía asustado.

—Son las cinco de la mañana, si quieres podemos ir a correr como hacíamos antes —sugiere con tono esperanzado, yo doy un apretón en el brazo.

—Hecho.

Me levanto de la cama y Travis deja mi habitación para cambiarse el pijama por algo deportivo, lo mismo hago yo. No me toma mucho tiempo, cuando estoy listo me encuentro con mi hermano en la sala de estar. Salimos de la casa. El sonido de estática y risas me persigue. Quiero gritar.

Es como una tradición salir a correr cuando ocurre esto o algo que nos está estresando. Correr para olvidar, nos hace bien.

—En la carrera de vuelta, te venceré —dice Travis, provocando que una carcajada salga de mí.

—Ya lo veremos.

¡Que te atropellen!

¿Pensaste alguna vez que se sentiría ahorcar a tu hermano hasta que deje de respirar?

¡Esos juegos estúpidos! Es el ego, cuando llegas a un lugar, puedes sentirte seguro de todo lo que hay a tu alrededor … es falso, es falso… mátalo, se lo merece, vale menos que tú.

Empezamos a trotar en silencio como hacemos habitualmente, bueno hacíamos ya que desde que llegamos aquí no hemos salido a correr. Mientras corremos no puedo evitar pensar en Heather, trato de imaginar si ella está dormida ahora o también tiene problemas para conciliar el sueño y mi mente viaja a nuestra última conversación, en la que dijo que ambos tenemos demonios, recuerdo la sonrisa que tenía al decirlo. Dios esta chica está causando estragos en mí. Quiero salvarla de sí misma, pero ¿Cómo? Yo estoy igual de jodido o peor.

No puedes ayudarla, inútil. No sirves.

¡Cállate!

¿Qué más te falta? ¿Caerte, desmayarte?

—Competencia de aquí a la esquina —la voz de mi hermano me saca de mi discusión mental y lo agradezco internamente.

—¿Tan rápido ya quieres competir? —le digo burlón.

—Me siento con suerte —mi hermano habla con superioridad. Me mofo de él por su fachada de “soy la gran cosa” y me pongo en posición para correr.

—Prepárate para perder.

Ahórcalo. Ahórcalo y después ábrelo para saber de qué está relleno, a veces entre las tripas se encuentran tesoros.

Suicídate tomando “Ace”. Suicídate con burbujas jijijijiji….

Tú. Tú.

Ambos salimos corriendo por la solitaria calle del vecindario, casi a la misma velocidad y a ratos uno sobrepasaba al otro. Empieza a llover cuando vamos a la mitad de una calle bastante larga. La lluvia se hace más fuerte, empapándonos por completo, pero eso no importa ¿Qué mal hace un poco de agua? Veo a mi hermano rebasarme y acelero el paso, no quiero que me gane, somos muy competitivos.

—Ya ríndete —me dice mientras corre y yo respondo— eso jamás.

Seguimos compitiendo bajo la lluvia torrencial, ambos en la misma posición, de vez en cuando él me rebasaba. Nos acercamos a la esquina de la calle y Travis acelera con todo lo que puede, yo igual, mi cuerpo estaba agotado, mi fuerza no fue suficiente.

Inútil. No sirves.

El gato negro de Socialite – ¿Distraído?…

—¡Ja! ¿Viste eso? —alardea mientras yo estoy agachado con las manos en las rodillas, tratando de recobrar la respiración. Tengo que dejar de fumar.

—Fue suerte —le doy un puño amistoso en el brazo.

—¿Ves a estos bebés? —flexiona sus delgados brazos para que se vean sus músculos, que, por cierto, son casi inexistentes.




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