Al llegar a casa, veo el auto de papá estacionado. Suelto un largo suspiro y salgo de mi coche, esta será una conversación intensa. Mamá sabía lo que papá estaba haciendo, pero no estoy seguro de si sabía, que la persona con la que él la engañaba, era Hanna.
Entro a mi casa y ahí está mi familia, los tres sentados en los sillones que están en la sala. Sin saludar, me doy paso y me sitúo al lado de mi hermano, Travis luce tenso y supongo que yo igual debo verme así, mi madre trata de no romperse en frente de todos, también puedo ver el remordimiento en los ojos de mi padre.
Creo que hubiera sido mejor si mi madre dejaba los papeles de divorcio en la oficina de papá, cuanto se enteró y no esperar hasta esto. No deseo que estén separados, pero mi padre destrozó la relación.
—Ya lo sabía —mi madre tiene la mirada perdida mientras habla —Sabía que era alguien de tu trabajo, solo… solo no sabía quién era.
—¡Todo tiene una explicación! pero entiendo si ninguno de ustedes quiere escucharla —mi padre busca la mirada de mamá, luego la de Travis y por último, se detiene en mí, para luego volver a mi madre.
—Yo quiero escucharlo —Dice Travis y suelta una risa amarga.
Nuestro padre suspira y frota sus sienes. Esta vez sin hacer contacto visual con nadie.
—Querida, tu sabes que hace tiempo tenía planeado unirme a Hoffman’s Enterprise. Ya sabes, las cosas en mi empresa no estaban yendo bien y en cualquier momento iban a declararla en banca rota. —Se detiene un momento— Yo ya había hablado con el presidente de Hoffman’s, tenía todo planeado, pero nadie podía enterarse, porque si lo hacían, me despedían y eso no me convenía. Un mes antes de que nos trasfirieran aquí, Hanna se enteró y me amenazó. Yo estaba anonadado, ella siempre me pareció una buena mujer —niega moviendo la cabeza con decepción— Tenía todas las pruebas de lo que yo estaba haciendo para obtener mi puesto en Hoffman’s.
—¡Traicionabas el lugar donde trabajas! —espeta mi hermano.
—Solo no quería quedarme desempleado, no voy a negar que soy codicioso. El punto es que Hanna lo sabía y ella podía hundirme.
—¿Ahora nos vas a decir que ella te obligó a ser su amante y que a cambio no diría nada sobre ti? —hablé yo. Eso suena patético.
—Leo —advirtió mi madre y yo no pude evitar rodar los ojos.
—Es algo más complicado que eso —mi padre rasca su nuca, con actitud nerviosa—. Y realmente ese no es un tema para hablar con ustedes —mi madre por primera vez le dirige la mirada a mi padre y asiente.
—Niños, deberían dejarnos a su padre y a mí a solas.
—Todo lo que me queda por decir ahora, es que lo siento de verdad —nos mira a Travis y a mí—. Entiendo que estén enfadados conmigo y espero puedan perdonarme algún día. —Travis y yo nos levantamos del sofá, para irnos escaleras arriba.
—Es mejor si van a dar una vuelta por la ciudad —mi hermano y yo nos miramos perplejos—Tomen —me entrega dos billetes de veinte.
Me despido asintiendo y salgo por la puerta con Travis siguiéndome.
Subimos a mi auto y sin decir ni una palabra lo pongo en marcha, vamos alejándonos de nuestra casa. ¡Demonios! Todo es un maldito desastre. Algo ocultan mis padres y odio ser curioso, ¿Qué puede ser tan malo que no lo pueden decir en frente de nosotros? Vamos, Leo, piensa.
Eres demasiado inútil para pensar.
Tus padres no te quieren, solo querían sacarte de ahí.
No te soportan.
Cállate.
—¿Dónde vamos? —pregunto a Travis, no lo había pensado.
No hemos salido demasiado desde que nos mudamos aquí y ya hace un mes. Torcí la boca con gesto indiferente— Necesito un cigarro—Travis sonríe.
—Tengo algo mejor —mete la mano a su bolsillo y deja a la vista una cajetilla metálica color negro, con una hoja verde. Observo a mi hermano con una ceja enarcada.
—¿Dónde lo conseguiste? —dejo de mirar a mi hermano menor y pongo los ojos en la carretera—. Esta es la viva prueba de que los estadounidenses consumen más que los latinos —estallo en carcajadas. Mi pequeño hermano me hace la competencia.
—Me enorgulleces —él se ríe y se encoge de hombros.
—Yo propongo que llames a tus amigos y vayamos a la famosa Venice Beach —detengo el auto al lado de la acera y tomo mi celular del bolsillo izquierdo. Busco en mi lista de contactos a Matt y lo pongo en altavoz.
—Hola, Matt —saludo cuando contesta.
—Hey, ¿Qué onda?
—Teníamos pensado ir a Venice justo ahora —Matt se ríe.
—¿Dices ahora? Viejo, están locos.
—¡Tenemos hierba! —exclama Travis.
—Me apunto, le diré a mi hermana y llamaré a Jesse, pero no iremos a Venice, está muy lejos.
—Pasaremos a recogerlos en media hora, ¿está bien?
—Perfecto.
—¿Por qué no llamas a la chica que estaba contigo? —le pregunto a Travis cuando termino la llamada. Él rasca su cabeza nervioso.
—¿Hablas de Ginny? —Yo asiento, recordando que ese era su nombre— No lo sé, a lo mejor a ella no le gustan las drogas y no quiero asustarla —pienso en lo que dijo por un momento y es cierto. Pongo el auto en marcha con destino al supermercado más cercano.
—Pienso que deberías llamarla de todos modos, le gustará el hecho de que pensaras en ella como para invitarla a algún lugar —Travis rebusca en sus bolsillos y coge su móvil— Pero, no estaría mal que le digas que se topará con unas cervezas y tal vez vodka.