Supuse que algo así iba a pasar algún día. Mis padres no estaban locos, ni tampoco esa congregación cristiana a la que asistían. Siempre tuvieron razón, sobre las guerras y el hambre que decían que ocurrirían en el mundo. Aunque claro, las coincidencias existen.
Nos sentíamos refugiados en un cuchitril de mi vieja casa que se atrevía a llamarse sótano. Estaba todo tirado, pero era el lugar más seguro que pudimos encontrar. No podíamos pedir lujos en ese momento que el inicio del fin llegaba sobre nosotros, sobre el planeta.
Incluso en esos críticos instantes la pequeña de anteojos y grande cabeza no paraba de quejarse, no podía dejar su palabrería de lado.
— ¡Ay, qué asco! Tu casa es una porquería — dijo con una mueca en la cara.
— Si voy a morir quiero que sea en un basurero mejor, porque esta ... — hizo pausa un instante para después escupir las palabras — ... pocilga no es digna de mí.
Me tragué el coraje, y le di prioridad al miedo, así que no dije nada, sólo dejé que las tonterías que decía esa enana atravesaran mis oídos y se disolvieran en mis pensamientos. Sé que no eran el lugar ni la hora adecuados, pero a partir de entonces esa mocosa se ganó el título de <<enana>>.
— Enciende el televisor que está ahí por favor — le dije al chico blanco de la esquina. Se hacía llamar José. José tenía una forma simétrica perfecta diría yo, su cabeza podía formar un cuadrado me atrevería a decir.
— Claro — dijo.
José avanzó directo al viejo dinosaurio que tenía por televisor en el sótano. Giró un gran botón café oscuro y la pantalla se iluminó de un blanco lechoso.
Había un reportaje de las noticias del día, era de emergencia y lo transmitían con solo una cámara y un reportero cubierto con un impermeable amarillo, empapado por la lluvia y luchando por gritar palabras que arrastraba el viento con violencia. Se hallaba en una ciudad del norte al parecer.
"... le informamos que el ataque que se registró hoy en la capital del país no fue el primer incidente. Pues se dio a conocer de bombardeos y tiroteos por parte de extranjeros en los estados de Guadalajara y Monterrey.
Si usted está viendo esto, le digo que ore a quien usted quiera, que rece si es que así prefiere decirlo a su santo más allegado.
Tengo lamentables noticias para todo el público: ¡El mundo ... el mundo está en guerra! — la transmisión fue cortada porque hubo un apagón de la energía
— ¡Santo Dios! — gritó Flor, mientras se llevaba las palmas de las manos a su boca y más lágrimas le resbalaban desde las comisuras de sus ojos.
— ¡Shh! Cierra el pico — la interrumpió Kelly — déjanos escuchar o te patearé el trasero gordo que tienes.
La energía eléctrica regresó de pronto con un ruido intenso en el foco que teníamos en el sótano y lo hizo estallar, pero el televisor se encendió de nuevo, y en él se podía apreciar un mensaje en letras blancas con fondo negro, y un sonido tan agudo que era desesperante:
"Hoy, 29 de septiembre del año 2029, se ha decretado que la tercera guerra mundial está por comenzar. Las grandes diferencias entre potencias no se han podido resolver de manera pacífica. Alemania, Estados unidos de América, Gran Bretaña, Rusia, Francia, el estado islámico; todos ellos están amenazándose entre sí. Compitiendo por ver quién se queda con los últimos recursos de este planeta. Estimada audiencia, como lo escuchó, los recursos naturales están por extinguirse y desafortunadamente el agua dulce es uno de ellos, agua agotándose del planeta azul, irónicamente gracioso, pero es la triste realidad.
Y ahora la pregunta que tanto se estará haciendo: ¿Por qué Alemania está atacando a nuestro país? ¿Por qué a México?
Bueno, pues resulta que México es el brazo derecho, por así decirlo, de E U A y nos toman como enemigo también. Es como en el ajedrez: antes de que caiga la reina deben caer los peones ..."
Boquiabiertos, así estábamos todos. Sin saber en qué momento nuestra vida comenzó a irse al demonio, sin saber porque el destino permitió que esto ocurriera.
Por primera vez tenía miedo, miedo real, no como las otras veces. Sólo quería saltar de un precipicio y acabar con mi sufrimiento de una vez por todas.
— ¿Acaso esto podría empeorar más? — dijo el gordito que no había dicho una sola palabra desde que llegamos.
— Guarda silencio panzón — soltó la Kelly.
Fue increíble ver llorar a un grandote como ese por culpa de una niña de un metro cincuenta. Fue increíble que los demás no habláramos más después de contemplar aquello.
<<ring, ring>> sonó el teléfono y yo contesté lenta y temblorosamente, con miedo de escuchar malas noticias, con miedo de saber que algo le había sucedido a mi familia.
— ¿Hola? — dije con voz entrecortada.
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Editado: 01.06.2020