Sentía que podía flotar mientras el dolor me hacía dormir, ese dolor que me derrumbó de golpe estaba desapareciendo. Cuando abrí los ojos una luz blanca intensa hacía que todo fuera confuso. A mi derecha estaba un chico de estatura promedio y cuerpo regordete, podría jurar que sonreía y que me dirigía a mi esa feliz sonrisa.
El chico soltó una risa estruendosa y en medio de toda la luz que envolvía su rostro pude notar la silueta de un rostro fino, alargado, pero con grandes cachetes.
— No entiendo — dije entre susurros — ¿dónde estoy?
Jamás en mi vida me había sentido tan ligero, tan libre. Me levanté y caminé unos pocos metros por el suelo blanco lleno de neblina, pero no estaba asustado, sino más bien por alguna razón me sentía muy contento. <<Debo estar soñando.>> Sonreí. <<Esto no es real>> seguía sonriendo como tonto.
— ¿Te asusta? — me preguntó el chico regordete con una voz rasposa.
— Para nada — le respondí.
— Para nada — repitió con seriedad.
— ¿En dónde estoy?
— Sólo tú lo sabes, Matías — dijo, al momento que soltaba una carcajada. Ahora él era el de la sonrisa tonta.
Levanté la ceja derecha un poco y después hice un gesto de negación con la cabeza. — No lo sé — dije con firmeza.
— Hmmm
— ¿Quién eres tú y por qué no puedo ver tu rostro?
— ¿Yo? — preguntó con un tono de indignación. — Soy quien siempre te aconseja para que no hagas estupideces, aquella vocecita en tu cabeza que te obliga a tomar decisiones sabias.
— No es cierto — solté, y no pude evitar reírme.
— Es la verdad. Debiste haberme escuchado cuando trate de salvarte hace poco.
— ¿A qué te refieres exactamente?
— Ya sabes, la bala, los soldados, tu cuerpo desplomándose sobre el río de sangre.
— No estaba pensando claramente, lo sabes.
— Ahora ves que no fue la mejor decisión. <<Estúpido>>
Lo miré confundido y me giré delante de él, dándole la espalda.
— ¿Por qué estoy desnudo? — le pregunté mientras miraba hacia abajo y podía ver mis partes íntimas. — Dame algo de ropa por favor.
— No necesitas ropa justo ahora. Nadie más te verá.
Volteé la mirada hacia él y traté de ver su expresión, pero me resultaba imposible. Su cara estaba muy brillante, parecía que la luz de un foco estaba dentro de todas sus células.
— Tú me ves justo ahora — entre cerré los ojos un poco, haciendo que parecieran dos líneas perfectas.
— Eso no importa, sólo no pienses en eso. Te he visto desnudo toda la vida, Matías.
Mi rostro me ardía un poco, y sabía que la sangre lo había tornado rojo por la vergüenza.
— ¿Ya me dirás quién eres?
Meditó un poco antes de responder.
— Claro, pero ya deberías saberlo — sonrió.
— Sólo dime ...
— Soy tu conciencia — dijo — y por si te lo preguntabas, no, no estás muerto.
Sucedió que la confusión me invadió de pronto. Primero aparecí acostado en un lugar misterioso que tenía paredes y suelo de color blanco. Después tenía que lidiar con este tipo que aseguraba ser mi conciencia, aquella molesta voz en mi cabeza que siempre me decía que es lo que debía hacer. Aquel que siempre se preocupaba por mi bienestar.
Tenía muchas dudas al respecto. Tal vez sólo era un sueño loco, como esos que a veces tengo, aquellos de los que siempre quiero despertar.
— ¿Y dónde estamos? — le pregunté.
— Donde tú quieras estar — respondió.
— No entiendo.
— Estamos en cualquier lugar que te puedas imaginar — sonrió al decirlo — sólo debes creer que estás allí.
— No quiero ir a ningún lado, sólo quiero aclarar mis dudas.
— Bueno, trataré de ayudarte — dijo, pero al momento desapareció y en su lugar se posicionó una bola de vapor caliente.
— ¡Oye! ¡oye! ¿a dónde te has ido?
Silencio.
— Amigo conciencia, ¿sigues aquí?
De nuevo el silencio.
— ¡Detesto que me hagan esperar!
No obtenía respuesta de ninguna manera.
Me crucé de brazos y di una vuelta de 360 grados al lugar. Sólo veía muros altos teñidos de blanco, aunque el techo era muy parecido al cielo repleto de nubes blancas y manchas de azul.
Estaba entrando en pánico, no me gustaba nada de lo que ocurría, la felicidad me abandonaba. Caminé por el pasillo que tenía en frente y puse la mano derecha en el muro, según mis recuerdos era una forma de salir de un laberinto, si es que eso era uno.
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Editado: 01.06.2020