Flor se quedaba sin fuerza, yacía llorando a tal grado que se le desgarraba la garganta, hubo un momento en que no emitió sonido alguno, era como si alguien le hubiese arrancado las cuerdas vocales por completo.
Tenía la boca abierta y una mano casi cubriéndola por completo, de sus ojos salían chorros y chorros de lágrimas que se resbalaban con la lluvia que le caía en la cara.
— Te llevaré adentro para que estés con ella — le susurré.
La cargué empleando la poca fuerza que me quedaba, con la herida abdominal punzando de dolor. << Rayos>>.
La secuela de la bala en mi hombro me castigó entonces, con un terrible dolor profundo.
Edson había cargado a Kelly y a Duque hasta nosotros. Lo vi protegerse de algunas piedras de granizo mientras corría para alcanzarnos.
Dos bolas de hielo me golpearon en la cabeza y sentí como el dolor se paseaba por mi cráneo. Me tambalee por un momento y la vista se tornó nublada. A Flor la alcanzó una en su frente y le dejó una marca roja muy grande.
— ¡Diablos! — dijo, apretando los dientes.
Se quejó tratando de evitar que yo escuchara, pero fue inevitable.
— Ya casi — le respondí agitado.
Delante de nosotros iba Edson con el cuerpo de Kelly, también se daba prisa para llegar a la escuela y poder refugiarnos del clima violento.
Salió un disparo desde el techo de un edificio muy alto y chocó contra el pavimento. Di un salto reflejo rápidamente y procedí a cubrirme con las manos <<que estupidez.>>
Flor se me cayó de los brazos y su cuerpo se lesionó aún más con el impacto.
— ¡Ah! — gritó — ¡maldición!
— Lo lamento tanto — le dije lo más fuerte posible para evitar que el sonido torrencial de la lluvia ahogara mis palabras.
Le levanté con delicadeza, pero haciéndolo muy rápido, pues nos quedábamos sin tiempo.
Otro disparo, después otro. Todos daban contra el suelo mojado. Dejaron marcas pequeñas y dejaban salir chispas amarillas de este.
— ¡Francotiradores!, ¡son francotiradores!
Ignoré el dolor que me recorría el vientre, me olvidé por completo de él y corrí lo más rápido que pude, mi pecho y garganta me ardían cada vez que respiraba. El aire me hacía falta en los pulmones, era como si tuviera un ataque de asma, pero tenía que seguir en movimiento si no quería morir ahí.
Estaba a sólo unos cuantos metros, el portón blanco lleno de costras de óxido, donde anteriormente solían ingresar los niños a clases. Ya faltaba poco.
Escuché unos disparos en la escuela, y a los dos segundos una mirada color miel me recibió con ansias.
— ¡Adentgro! — me dijo a gritos — ¡muévete!
Seguí las órdenes de Abadie, que salió a hacerle frente al tipo que nos disparaba, sólo escuché el ensordecedor ruido de las balas viajando por el aire.
En cuanto di el primer paso dentro de un aula me desplomé de cansancio, con Flor en mis brazos. Antes de perder la conciencia unos gritos me sacudieron los oídos.
— ¡Abadie! — decía Émile gritando — ¡Noooooo!, ¡tú noooo!
Escuché un río que corría con fuerza por un lugar distante, pero todo estaba distorsionado, el eco de la voz de Émile se quedó en la lejanía, aunque sus lamentos seguían persiguiéndome. Todo parecía terrorífico, mi mente me llevó a una calle sola, con un arroyo de lluvia corriendo por ella hacía abajo. Estaba nublado y oscuro, pero había silencio. Estaba de alguna manera en una de las calles de la ciudad. Me di la vuelta y pude ver el portón blanco escolar, y como si estuvieran en pausa, Abadie y Émile estaban de pie con el arma en manos, inmóviles, en una posición de defensa.
Me parecía que ya no me encontraba en la realidad, no era normal.
Más balas se escupían afuera, o al menos eso podía escuchar. Algo raro me iluminó los ojos, a pesar de estar borroso pude sentir el intenso calor en ese ambiente frío.
Una flecha envuelta en un fuego amarillento procedente de un tipo que flotaba a unos escasos metros en el aire, se clavó en Abadie. La criatura tomo otra flecha con un movimiento increíblemente veloz y la lanzó hacia el techo de una casa cercana, dándole a un hombre desconocido, probablemente del ejército extranjero. Los pulverizó al instante, y cesaron los disparos.
Todo se volvió color negro, como un abismo dando vueltas en mis ojos, regresé a estar acostado dentro del aula.
Más lamentos había en el lugar, pero ahora de todos los presentes. Flor y Edson trataban de sujetar a Émile para que no saliera a enfrentar al ser majestuoso que había erradicado a Abadie. Edson lo tomó por el abdomen mientras Flor trataba de calmar los gritos que este emitía.
— Sería una locura salir justo ahora con ese guardián paseándose en la lluvia — le decían.
No recuerdo nada más antes de perder el conocimiento por completo, y sé que fue lo mejor.
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Editado: 01.06.2020