Voces en el cielo

29

La criatura tomó impulso y se elevó con una velocidad tremenda, dio un salto que juré era imposible. Cayó en otra nube muy cercana, era densa, y parecía que sus pies se hundían en ella.

Hubo un salto más y cuando se encontró en el aire agitó sus alas un poco para mantenerse en equilibrio. <<siendo un ser mitológico no tendría por qué preocuparse de la altura.>>

— Hermosos, ¿no crees? — preguntó Conciencia, que se cruzó de brazos a mi izquierda.

— Así es, demasiado — respondí. — No entiendo cómo es que se dan cuenta de lo que ocurre allá abajo estando tan alto.

— ¡Ah, ah, ah! — me interrumpió — no los subestimes, su poder está fuera de tus conocimientos básicos — continuó diciendo — se sale de los límites normales.

Hice un gesto de confusión, pero luego lo dejé seguir hablando.

— Pueden detectar cuando un inocente está en peligro desde aquí mismo.

— ¿Cómo hacen eso?

 Empecé a entrelazar mis manos y a menear estas de nerviosismo.

— No lo sé, es un don que se les ha dado y sólo ellos saben a la perfección — dijo — su creador es el mismo que el de todas las cosas que existen, pero nadie lo ha visto jamás.

— Entiendo — dije confundido — mi madre solía hablarme mucho sobre eso.

— Tu querida madre — soltó con desánimo — pronto la verás — puso su mano en mi hombro y me volteo a ver con ese resplandor en su rostro.

Asentí, y me emocioné un poco con la idea de volver a ver a mi familia, la que perdí sin darme cuenta.

Se notó un profundo silencio, nada más que el viento soplando frente a nosotros. El ruido que hacía era hermoso si lo escuchabas detenidamente.

Vi el cielo oscuro lleno de estrellas, podía admirar su destello sin parar por primera vez en días. Me sentía libre y contento, ya no sufría más.

 

— ¿Por qué la oscuridad en la tierra?

— ¿Cómo dices, pequeño? — respondió amablemente.

— ¿Qué por qué la oscuridad bañó la tierra en todos estos días?

Se tomó su tiempo para responder, vi que sacudió con fuerza su pie descalzo en la densa niebla. << si no fuera un sueño, juraría que me había vuelto loco>>.

 

— Es el segundo aviso — me susurró débilmente — el segundo de tres, y probablemente el menos desastroso.

— ¿Aviso? — cuestioné sorprendido. — ¿Qué es lo que avisan?

— El segundo aviso de que la verdadera paz está por llegar, de que pronto ellos se encargarán de hacer bien su trabajo, y que es tiempo de destrucción de todo aquello que perjudica al planeta.

— Entiendo, o eso creo — estaba confundido. — Y, ¿cuál fue el primero entonces?

— ¡Las trompetas! — exclamó abriendo los ojos muy grandes. — Era el aviso para los hombres de que pronto tendrían una verdadera guerra, contra aquellos que solían ser sus guardianes.

Me estremecí de golpe, no me gustaba nada escuchar eso. El saber la verdad no fue tan bueno como yo lo pensaba. Quería salir de allí, correr o despertar, lo primero con que me respondiera el cuerpo.

— ¿Tan rápido te vas? — me preguntó pícaramente — ¿No quieres saber cuál es el tercer aviso?

Me quedé tieso, helado prácticamente de miedo. Quería responderle correctamente, pero lo único que conseguí hacer fue asentir.

— Bien. Es algo con lo que todo el planeta se va a detener, todos dejaran de prestar atención a lo que hacen, para escuchar la verdadera voz en el cielo, la que pondrá fin a todo esto.

Tragué saliva, me temblaban las rodillas, no sabía cómo era posible llamar a lo que me estaba ocurriendo; ¿un sueño, o más bien una pesadilla? Giré mi cabeza hacia él.

— Todos esos seres inocentes no debieron morir, créeme que su muerte no será en vano — dijo con tristeza.

— José, Kelly, Julio, Luis — susurré y una lágrima cayó por mi mejilla.

— Lamento tanto lo que les pasó — acarició mi rostro con su blanca mano. — Los hombres matan a personas inocentes.

— ¿Y qué hay de tus amigos con alas? — pregunté indignado.

— Los guardianes destruyen asesinos — dijo con seriedad — sólo aquellos que han matado alguna vez o cometido algún acto horrible deben ser arrancados de la tierra.

— Abadie, Émile — susurré con un nudo en la garganta.

Asintió y me miró, aunque yo no podía ver su rostro se sentía su tristeza.

— Así son las cosas ahora, no hay nada más que hacer por ellos.

— Entiendo - respondí. — ¿Ya me puedo retirar?

— Por supuesto — dijo al instante — pero antes de que te vayas necesito que veas algo.

Lo miré con desaire por segunda vez y me crucé de brazos.

— Esta bien, dime qué más debo ver.

El chico se dejó ver por primera vez, la luz de su rostro se apagó y pude ver mi reflejo en él. Era como tener un espejo frente a mí.



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En el texto hay: romance, aventura, tercera guerra mundial

Editado: 01.06.2020

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