Voces en el cielo

34

Escuché el fascinante cantar se las aves, antes de abrir los ojos me gustaba examinar lo que yacía a mi alrededor, siempre lo había hecho y esa vez no fue la excepción.

El hermoso aleteo de las mariposas me llenó de placer, me sentía como nunca antes, parecía un sueño.

Las aves seguían entonando su dulce melodía y sentí un delicioso olor a zarzamoras, tal vez eran fresas. Me puse a examinar la superficie dónde me hallaba y cuando la desnuda piel de mis manos tocó el césped di un respingo, luego sonreí de la sorpresa; había un pequeño sapo verde inflando su garganta una y otra vez.

Escuché el rugir de una criatura poderosa, tal vez era un puma, o algún otro felino.

<< ¡Un felino! >> Pensé, y abrí los ojos de golpe, dejando que la luz solar penetrara en mis pupilas. Se encontraba despejado el bello cielo azul, sin una sola nube.

Me incorporé sobre el amplio terreno que tenía bajo mis pies y pude ver la belleza de un paisaje espectacular. Hermosos pastos cubriendo miles de kilómetros, bañados de lagos por doquier y niños corriendo sin parar de aquí para allá.

Di el primer paso y observé a mi derecha un hermoso árbol de manzanas rojas, a mi izquierda las fresas que tanto se me antojaban y atrás unos ricos plátanos en una canasta.

— Ya era hora de que despertaras, dormilón — me susurró una dulce voz tan reconocida por mis tímpanos.

— ¡Flor! — grité sorprendido — ¿do...dónde estamos?

— No lo sé Mat, yo también desperté hace una hora, sin saber qué estaba pasando — dijo confundida. — Pero no te preocupes, ¡vamos!, toma una manzana y siéntate aquí conmigo.

Algo estaba raro, porque el tono de voz de la Flor que conocía era distinto, menos alegre de lo que era ahora.

Me sentía más ligero, con más energía. La cicatriz que tenía en el abdomen se había ido, y pude sentirme vivo de nuevo.

— ¡QUERIDOS MÍOS! — dijo una delicada voz en el cielo — ESTA ES SU RECOMPENSA POR EL SUFRIMIENTO QUE PASARON. TODOS USTEDES SON DIGNOS DE ESTAR AQUÍ, EN ESTE NUEVO DISEÑO QUE LES HE AGUARDADO. DISFRUTEN SU RECOMPENSA Y POR FAVOR NO EXTRAÑEN A SUS SERES QUERIDOS, QUE SI TAMBIÉN FUERON DIGNOS, LOS ENCONTRARAN.

Me quedé mirando al inmenso cielo tratando de buscar el origen de aquella voz, esa misma que un tiempo atrás nos advertía que todo pronto acabaría, la misma que nos dejaba sin esperanzas.

Me recorrió una extraña sensación en las mejillas y el pecho. Los nervios hacían que me retorciera levemente.

— Fueron ellos — nos dijo una voz que solía extrañar mucho, esa que era la única que deseaba oír. — Los ángeles guardaron este espacio del planeta para nosotros.

Me volteé y la vi, ahí parada con su canasto lleno de fresas, con un hermoso vestido negro y un sombrero de día de campo.

— ¡Mamá! — le grité, mientras me levantaba y me lanzaba a sus brazos. — Madre, te extrañé tanto.

Ella sonreía mientras me sujetaba con fuerza, y yo no podía parar de llorar por haberla encontrado al fin.

— Madre lo siento tanto — dije entre llantos — no hice lo correcto y lo lamento.

Me puso un dedo en los labios y con el pulgar retiró las lágrimas de mis mejillas.

— Shhhhh — susurró — lo que sea que pasó fue por algo, tal vez una lección de vida o, puede que un error del destino. Pero eso hijo mío, te sirvió, y mucho.

Me abrazó más fuerte que antes y después me dijo: — estoy muy orgullosa de ti.

Me besó en la frente, y sentí una vibra mala, un mal presentimiento. Algo estaba raro.

Vi que del interior de la maleza salía un niño saltando mientras perseguía una liebre, y lo reconocí al instante. Venía con un hombre, ese hombre que me educó toda la vida, y con ellos mi mejor amigo después de Edson: Duque.

— ¡Alex! — le grité mientras corría hacia él — hermano pensé que te había perdido. Lo abracé hasta casi hacerlo explotar.

— Yo también pensé eso — me susurró con voz cortada — lamento haberte hecho la vida tan difícil.

— Ya no importa lo que está en el pasado, Alex.

Giré la cabeza hacia mi madre, quien asintió y me sonrió. — Lo peor ya pasó.

Duque se resbaló de sus manos y empezó a correr como loco hacia el hermoso lago cristalino que había a un kilómetro adelante.

— ¡Espera! — le gritó mi hermano que iba corriendo tras él — vuelve aquí, perro malcriado.

Después de todo lo malo que habíamos pasado ahora teníamos la recompensa.

Mi madre me contó que en cuanto inició la guerra por el agua, llegó un hombre extraño a casa e intentó convencerlos de viajar con él, lejos del país donde les aguardaba un refugio mundial.

Mi familia accedió después de que ese hombre les hablara con mentiras, diciendo que yo ya estaba a salvo allá, y partieron el día en que Inglaterra comenzó a invadir nuestro país.

Cuando llegaron aquí, aquel extraño hombre desapareció sin dejar pistas, y mis padres aseguraron que jamás lo habían vuelto a ver.



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En el texto hay: romance, aventura, tercera guerra mundial

Editado: 01.06.2020

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