Voces en mi Cabeza

Capítulo Nueve: La Única Salida

Estoy en el suelo junto a mi cama temblando completamente, mis manos sudan de manera exagerada, siento escalofríos repentinos y ganas de vomitar.

El vídeo ha terminado, y la pantalla de mi computadora sigue en negro, no me atrevo a acercarme, siento que, si lo hago, algo saldrá por ella y me atrapará.

Mi respiración es rápida, estoy agitado y parece que mi corazón saldrá disparado por mi pecho en cualquier momento.

No paro de ver formas a mi alrededor; sombras negras similares a garras moverse en la habitación, son cada vez más constantes y nítidas, como si con cada hora que pasa, se volvieran más fuertes.

Mi cuerpo hormiguea por completo al mismo tiempo que alguien toca mi puerta, es entonces que obtengo el valor para ponerme de pie. Corro hacia la tabla de madera y giro el picaporte, Spencer está aquí.

Pronuncia un “hola”, pero no dice nada más, pues nota el estado en el que estoy y la sonrisa que tenía en su rostro desaparece al instante.

—¿Qué te sucede? —Pregunta con cierto tono de preocupación.

Termino por abrir la puerta y extiendo mi mano para que entre a la habitación, ella lo hace y posteriormente se sienta en mi cama.

—¿Cómo entraste? —Respondo con otra interrogación la par que me siento junto a ella.

—Nadie abrió la puerta —Se encoje de hombros. Mierda, había olvidado que mamá y papá se fueron al cumpleaños de Cowhell, el jefe de la empresa donde mi progenitor trabaja.

Supongo que no están tan preocupados si salen de fiesta.

—¿Ahora me dirás lo que te sucede?

Bajo la cabeza, mirando mis manos que no paran de temblar, ella posa las suyas sobre las mías y logra calmarme.

—Es ese cuaderno —Musito en un tono demasiado bajo.  

—Lucas…

—Hablo enserio… —Me pongo de pie. —Sé que no me crees, sé que crees que soy un demente aún cuando te mostré esa maldita fotografía de Justin pero… Tienes que confiar en mí cuando te digo que algo malo está sucediendo.

Spence respira profundo, cerrando sus ojos por unos segundos y después suelta el aire, suspirando con cansancio.

—Está bien… Dime lo que sucede.

Dos horas, han pasado literalmente dos horas; el sol ha desaparecido a través del horizonte, y la noche acaba de apoderarse de todo el barrio, está oscuro, pero los pequeños focos me permiten ver las calles de un vecindario demasiado desolado.

Spencer tuvo la consideración de escuchar toda la historia con los nuevos descubrimientos que obtuve, me veía con una expresión de incredibilidad, pero luego le mostré el vídeo, y como era de esperarse: Quedó aterrada.  

Lo bueno es que ahora me cree, y juntos estamos examinando las distintas páginas del cuaderno, necesitamos averiguar si hay alguna conexión entre las víctimas, o al menos, entre el tiempo en que cada una sucedió.

Está siendo todo demasiado inútil, lo único que conseguimos es confirmar algo que ya sabíamos: Todo sucedió en esta casa.

No sabemos por qué, o si hay algo en el terreno que pueda ser el causante de que lo que sea esa cosa ataque a los residentes de la propiedad, pero de algo estamos seguros; si no encontramos una solución, yo seré el próximo.

—Mierda —Escucho pronunciar a mi amiga. —Cintia en verdad la estaba pasando mal.

Frunzo el ceño, ¿Cintia?

MIERDA.

Las palabras de Justin se reproducen en mi cabeza. Cintia es la que comenzó con todo esto, según él, es la responsable de lo que sucede.

Lanzo las hojas que estaba revisando hacía un lado de la habitación y gateo con rapidez hacia Spencer, le quito las hojas con brusquedad, encontrándome con un papel lleno de polvo, de color marrón por los años y a punto de romperse en dos.

Ella golpea mi brazo con fuerza, la ignoro y leo el título:

“La única salida”

Mi vida parecía perfecta, si le preguntabas a alguno de mis vecinos, o a mis amigos, incluso a los profesores del instituto, todos estarían de acuerdo en que mi vida era perfecta: Buenas calificaciones, dinero de sobra para viajar a cualquier parte del mundo y para comprar lo que quisiera, un padre pastor de la iglesia local con una mujer que lo amaba y, por lo tanto, me amaban a mí, era la típica adolescente de película con la vida solucionada.

El problema es que, como dije al principio, mi vida “parecía perfecta”.

No puedo decir con exactitud qué vez era, porque sus golpes a veces eran tan bestiales que terminaba inconsciente en un rincón de mi cuarto.

Tampoco puedo recordar cuándo comenzó a suceder, pero lo que sí puedo recordar es que papá no podía permitir que saliera con esa falda a la fiesta de cumpleaños de Jas, “es muy provocadora”, dijo entre risas.




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