Voces en mi Cabeza

Capítulo Doce: Extraños en la Tormenta

Spencer se aferra a mi brazo con todas sus fuerzas. Ambos estamos estáticos mirando la puerta que hace unos segundos fue tocada.

Siento la respiración de mi amiga en mi oído derecho, es cálida, pero aún así me ocasiona un escalofrío.

Escucho que dice algo, pero es callada al instante por otros tres golpes. Miro a mi amiga a los ojos y trago saliva. Me pongo de pie al siguiente segundo, sintiendo sus uñas clavándose con fuerza sobre mi piel.

—¿Qué diablos haces? —Pregunta exaltada sin dejar de presionar mi brazo.

—Abriré la puerta.

—¿Estás demente? —Se pone de pie y me empuja desde el pecho, haciendo que caiga sobre el sillón. —¿Y si es esa cosa?

—¿Y si no…? —Vuelvo a pararme y la tomo por los hombros. —Prometo que si es algo sospechoso le cerraré la puerta en la cara y saldremos corriendo de aquí.

Spencer se queda en silencio unos minutos, me observa completamente seria, y por un momento creo que me abofeteará, pero eso no sucede, solo se limita a asentir.

Respiro profundo y troto hasta la cocina, de donde retiro uno de los grandes cuchillos de Chef profesional de mi padre, luego, vuelvo por el mismo camino y doy unos cuantos pasos hacia la entrada. Ahora estoy frente a la puerta, sintiendo la lluvia de una tormenta que al parecer no había notado chocar contra el duro concreto.

Un cosquilleo recorre mi mano al tomar el picaporte, tiemblo un milisegundo, sintiendo el cuchillo temblar en mi mano libre, finalmente, suelto el aire en mis pulmones y giro la muñeca. La puerta chilla como nunca antes, y cuando esta termina de abrirse, la veo, es la misma chica de la fiesta.

—¡Mierda! —Sale de mi boca sin siquiera pensarlo.

Cierro la puerta en su cara. Esta tiembla al chocar contra el umbral y yo me alejo rápidamente, cayendo de espalda hacia los escalones, el cuchillo en mi mano se resbala como si tuviera mantequilla e impacta contra el suelo, produciendo un ruido que provoca puntadas en mis oídos.

—¡¿Qué diablos Lucas?! —Exclama Spencer.

—Tenemos que salir de aquí —Pronuncio a la par que la puerta es tocada.

—Vine a ayudarte —Escucho del otro lado. —Si no puede llevarte a ti, se llevará a cualquier que esté en la casa —Añade, me reincorporo, tomo el cuchillo y apoyo mis manos en la puerta.

—¿Disculpa?

—No hay tiempo de explicaciones, ¡Solo abre la maldita puerta! —Spencer y yo nos damos la vuelta, alguien acaba de gritar detrás nuestro, cierro los ojos con fuerza y al abrirlos la veo: Es una chica morena, de ojos marrones y cabello oscuro. Ella me sonríe de forma extraña y acomoda la tira de la mochila negra colgada en su hombro derecho.

—¿Qué carajos? —Musito con los ojos completamente abiertos.

—Crystal, el niñito dejó la puerta abierta, solo entra —Escupe con cierto desgano, rodando los ojos y mirando a Spencer de forma extraña.

La puerta detrás de mí vuelve a chillar, y para cuando reacciono, la otra chica ya está adentro.

Esperen… ¿Acaso la llamó Crystal?

—Te dije que solo debíamos entrar por la puerta de la cocina —Reprocha la morena.

—Quise ser cortés, ¿Okey?

—Si claro —Vuelve a rodar los ojos. —Déjales la cortesía a ellos para cuando salvemos sus traseros.

—Un momento —Me pongo entre medio de ambas, señalándolas a cada una con una mano. —¿Crystal? —Frunzo el ceño a la par que asiente. —¿Y tú eres…?

—Victoria —Termina mi frase.

—No puede ser —Musito.

—Espera… ¿Ellas son?

—Las de las historias —Le explico a Spencer. —Están vivas.

—Sí, y no lo estaremos si seguimos perdiendo el tiempo.

—¿Ya te dije que lo que más me gusta de ti es tu simpatía? —Dice Crystal con sarcasmo.

—No, pero es bueno saber que te gusta una de mis tantas cualidades —Responde ella guiñando su ojo izquierdo.

—¿Pue-pueden explicarnos qué hacen aquí? —Cuestiona Spencer.

—Pensé que era algo obvio pulgarcita —Rueda los ojos .

—Lo que Victoria quiere expresar es que… Venimos a salvarlos. —Un suspiro aliviado sale de mi boca.

—Por Dios, gracias al cielo —Pronuncia Spencer.

Ella se acerca a ambas y les toma la mano, saludándolas de forma amigable y soltando una pequeña risa nerviosa. Mi ceño se frunce, hoy es la noche, hoy sucederá. Y si…

—Spence, aléjate —Estiro mi brazo y agarro su muñeca, haciendo que retroceda.

—¿Qué sucede? —Su expresión es confusa, pero yo la pongo detrás de mí.

—¿Cómo sabemos que dicen la verdad? —Cuestiono moviendo mis ojos de un lado a otro para verlas.

—Lucas.

—¿Cómo sabemos que no son “esa cosa”? —Continúo dando un paso hacia atrás.

—Niño, déjate de estupideces, ¿Sí? No hay tiempo para esto —Ella intenta acercarse, pero yo dirijo el cuchillo a su pecho.

—¡Muy bien! —Crystal repite nerviosa la acción que hice con Spencer, llevando a su compañera hacia atrás. —Mantengamos la calma.

—Nada de eso, ¡Respondan! —Exclamo.

—Crystal, yo no vine aquí a que un mocoso como él me apunte con un cuchillo y me llame “cosa”, si no quiere nuestra ayuda, que se las arregle solo —Dice Victoria furiosa, la morena camina hacia la puerta, y toma el picaporte.

—Solo, espera un minuto, ¿Si? —Suplica y después dirige su mirada hacia mí. —Lucas… No estamos aquí para lastimarlos, venimos a ayudarlos —Da un paso al frente. —Sé que es difícil confiar en desconocidos, y más después de leer lo que le sucedió a todos los de las historias, pero tienes que creerme cuando te digo que no somos esa cosa —Su voz denota sinceridad, sus ojos brillan por un instante, y se siente genuino, real.

Trago saliva.

—Eso es exactamente lo que diría esa cosa —Musito entre dientes, tensando mi mandíbula hasta que esta chilla. —Ahora, si no quieres terminar con este cuchillo en tu estómago, te sugiero que… —No logro terminar la frase, pues el timbre de la casa suena dos veces:

Ring, Ring.

Spencer hace contacto visual conmigo, yo no dejo de sostener el cuchillo frente a Crystal, pero asiento para que mi amiga revise la puerta.




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