Voces Interiores

Capítulo 6: La Novela Invisible

Narrado por Alma Medina

La biblioteca pública olía a papel viejo… y a esperanza.
Me senté frente a una computadora lenta, pero fiel, como una amiga cansada que aún intenta ayudarte. Llevaba más de una hora ahí. Había escrito tres párrafos. Borrado dos y medio. Mis dedos temblaban. No de miedo, sino de algo más profundo: emoción contenida.

—¿Qué estás escribiendo? —me preguntó don Felipe, el bibliotecario. Un hombre mayor, con mirada cálida y voz de café con leche.

—Una historia... —respondí bajito—. Sobre una chica que quiere ser escritora, pero todo parece ir en su contra.

Él sonrió con esa ternura que solo tienen los que aman los libros.

—Entonces no olvides ponerle una pizca de realidad. Las mejores historias nacen de ahí.

---

Esa noche, en el cuartito que comparto con mis hermanitos, me acurruqué al lado de la ventana con el celular prestado que me dio mi prima. No tenía muchos datos, pero los usé para revisar el foro gratuito de escritura que me recomendó don Felipe.

Fue ahí donde leí la publicación de alguien llamada Sofía:

> “¿Alguna vez sentiste que las palabras viven en tu corazón, pero te cuesta ponerlas en orden? Yo sí. Uso IA para ayudarlas a encontrar el camino. Si querés compartir tus escritos, estoy armando un grupo.”

IA.
Siempre me sonó a ciencia ficción. Algo lejano. Pero si eso ayudaba a escribir mejor… ¿por qué no?
Respiré hondo. Y escribí.

> “Hola, me llamo Alma. No tengo dislexia, ni autismo, ni TDA, pero tampoco tengo cómo estudiar. ¿Puedo unirme igual? Mi obstáculo es más… del mundo real.”

No esperaba respuesta.
Pero llegó en menos de una hora. No solo de Sofía, sino también de Lucía, Maya, Elías y Tomás.

> Sofía: “¡Claro que sí! Acá no se trata de quién tiene qué, sino de acompañarnos. Bienvenida, Alma.”

> Lucía: “Tu historia ya me inspira. ¿Tenés algo escrito? ¡Quiero leerlo!”

> Maya: (mandó un gif de bienvenida con dibujitos hechos por ella y un emoji de estrella)

> Elías: “Algunos obstáculos no se ven con IA ni con bastón blanco. Contanos tu historia.”

> Tomás: “Las palabras invisibles también tienen valor. Leéme algo tuyo, si querés.”

Y yo, por primera vez en mucho tiempo, no me sentí avergonzada por no tener.
Me sentí agradecida por poder compartir.

---

Una semana después, estábamos en videollamada. Mi corazón latía como si fuera a recitar frente a una multitud. Pero ellos me hicieron sentir en casa.

Maya me mostró sus bocetos.
Elías me ayudó a mejorar los diálogos.
Lucía me explicó cómo organizar mi tiempo para escribir aunque trabajara.
Sofía me enseñó a usar una IA que corregía ortografía y estilo.
Y Tomás… Tomás me escribió un poema.

—Tu voz es tinta sin tinta, sin libros, sin aulas… pero aún así escribe el alma de todos los que escuchan —me dijo, con los ojos brillando a través de la pantalla.

Lloré.
No de tristeza. De alivio.

—Nunca pensé que tendría amigos que me entendieran… sin juzgarme por no poder pagar una carrera.

—Y nosotros nunca pensamos que conoceríamos a alguien que escribiera con tanta verdad —respondió Sofía.

---

Esa noche escribí un nuevo capítulo.
No de mi novela.
De mi vida.

En la última línea, puse:

> “No hace falta tener todo para escribir algo hermoso. A veces, solo hace falta que alguien escuche.”

Y esta vez…
supe que no estaba sola.



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En el texto hay: conexion, aceptacion, autenticidad

Editado: 20.05.2025

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