Desde que la caja apareció sobre su escritorio, Ezra no había vuelto a mirar la pastelería… o eso fingía.
El pastel seguía intacto. Guardado bajo llave. Como un secreto que no quería admitir.
—¿Aún no lo probaste, jefe? —preguntó el joven Torres con media sonrisa—. Ella dejó otra caja hoy. Esta vez tiene galletas de mantequilla con ralladura de limón y lavanda. Las trajo en una canastita… como de cuento.
Ezra gruñó, alzando los ojos.
—¿Acaso estamos en un maldito jardín de hadas?
—Más bien en una historia de amor, si me preguntas.
La mirada que le lanzó bastó para que el muchacho huyera. Pero la frase quedó ahí, dando vueltas.
Historia de amor. Él no estaba para cuentos.
Esa semana, Alina dejó tres cajas más. Nunca con nombre. Nunca con palabras de más. Sólo breves notas que decían:
“Hoy pensé en algo que no fuera amargo.”
“A veces lo simple es lo más difícil de hacer.”
“El silencio también dice cosas.”
Ella nunca miraba directamente a la ventana. Pero sabía que él estaba allí.
Ezra, por su parte, odiaba sentirse observado. Pero con ella era distinto. No era juicio, ni pena. Era… presencia.
Y eso le descolocaba más que cualquier grito.
Un martes por la tarde, cruzaron caminos por primera vez.
Él salía de la comisaría, sin uniforme, sin intención de acercarse. Ella estaba cerrando el local, con el cabello recogido y harina en el cuello. Bajó el letrero de “Abierto” y justo en ese momento… lo vio.
Ezra bajó la cabeza. Fingió mirar el suelo. Pero no pudo evitar levantar los ojos cuando ella caminó lentamente hacia el árbol del frente, con una bolsa de papel en la mano.
La dejó colgada de una de las ramas, como si supiera que alguien pasaría por ahí.
Cuando se giró para volver, los ojos se cruzaron.
Un segundo.
Dos.
Ella no sonrió.
Él no desvió la mirada esta vez.
Y en ese cruce sin palabras, hubo una promesa que ninguno entendió del todo… pero sintieron.
Minutos después, cuando el viento movía las hojas, Ezra caminó hasta el árbol.
Dentro de la bolsa, una pequeña caja.
Y dentro de la caja, sólo una galleta.
Con forma de luna.
Sin nota. Sin nombre.
Sólo azúcar. Y algo más.