voces que no se oyen

Capítulo 32: El Precio del Sacrificio

El caos se desató con la rapidez de un rayo. Marco, quien había quedado inmovilizado por uno de los oficiales de la comisaría, logró liberarse de su agarre con un movimiento inesperado. En un parpadeo, tenía una pistola en la mano, y sin pensarlo, apuntó hacia Ezra, que estaba de pie, aun intentando comprender lo que sucedía.

El sonido del disparo reverberó en el aire, agudo y mortal, como si todo el universo se hubiera detenido para presenciar el momento. La bala, rápida y precisa, se dirigió directamente hacia Ezra. La sorpresa lo dejó paralizado, sin tiempo para reaccionar. Pero en un parpadeo, algo cambió. Alina, con una rapidez que ni él podría haber anticipado, saltó hacia él, interponiéndose entre él y la muerte.

El impacto de la bala fue devastador. La escuchó entrar en la carne de Alina con un estruendo sordo, y un espeso silencio llenó la habitación por un segundo que pareció eterno. El tiempo se detuvo. Ezra sintió como si su corazón se hubiera detenido junto con el disparo.

"¡Alina!" gritó, desesperado. El nombre de ella salió de sus labios con una angustia incontrolable, como si su voz fuera a romperse en pedazos. La vio caer, su cuerpo desplomándose hacia adelante, pero antes de que pudiera siquiera pensar en actuar, la atrapó en sus brazos. El peso de su cuerpo era liviano, pero la angustia que sentía lo aplastaba como una montaña.

El dolor no era solo físico. Ezra podía sentir cómo su alma se rasgaba al ver su cuerpo herido, la sangre comenzando a manchar la tela de su ropa, empapando todo. "No..." murmuró, con los ojos bien abiertos, en shock, incapaz de comprender lo que acababa de suceder.

"Alina... no..." repitió, como si el repetir su nombre pudiera hacer que todo volviera a la normalidad. Pero sabía, en lo más profundo de su ser, que nada volvería a ser normal. "No... no después de todo lo que... no después de lo que me has hecho sentir."

Alina estaba tan pálida, su respiración tan débil, que cada vez que inhalaba parecía ser un esfuerzo titánico. Sus ojos, esos ojos que siempre lo desarmaban, ahora se cerraban lentamente. "Alina, no... no puedes... no... por favor... no te vayas..."

Era un caos de emociones. Ezra no sabía qué hacer. Todo lo que podía hacer era sostenerla. Su mano temblorosa tocó su rostro, sus labios se movían sin poder articular palabras. ¿Cómo podía explicar lo que sentía? ¿Cómo podía explicar que, sin entenderlo del todo, lo que le pasaba era una sensación extraña pero poderosa, como si su corazón se hubiera aferrado a ella sin permiso?

"Yo..." Ezra tragó saliva, las palabras se atoraban en su garganta. "Yo no sé qué me haces, Alina. No sé qué... cómo... cómo puedes hacer que todo se vuelva tan... complicado."

El sonido de su respiración agitada llenaba el espacio, y él apenas podía mantener su calma. Sus ojos se mantenían fijos en ella, tratando de no dejarla ir. "No sé qué significa esto que siento... No sé cómo... pero cada vez que te veo, siento que todo en mi vida pierde sentido. Como si... como si el mundo fuera solo tú, y todo lo demás desapareciera. No... no entiendo por qué te importas tanto, ni por qué me duele tanto verte así, pero lo hace."

Ezra no estaba en control. Estaba perdido, y lo sabía. Su confusión era palpable. No tenía las palabras adecuadas para explicar lo que sentía. "Te odio... te odio por hacerme sentir así. Por hacer que... que todo lo que antes me parecía tan claro se vuelva tan... oscuro."

La desesperación era una sombra que lo arrastraba con fuerza. "Maldita sea..." murmuró, su voz quebrada por las lágrimas que no quería derramar. "No puedo perderte, Alina. No ahora. No después de... de todo lo que... me has hecho sentir."

Con sus manos temblorosas, intentó detener el sangrado, pero cada intento era inútil. Alina apenas podía mantener los ojos abiertos, su respiración se estaba volviendo cada vez más pesada. "No... Alina, por favor, no..."

Sus palabras eran un torbellino de frustración y angustia. "No puedo... no puedo hacer esto. No puedo... no ahora. No después de todo lo que... No puedo perderte. No, no... no después de..." las palabras se desvanecían en su garganta, como si el dolor lo ahogara.

Y entonces, por primera vez, sus sentimientos fueron más claros que nunca, pero también más dolorosos. "No puedo perderte porque... porque, maldición, Alina, creo que te... te necesito." La palabra "necesitar" le sabía rara, como una confesión que no quería hacer, pero que había estado guardando en lo más profundo de su ser.

Sus lágrimas finalmente comenzaron a caer, como un torrente que no podía detener. Ezra nunca había permitido que alguien tuviera tanto poder sobre él. Y, sin embargo, aquí estaba, dispuesto a arriesgar todo por ella, sin entender por completo lo que esto significaba.

"No te vayas... no después de todo lo que... no..." sus palabras se ahogaban en sollozos. "Te quiero... te quiero, Alina... y no lo sé... no sé cómo pasó, pero aquí estamos, y... y... por favor... no te vayas."

Alina, en su última lucha por mantenerse consciente, le dio una mirada profunda, como si quisiera decirle algo, pero sus ojos comenzaron a cerrarse, como si su cuerpo estuviera finalmente aceptando el dolor y la oscuridad.

"No..." susurró Ezra, mientras sus manos temblaban aún más al sostenerla. "No... no después de todo lo que siento. No... no te mueras, Alina. Por favor... no me dejes."

Y aunque ella ya estaba al borde de la oscuridad, él no podía dejar de aferrarse a ella, esperando, rogando que ella pudiera escuchar lo que había estado guardando dentro de él todo este tiempo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.