Ezra no podía pensar con claridad, sus manos temblaban, y la angustia lo consumía mientras corría por las calles con Alina en sus brazos. El hospital parecía estar a horas de distancia, aunque en su mente el tiempo pasaba con agonizante lentitud. Cada segundo que pasaba, cada respiración entrecortada de Alina, lo hacía perderse más en el caos de sus propios pensamientos. ¿Qué iba a hacer si llegaban demasiado tarde?
"¡Alina, por favor, quédate conmigo!" gritó, mirando hacia abajo, aunque sabía que no podría escucharle, no de esa manera. Las palabras salían de su garganta en un susurro desesperado, como si pudiera hacer que el tiempo se detuviera. "No te voy a perder... no ahora."
El hospital estaba a la vista y una sensación de pavor invadió todo su ser. La puerta de emergencias estaba cerca, y él estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario. Las luces brillaban como un faro, pero la sombra de la incertidumbre sobre lo que podría encontrar al llegar le pesaba más que nunca. ¿La salvarían? ¿Sería suficiente?
Cuando llegó a la entrada, las puertas automáticas se abrieron de par en par. Los médicos y enfermeras parecían estar en movimiento, pero Ezra, sin pensarlo, irrumpió en la recepción con una furia que solo un hombre desesperado podría sentir. "¡NECESITO UN DOCTOR AHORA!" su voz resonó con una intensidad que hizo que todos se detuvieran en seco.
Las enfermeras comenzaron a moverse rápidamente, pero el pánico y la angustia de Ezra se reflejaban en sus ojos. "¡No tenemos tiempo para esperar!" les dijo, su tono bajo, pero firme. "¡Si no la atienden ahora, les prometo que les haré la vida imposible! ¡Yo soy Ezra Ruiz! ¡Y no quiero ver ni un minuto más de demora!"
La presión que sentía era insoportable, pero la determinación de no perderla le dio fuerzas. Su actitud era feroz, imponente, y nadie iba a interponerse entre él y la vida de Alina. Mientras la llevaban rápidamente a la sala de emergencias, Ezra no podía dejar de mirar su rostro pálido, de ver cómo su cuerpo se desvanecía ante sus ojos. "Alina, no puedes irte," susurró nuevamente, casi como un mantra. "Te necesito. No te vayas. No ahora."
Un médico llegó rápidamente, con una expresión seria. Ezra no podía esperar a que le dieran detalles; solo le importaba una cosa.
"¡Haz lo que sea necesario! ¡No me importa cuánto cueste! ¡Lo que sea!" exclamó, su voz temblando de la rabia y el miedo. No entendía cómo podía estar en este estado, cómo su vida había dado un giro tan brutal, pero estaba dispuesto a todo. "¡NO quiero escuchar excusas! ¡Ya basta de tonterías! ¡Ella tiene que vivir!"
El médico no dijo nada, solo asintió y comenzó a trabajar rápidamente. Ezra observaba, los ojos fijos en Alina, como si su vida dependiera de cada movimiento que hacían. La angustia no lo dejaba. Cada segundo que pasaba, sentía que el peso de sus emociones lo hundía más. "No sé qué está pasando, pero... Alina, no me dejes."
Los segundos se convirtieron en minutos, y la sensación de desesperación comenzaba a devorarlo. "¿Por qué me haces esto?" murmuró, como si las palabras fueran suficientes para cambiar algo. "¿Por qué no puedo entender lo que siento? ¿Por qué tú?"
Un enfermero se acercó rápidamente con una jeringa, y Ezra lo miró con dureza. "No me hagas esperar, haz lo que sea necesario." La ansiedad lo estaba consumiendo, y aunque su voz se mantenía firme, sus manos seguían temblando.
El médico, al ver la actitud de Ezra, se acercó con seriedad. "Estamos haciendo todo lo posible, pero la herida es grave. Necesitamos que esté consciente para intervenirla adecuadamente. Necesito que te calmes para que podamos trabajar."
"¡NO ME PIDAS QUE ME CALME!" explotó Ezra, su mirada oscura y decidida. "¡Es mi culpa! Yo... yo la dejé entrar en esto... y ahora..." Su voz se quebró, pero no podía dejar de hablar. "¡No me digas que me calme cuando ella está a punto de morir! ¡No voy a dejar que eso pase! No... no la voy a perder."
La enfermera lo miró con compasión, pero también con firmeza. "Estamos haciendo todo lo que podemos, solo... por favor, necesitamos tu ayuda. Mantente tranquilo para que podamos hacer nuestro trabajo."
Ezra, sintiendo un torrente de emociones abrumadoras, solo asintió con rabia. Miró a Alina y sus palabras continuaron saliendo de su boca, como si estuviera buscando algo que le diera sentido, aunque en el fondo sabía que ya no quedaba mucho tiempo.
"Alina, no... no voy a dejar que te vayas. No ahora... no después de todo lo que me has mostrado. No me hagas esto."