La puerta de la sala de operaciones se abrió, y el sonido de los pasos apresurados de los médicos se detuvo en seco cuando un doctor salió del interior, cubierto con su bata y con una expresión grave. Ezra se levantó al instante, su cuerpo tenso, los puños apretados, como si pudiera absorber la tensión del aire a su alrededor.
El doctor no dijo nada de inmediato, solo lo observó. Los segundos parecían alargarse, el tiempo parecía dilatarse en cada respiración de Ezra. Finalmente, el doctor suspiró, haciendo una pausa antes de hablar.
"Ezra..." Su voz sonó baja, pero clara, con una seriedad que hizo que el pecho de Ezra se apretara más. "Alina está estable por ahora, pero ha sufrido complicaciones graves durante la operación."
El corazón de Ezra dio un vuelco. "¿Complicaciones? ¿Qué significa eso?" La pregunta salió de su boca como un susurro, pero en su interior sentía que las palabras de su mente estaban gritando. "¡Dígame que está bien!"
El doctor hizo un gesto para calmarlo. "Ella está viva, eso es lo más importante, pero..." Su voz se cortó por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para dar la peor de las noticias. "La bala perforó su espina dorsal. La lesión es severa, y ha causado daños importantes. No podemos garantizar que vuelva a caminar. No sabemos aún hasta qué grado de movilidad recuperará. Hay muchos factores a considerar."
Ezra se quedó en silencio, mirando al doctor como si las palabras no tuvieran sentido. "No..." Murmuró, más para sí mismo que para el médico. "No... no puede ser."
El doctor suspiró, poniéndose las manos sobre las caderas. "La bala también afectó algunas de sus fibras nerviosas, lo que complicó aún más la situación. No es solo la lesión física, sino la cantidad de daño que ha sufrido su cuerpo. En este momento, necesitamos esperar a ver cómo responde, pero es crucial que comprenda que su recuperación será larga y difícil."
Ezra retrocedió un paso, como si el aire le faltara. Sus ojos se nublaron, y por un momento, no pudo encontrar palabras. "Entonces..." Su voz tembló, se sintió débil, como si el suelo estuviera desmoronándose bajo sus pies. "Entonces, ella... nunca volverá a caminar."
El doctor no pudo decirle que eso no era cierto, no pudo mentirle. "Eso depende de muchos factores. No quiero que pierda la esperanza, pero... es importante que se prepare para lo peor. Si la recuperación es posible, será un proceso muy largo."
La cabeza de Ezra giraba. "No..." Las palabras apenas salían de su boca. "No... no quiero creerlo. Ella... no puede estar así. No ella."
El doctor no respondió de inmediato. La mirada en su rostro era seria, pero también tenía una empatía que parecía comprender el dolor que Ezra estaba atravesando. "Sé que esto es difícil, pero ella tiene que tener el apoyo de todos los que la rodean, especialmente de ti. Eso es lo que más va a ayudarla."
Ezra asintió con la cabeza, aunque no entendía completamente lo que el doctor estaba diciendo. "¿Y qué pasa si..." La duda se filtró en su voz. "¿Y si no se recupera? ¿Si... si ella... no vuelve a caminar?"
El doctor lo miró con pesar. "Si no se recupera, si la parálisis es irreversible, su vida cambiará, pero eso no significa que sea el fin. La vida continúa, aunque será diferente."
Ezra no podía procesar eso. "No puedo... no puedo aceptarlo," dijo con voz rota, su mente luchando por asimilar lo que acababa de escuchar. "Ella... tiene que ser fuerte. Ella... nunca ha sido débil."
El doctor lo miró con comprensión, como si esas palabras fueran las que Ezra necesitaba oír. "Alina es fuerte. Pero necesitará tiempo, paciencia y, sobre todo, apoyo. No la dejes sola, Ezra. Eso es lo que más importa."
Ezra se quedó ahí, observando al doctor por un momento, antes de dar un paso hacia él, una determinación empezando a formarse en su pecho. "No voy a dejarla sola. No importa lo que pase, no voy a dejarla sola."
El doctor lo observó en silencio, reconociendo la intensidad de las palabras de Ezra, sabiendo que, a pesar de todo, lo que más necesitaba ahora era estar a su lado. "Entonces, quédate con ella. La recuperación comienza aquí."
Ezra asintió, sin apartar los ojos de la puerta cerrada. En su mente, el único pensamiento que rondaba era que no podía perderla, no después de todo lo que había pasado, no después de todo lo que había comenzado a sentir.
"No la voy a perder," susurró para sí mismo, más firme que nunca, con una determinación que se estaba formando en su corazón.