voces que no se oyen

Capítulo 47: El peso de la gratitud

Alina despertó lentamente, como si el mundo a su alrededor aún estuviera suspendido en una especie de niebla. El leve pitido de las máquinas, la suavidad del colchón, la luz tenue que entraba por la ventana… todo parecía ajeno. El dolor aún se mantenía latente, como una sombra que nunca se aleja, pero no era lo que más dominaba su mente.

Lo primero que sintió fue una sensación de vacío. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba sola. Sin embargo, el eco de las conversaciones lejanas llegó a sus oídos. La mayoría eran susurros, pero uno sobresalió entre todos.

La enfermera, al ver que Alina comenzaba a moverse, se acercó rápidamente con una sonrisa cálida, aunque sus ojos mostraban algo más.

—¿Cómo te sientes? —preguntó, y no pudo evitar darle una mirada cargada de comprensión.

Alina frunció el ceño, un leve movimiento, y rápidamente agarró el cuaderno y el bolígrafo que tenía cerca. "¿Qué ha pasado?" escribió en letras grandes.

La enfermera se sentó junto a ella, mirando hacia la puerta como si fuera a asegurarse de que nadie las interrumpiera. Luego, con voz baja, comenzó a hablar.

—¿Sabes? El oficial Ríos ha estado aquí todos los días. No ha ido a su casa ni una sola vez. Ha estado buscando, investigando clínicas en todo el mundo para ver si hay alguna esperanza… He oído que está dispuesto a hacer cualquier cosa para que te recuperes. Está bastante obsesionado con ti… en el buen sentido, claro.

Alina miró a la enfermera con los ojos entrecerrados, confundida. Tomó el cuaderno y escribió "¿Qué?" con letras aún más grandes. No entendía, no podía creer lo que le decía.

La enfermera, viendo la confusión en su rostro, explicó rápidamente.

—Sí, aunque no lo creas, se ha estado moviendo para conseguirte una opción, algo que ayude. Ha estado buscando todo lo posible, y cuando no ha encontrado lo que necesita, ha seguido buscando más. No le importa lo que cueste. Ha llamado a varias clínicas en el extranjero, ha enviado todos los informes, ha estado presionando para conseguir más opciones… Todos lo estamos viendo, pero él no va a parar hasta que no lo intente todo.

Alina se quedó en silencio. Esa información la golpeó como una ola. El pensamiento de que Ezra estuviera haciendo todo eso por ella… por ella, una simple pastelería al frente de su comisaría. No podía procesarlo, no entendía cómo alguien que parecía tan frío, tan distante, podía estar dispuesto a luchar de esa manera por su vida.

Se sintió abrumada, un nudo en el pecho que la hizo querer llorar, pero se contuvo. ¿Cómo podía él estar haciendo todo eso cuando ella misma nunca había creído que merecía algo tan grande? ¿Por qué él? ¿Por qué ella?

—Te veo confundida. Es raro, ¿verdad? —dijo la enfermera, con una sonrisa triste—. Pero algo he notado en todo este tiempo. No sé qué tipo de relación tienen, pero se ve que él no sabe cómo manejar lo que siente por ti. A veces se ve tan frustrado, como si quisiera hacer algo más, decirte algo… pero no puede. No sabe cómo. Es como si estuviera atrapado.

Alina dejó que las palabras de la enfermera se asentaran dentro de ella. Nunca había creído en los cuentos de hadas, nunca pensó que un hombre como Ezra pudiera sentir algo tan profundo, tan humano. Él había sido su protector, su constante presencia desde aquel primer momento en que se conocieron. Pero no había entendido hasta ahora que todo lo que él había hecho… había sido por ella. De alguna forma, sin que ella lo supiera, él se había entregado sin pedir nada a cambio.

Levantó la vista, buscando el rostro de la enfermera. Escribió con torpeza en su cuaderno: "¿Qué hago?"

La enfermera la miró con comprensión, sin juicio, simplemente reconociendo la batalla interna que estaba librando.

—Lo único que puedes hacer, Alina, es seguir adelante. Él está aquí porque le importas. No lo olvides. Si algún día decides enfrentarlo, no lo dudes. Pero no te presiones, no te apresures. A veces las personas necesitan tiempo para entender lo que sienten.

Alina sintió un peso en el pecho, más pesado que cualquier herida física. Aunque sus palabras eran tranquilizadoras, sabía que nada iba a ser fácil. Sus ojos se clavaron en el cuaderno, pero no escribió nada más. Cerró los ojos por un momento, dejando que la mente procesara lo que acababa de aprender.

El sonido de unos pasos al final del pasillo la hizo abrir los ojos rápidamente. La enfermera se levantó, dándole un último vistazo antes de irse.

—Piensa en ello, Alina. Tienes tiempo. Yo te dejaré descansar un poco.

Alina se quedó sola en la habitación, pero esta vez no se sintió tan vacía. Había algo dentro de ella, algo que antes no había estado ahí. Algo que comenzó a calentar su corazón. Y sin que pudiera evitarlo, pensó en él. En Ezra. Y por primera vez, sintió que quizás todo lo que él hacía… era más que solo una obligación.




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