Alina se quedó en silencio, el cuaderno reposando sobre sus piernas, y sus ojos fijos en el rostro de Ezra, que ahora parecía más vulnerable que nunca. Había algo en su expresión que la hacía dudar, algo que le decía que las palabras que acababa de escribir no eran tan definitivas como pensaba. Sin embargo, el peso de su decisión seguía siendo enorme. No quería ser una carga, no quería arrastrar a Ezra a un futuro que ella misma no entendía.
Pero, ¿qué estaba sucediendo dentro de ella? En ese mismo instante, Alina sintió que las barreras que había levantado a su alrededor, por pura protección, comenzaban a desmoronarse poco a poco. Ezra había dicho algo que la había sacudido de su letargo emocional: "¿Y si lo que yo quiero... es estar contigo?" Algo en esa frase la había tocado más de lo que estaba dispuesta a admitir.
Ella no había tenido muchas experiencias de cariño o amor en su vida. Su mundo siempre había sido pequeño, limitado por las barreras de su condición y el dolor que a menudo venía con ello. Había aprendido a vivir en la soledad, a mantener su distancia de los demás. Pero Ezra… él había sido diferente. Desde el primer momento en que se cruzaron, algo había cambiado en ella. Sus gestos, su preocupación, sus sacrificios, todo lo que él había hecho por ella, se había filtrado en su corazón sin que ella siquiera se diera cuenta.
Alina respiró profundamente, mirando a Ezra a los ojos. Él seguía allí, en pie, su rostro tenso, esperando una respuesta, una reacción. Ella sabía que él estaba esperando que ella hablara, pero las palabras se le atascaban en la garganta.
¿Cómo explicarle que su presencia había comenzado a significar algo más?
Tomó el cuaderno con mano temblorosa, sus dedos acariciando la superficie en busca de las palabras correctas. Respiró profundamente antes de comenzar a escribir.
"Yo..." comenzó, pero su mente se detuvo por un momento, atrapada en la confusión de lo que sentía. Sabía que no podía seguir huyendo de lo que estaba pasando dentro de ella. "No quiero que creas que no me importa lo que haces por mí. Y no quiero que pienses que no aprecio todo lo que has hecho."
Escribió lentamente, como si cada palabra fuera un paso que la acercaba más a una realidad que aún no estaba lista para aceptar.
"Pero tengo miedo, Ezra. Miedo de lo que me espera. Miedo de no ser suficiente para ti, de no poder hacerte feliz. No quiero que mi vida sea un peso para ti."
Sus manos se apretaron alrededor del bolígrafo, pero no dejó de escribir. Sabía que debía ser honesta, aunque el dolor que sentía en su pecho fuera casi insoportable.
"Lo que me pasa cuando estás cerca... lo que siento cuando me miras... es algo que nunca he experimentado antes. No sé cómo lidiar con ello. Pero lo que sí sé es que, aunque tengo miedo, no quiero perderlo. No quiero perder lo que me haces sentir."
Alina detuvo su mano por un momento, observando las palabras en el cuaderno. La verdad estaba ahí, frente a ella, y aunque no estaba lista para admitirlo por completo, algo en su interior se encendió, como si todo hubiera cobrado sentido de repente.
Se volvió hacia Ezra, que no había dicho nada, pero sus ojos brillaban con una mezcla de esperanza y ansiedad. Él había estado esperando todo este tiempo para escuchar algo, algo que le dijera que su sacrificio, sus preocupaciones, su amor, no habían sido en vano.
Finalmente, Alina levantó la mirada hacia él, el cuaderno todavía en sus manos. Sus ojos brillaban con una vulnerabilidad que nunca había mostrado antes.
"Ezra, tal vez... tal vez no sé lo que estoy haciendo, ni cómo lo haré... pero quiero intentarlo. Quiero intentarlo contigo."
Las palabras fluyeron de sus labios como un susurro, pero eran lo suficientemente claras como para que él las entendiera. Había tomado una decisión, aunque aún no sabía cómo se vería el futuro. Lo que sí sabía es que, por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesta a abrir su corazón, a no cerrar las puertas de lo que podría ser algo más.
Ezra no dijo nada al principio. Se quedó quieto, observándola, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Luego, lentamente, dio un paso hacia ella. La distancia que había existido entre ellos comenzó a desaparecer, y por fin, se acercó lo suficiente como para que sus miradas se fundieran en una.
Sin decir una palabra más, Ezra se agachó a su lado y tomó su mano con suavidad. No necesitaba decir nada, porque las palabras ya estaban en el aire, flotando entre ellos, más claras que nunca.
Alina, a pesar del miedo que aún la invadía, sintió que algo dentro de ella comenzaba a liberarse. No sabía lo que el futuro les deparaba, pero por primera vez, estaba dispuesta a enfrentar lo que viniera. No estaba sola, y quizás, eso era lo más importante de todo.