voces que no se oyen

Capítulo 52: Un nuevo hogar

La mañana era cálida y tranquila, un respiro después de tantas semanas de angustia. Ezra empujaba la silla de ruedas de Alina por la acera, su rostro imperturbable, pero con una leve tensión en sus hombros que delataba lo que realmente sentía por dentro. Cada vez que sus ojos se encontraban con los de ella, él notaba cómo la realidad se asentaba más y más en su corazón.

Alina observaba a su alrededor, aún un poco desconcertada por todo lo que había estado sucediendo. Después de tantos días en el hospital, el regreso a la normalidad le parecía ajeno. Pero Ezra, como siempre, tenía un plan, y aunque no sabía exactamente a dónde la llevaba, confiaba en él.

"¿Ezra, qué estamos haciendo aquí?" preguntó Alina, mirando al frente mientras la silla de ruedas avanzaba. Había algo en el aire que le decía que esto no era simplemente un paseo.

Ezra sonrió de manera casi nerviosa, sin mirarla directamente. "Solo espera un momento," murmuró, con la voz un tanto quebrada. "Te va a gustar."

Ella lo miró en silencio mientras él la guiaba hasta la entrada de la pastelería. El aroma de los dulces recién horneados inundó el aire, y Alina sintió una mezcla de nostalgia y calma al ver el lugar familiar. Pero lo que más le llamó la atención fue la diferencia en el ambiente: algo parecía diferente.

Cuando llegaron a la entrada, Ezra no la llevó al mostrador como acostumbraba, sino que la condujo hacia un pequeño pasillo al lado de la tienda. "¿Dónde vamos?" preguntó Alina, curiosa.

Sin responder, Ezra la levantó con cuidado de la silla, la sostuvo con fuerza y la cargó en sus brazos. Alina, sorprendida por su acción, se agarró a él con suavidad, sin comprender por completo la razón detrás de su gesto. Cuando él la sostuvo firmemente, ella no protestó, confiando en él como siempre.

Poco a poco, Ezra la llevó por el pasillo hacia un pequeño anexo que estaba justo al lado de la pastelería. Cuando abrió la puerta, el espacio que se desplegó ante ellos la dejó sin palabras. Alina observó en silencio mientras sus ojos recorrían el lugar.

El anexo era acogedor y parecía más una casa que un simple anexo a la tienda. Había una sala con un sofá de aspecto cómodo, una mesa de café, y varias habitaciones que parecían recién acondicionadas. A lo lejos, pudo ver una cocina bien equipada, con utensilios y espacio suficiente para moverse.

Ezra la miró, con una leve sonrisa en el rostro, aunque sus ojos mostraban una vulnerabilidad que no había mostrado antes. "Este es el lugar donde vivirás ahora, Alina," dijo, su voz suave pero llena de determinación. "Lo acondicioné todo pensando en ti, para que puedas estar cómoda, sin que tengas que preocuparte por nada."

Alina lo miró con sorpresa, sin entender del todo lo que le estaba diciendo. Ezra dejó que sus palabras calaran hondo, y sin decir más, la llevó hacia una de las habitaciones.

"Todo está ajustado para ti," explicó mientras la ayudaba a acomodarse en una silla cerca de una ventana. "Bajé el nivel del mostrador en la pastelería, así podrás estar más cerca de los clientes, de las repisas, y también preparé el horno para que puedas usarlo sin dificultades. He hecho todo esto porque... porque sé que no puedes hacer lo mismo de antes, pero quiero que puedas estar aquí, contigo misma, y no sentir que algo te impide hacer lo que te gusta."

Alina sintió cómo su corazón se aceleraba al escuchar sus palabras. Sabía que había hecho un sacrificio, pero nunca imaginó que él, Ezra, haría algo tan grande por ella, de manera tan silenciosa. Había remodelado todo para ella. Había creado un espacio solo para que pudiera sentirse libre.

"Es perfecto, Ezra," Alina escribió en su cuaderno, su mano temblando ligeramente. "No sé qué decir... todo esto es tan nuevo para mí."

Ezra se acercó lentamente, mirándola con una intensidad que ella nunca había visto antes. "No tienes que decir nada, Alina," respondió, con una voz grave, cargada de emociones. "Solo quiero que estés bien. Quiero que puedas seguir adelante, y si esto es lo que necesitas para sentirte libre, entonces haré todo lo que sea necesario."

Ella lo miró, sin palabras, pero sus ojos hablaban por sí mismos. Cada uno de los pequeños detalles de este lugar, de cada cambio que él había hecho, le hablaba de su dedicación, de cómo había hecho todo esto solo para ella. Todo en su vida estaba cambiando, pero saber que Ezra la había apoyado de esa manera la hacía sentir que, tal vez, aún podía encontrar una manera de seguir adelante.

Con una leve sonrisa, ella levantó la mano y le tocó el brazo, como un gesto silencioso de agradecimiento.

Ezra, al ver la sonrisa tímida de Alina, sintió una mezcla de alivio y dolor. Sabía que esto no solucionaría todo, que la vida de ambos aún tendría dificultades por delante, pero al menos ahora, al menos en este momento, sentía que tal vez, solo tal vez, podrían superar todo lo que les deparara el futuro.

"Vamos a hacer que esto funcione, Alina," dijo finalmente, con un tono más suave. "Y yo estaré aquí, a tu lado, en cada paso."

Y con esas palabras, Alina sintió algo que no había sentido en mucho tiempo: esperanza. Una pequeña chispa, pero una chispa de luz en medio de la oscuridad. Algo que le daba fuerzas para seguir adelante, por más incierto que fuera el camino.




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