╰────────────────➤[Una pequeña conversación]
-Sí -prosiguió el Conde Olaf con seguridad en su palabra-, es ciertamente extraño que un niño se pierda. Y un niño tan pequeño e indefenso.
-¿Dónde está Sunny? -gritó Violet dejando de lado la paz que suele tener en sus adentros cuando todo da un giro inesperado-. ¿Qué ha hecho con ella?
El Conde Olaf siguió hablando como si no hubiese oído a Violet, en realidad, ni le importaba lo que aquella niña podría decirle.
-Bueno, todos vemos cosas extrañas cada día. De hecho, si los tres huérfanos me siguen hasta el patio trasero, creo que todos veremos algo bastante inusual.
Los niños no pronunciaron palabra, pero siguieron al Conde Olaf por la casa hasta la puerta trasera. Violet miró el patio pequeño y descuidado, donde no había estado desde que ella, Klaus y Elena tuvieron que cortar leña. La pila de troncos que habían hecho seguía en el mismo sitio, intacta, como si el Conde Olaf les hubiera obligado a cortar troncos por pura diversión, y no para un propósito concreto. Violet, todavía en camisón, temblaba, pero miró aquí y allá y no vio nada inusual.
Elena solo estaba ahí parada intentando decir palabra, pero nada se le ocurría. Estaba lista para ver y ser parte de un nuevo evento desafortunado. Se acercó a sus amigos, su mirada fue de Violet a Klaus, el cual le dedicó una sonrisa ladina. Ella se sorprendió, puesto que ese no era un momento adecuado para sonreír, se preguntó la razón por la que él le había sonreído, pero no se le ocurrió nada. Klaus seguía ahí, mirándola fijamente, como si estuviera observando la mejor obra de arte del mundo entero; sin embargo, toda esa secuencia terminó cuando la voz del Conde Olaf se volvió a escuchar y fue ahí cuando Klaus dejó de ver a Elena y se concentró en su pequeña hermana.
-No están mirando en el sitio indicado -dijo el Conde Olaf-. Para niños que leen tanto, son sorprendentemente poco inteligentes.
Violet miró hacia donde estaba el Conde Olaf, pero no pudo mirarle a los ojos. A los ojos de su cara, claro. Le estaba mirando los pies, y podía ver el ojo tatuado que había estado observando a los huérfanos desde el día en que empezaron los problemas. Entonces los ojos de Violet viajaron por el cuerpo delgado y pobremente vestido del Conde Olaf y vio que este señalaba algo con su escuálida mano. Ella siguió la mano y se encontró mirando la torre prohibida. Estaba hecha de piedra sucia, con una única ventana, y allí, en aquella ventana, se podía ver con mucha dificultad lo que parecía una jaula de pájaro.
-Oh, no -dijo Klaus, en voz baja y asustado.
-¿Por qué? Sunny es solo una bebé -comentó Elena.
Y Violet volvió a mirar. Era una jaula de pájaro, que se bamboleaba como una bandera en la ventana de la torre, pero en el interior de la jaula distinguió a una pequeña y asustada Sunny. Cuando Violet miró con atención, pudo ver que un trozo de cinta adhesiva cubría la boca de su hermana, y que había unas cuerdas alrededor de su cuerpo. Estaba completamente atrapada.
-¡Suéltela! -le dijo Violet al Conde Olaf-. ¡Ella no ha hecho nada! ¡Es una criatura!
-Mira -dijo el Conde Olaf, sentándose en un tronco-. Si de verdad quieres que la suelte, lo haré. Pero incluso una mocosa estúpida como tú puede darse cuenta de que si la suelto, o, más exactamente, si le digo a mi compañero que la suelte, la pobre pequeña Sunny quizá no sobreviva a la caída. Es una torre de nueve metros, una altura muy grande para que una personita sobreviva, incluso metida en una jaula. Pero, si insistes...
-¡No! -gritó Klaus-. ¡No lo haga!
-¡Por favor, no! -chilló Elena.
Violet miró al Conde Olaf a los ojos, y luego la pequeña figura de su hermana, colgando de lo alto de la torre y moviéndose ligeramente con la brisa. Se imaginó a Sunny cayendo desde la torre al suelo, y que lo último que sentiría su hermana sería un terror absoluto.
-Por favor -le dijo a Olaf, con lágrimas en los ojos-. No es más que un bebé. Haremos lo que sea, lo que sea. Pero no le haga daño.
-No le haga más daño, por favor... -dijo Elena acercándose a Olaf, pero Klaus la detuvo rápidamente.
-Lena, no.
-¿Lo que sea? -preguntó el Conde Olaf, y levantó su ceja. Se acercó a Violet y la miró fijamente a los ojos-. ¿Lo que sea? Por ejemplo, ¿aceptarías casarte conmigo durante la representación de mañana por la noche?
Violet se lo quedó mirando. Tenía una extraña sensación en el estómago, como si fuese a ella a quien estuviesen lanzando desde gran altura. Lo que realmente asustaba del Conde Olaf, comprendió, es que fuera muy listo. No era simplemente un borracho indeseable y bruto, sino un borracho listo, indeseable y bruto.
-Mientras tú estabas ocupado leyendo libros y formulando acusaciones -dijo el Conde Olaf-, yo hice que uno de mis ayudantes más silenciosos y astutos entrase a escondidas en su dormitorio y se llevase a la pequeña Sunny. Ella está a salvo, por ahora. Pero la considero un palo adecuado para una mula tozuda. Además, con la noticia que le di a tu Lena querida, creo que esta es la mejor opción.
-Nuestra hermana no es un palo -dijo Klaus-. Elena... -Miró a su amiga-. ¿Todo está bien?
Elena negó con lágrimas que caían de sus ojos.
-Mi padre está vivo...
-Una mula tozuda -explicó el Conde Olaf- no se mueve en la dirección que su propietario desea. En ese sentido es como ustedes, niños, que se empeñan en hacer fracasar mis planes. Cualquier propietario del animal les diría que una mula tozuda se moverá en la dirección deseada si tiene una zanahoria delante y un palo detrás. La mula se moverá hacia la zanahoria porque quiere la recompensa de la comida, y se alejará del palo porque no quiere el castigo del dolor. Asimismo, ustedes harán lo que yo diga, para evitar el castigo de la pérdida de vuestra hermana y porque quieren la recompensa de sobrevivir a esta experiencia. Ahora, Violet, deja que te lo pregunte otra vez: ¿te casarás conmigo?