Volando al Viento [ Genshin Impact ]

Capítulo 03. El deber de una Kamisato

Capítulo 03.
El deber de una Kamisato

—No sabía que eras tan amigo de la Srta. Naganohara —murmuró Ayaka despacio, volteando a ver a su acompañante de reojo una vez que estuvieron lo suficientemente alejados de la tienda de pirotecnia.

El repentino comentario ciertamente tomó desprevenido a Thoma

—¿Ah?, ¿qué le hace decir eso, señorita? —respondió con un tono que resultaba un poco irónico.

—No lo sé… Fue sólo mi impresión —respondió Ayaka escuetamente, virándose de nuevo al frente—. No tendría nada de malo, en realidad. Después de todo, su familia y ella siempre han sido muy atentos y amables con nosotros. Y… no la conozco mucho en el terreno personal, pero parece una buena chica.

—Supongo que sí —respondió Thoma vagamente—. Aunque, si me permite hablar con un poco de libertad, presiento que intenta insinuar otra cosa con sus palabras, señorita.

—¿Eh? —exclamó Ayaka, alarmada—. No, no… claro que no… Lo siento, discúlpame si acaso fui demasiado entrometida…

La joven Kamisato agachó su rostro ruborizado en ese momento, apenada por quizás haber cruzado una línea que no debía. A pesar de que siempre había visto a Thoma como un verdadero amigo, o incluso como su segundo hermano, le costaba a veces un poco discernir cuál era el comportamiento adecuado que debía tener con él. ¿En qué punto se marcaba la línea del amigo y del sirviente?

Como fuera, si su preocupación era haberlo hecho enojar, esto se disipó un poco cuando lo escuchó reír con bastante despreocupación.

—No tiene que disculparse, Srta. Ayaka —aclaró el chico rubio una vez que acalló su risa—. Yoimiya es en efecto una persona muy agradable y dulce. Pero la naturaleza exacta de nuestra amistad es… —hizo una pequeña pausa mientras miraba atento al frente, con una media sonrisa en los labios—. Es complicada…

—¿Complicada? —murmuró Ayaka, mirando a su acompañante un tanto perpleja. ¿Qué significa tener una amistad “complicada” con alguien? Tenía curiosidad de preguntarle más detalles al respecto, pero de nuevo no quiso ser demasiado entrometida.

Igual aunque hubiera querido preguntar algo más, la oportunidad pasó rápido pues casi de inmediato algo más capturó la atención de ambos.

Justo a la salida de la ciudad, se toparon de pronto con un tumulto de gente, reunido en torno a un punto en el camino. Todos parecían estar contemplando algo, y murmuraban en silencio entre ellos. El ambiente, además, se percibía pesado.

—¿Qué estará pasando ahí? —murmuró Ayaka con curiosidad. Y antes de que Thoma pudiera decirle algo, comenzó a avanzar con rapidez hacia la gente—. ¡Quizás alguien ocupa ayuda!

Su aseveración resultó cierta, en parte. Al aproximarse a la multitud, ambos notaron lo que tanto captaba la atención de la gente. Había tres soldados de la Comisión Tenryou, con sus distintivas armaduras moradas, rodeando a una cuarta persona. Era un hombre alto y fornido, de barba oscura con cabello rapado, vistiendo un kimono verdoso algo desgastado. Lo más resaltante en su apariencia, sin embargo, era la visión Pyro que colgaba de su cinturón…

Aquel hombre se veía realmente alterado y nervioso, mirando consecutivamente a los tres guardias que lo rodeaban, mientras tenía su mano aferrada firmemente al mango de la espada que portaba sujeta a su cintura, listo para desenvainar al primer paso en falso.

Ayaka enmudeció al ver toda aquella escena. No necesitó mucha más información para comprender lo que ocurría…

—No seas tonto, no te resistas —le dijo con voz grave uno de los soldados Tenryou, sujetando su espada de forma defensiva delante de él. Los otros dos empuñaban sus lanzas con sus puntas señalando hacia la espalda del individuo de barba—. Esto no tiene por qué ponerse peor de lo que ya es. Sólo entrega tu visión por las buenas, y puede seguir tu camino.

—¿Tomar mi visión? ¡Por supuesto que no! —exclamó el espadachín con furia—. Si la quieren, ¡tendrán que matarme primero!

—No digas tonterías —exclamó con firmeza uno de los soldados a sus espaldas—. ¡Aprecia más tu vida! No hay honor en sacrificarte por un mero capricho…

—¡Esto no es un capricho!

Los soldados mantenían su distancia, pero aun así la firmeza con la que sujetaban sus armas y plantaban sus pies en tierra no le dejaban ninguna ruta de escape posible. Además, dejaban claro que no tenían pensado retroceder, sin importar que él tuviera una visión y ellos no. Así de fuerte era su convicción para cumplir su deber.

Ayaka observaba todo aquello con profunda preocupación. Eso era el Decreto de Captura de Visiones ejerciéndose con mano dura a la vista de todos. Un triste y desalentador espectáculo de personas de una misma nación peleando entre sí como enemigos. Gente común temerosa y asustada, teniendo que enfrentarse a soldados que sólo hacían lo que su lealtad les exigía. Y, ¿todo para qué? ¿Por “paz y prosperidad eternas”? ¿Valía esa promesa realmente el precio…?

—Ese pobre hombre… está desesperado y asustado —susurró Ayaka despacio, únicamente para los oídos de Thoma, que se había parado a su lado entre la multitud—. ¿Deberíamos…?

—No puede intervenir, señorita; usted lo sabe —le advirtió Thoma, sonando casi como un regaño sin que se lo propusiera conscientemente.




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