Volando al Viento [ Genshin Impact ]

Capítulo 17. Situación Irregular

Capítulo 17.
Situación Irregular

Esa misma tarde, mientras Ayaka y Thoma preguntaban en las calles de Inazuma por información sobre Katsumoto, en los cuarteles de la Comisión Tenryou se estuvieron suscitando algunas reuniones importantes. La primera de ellas fue entre el Comisionado Tenryou, Kujou Takayuki, y sus tres hijos, cabecillas del ejército del Shogun y de su red de investigación criminal, además de principales consejeros. El asunto que los había reunido era respecto a las crecientes revueltas suscitándose en Watatsumi y Yashiori, siendo la más reciente un paro de pescadores en ésta última.

Los cuatro miembros del Clan Kujou se encontraban sólo ellos en un cuarto de los cuarteles. Takayuki estaba sentado firme y estoico de un lado, y sus tres hijos, Masahito, Kamaji y Sara, se encontraban frente a él, uno a lado del otro. Masahito, general del ejército y el mayor de los tres hermanos, había desplegado en el suelo un amplio mapa de la Isla de Yashiori, que tenía marcado con cruces rojas los puntos en los que se estaba suscitando el paro. Saltaba a la vista los principales puntos de partida para los barcos pesqueros, o de movimiento de mercancía entre las otras islas. En esencia, habían casi inmovilizado Yashiori por completo en sólo unos días.

—Los pescadores se han rehusado a salir al mar desde hace ya tres días —informaba Masahito con seriedad mientras recorría su dedo por el mapa—, y han tomado todas las rutas comerciales terrestres y marítimas del este de la isla. Hasta ahora no ha habido enfrentamientos físicos, sólo algunos verbales. La guardia local mantiene su posición vigilante, aguardando de momento por más instrucciones.

Takayuki dejó escapar un marcado quejido de molestia, mientras contemplaba en silencio el mapa. Aunque el Comisionado Tenryou era conocido por siempre mantener bien guardados sin verdaderos sentimientos, para sus tres hijos era evidente que estaba bastante enojado, sino es que lo correcto sería decir “furioso”. Cada una de esas pequeñas cruces rojas, tan insignificantes como se veían sobre ese mapa, representaba un verdadero problema; económico y de seguridad.

—¿Y cuáles son sus demandas? —cuestionó Takayuki con brusquedad, cruzándose de brazos.

—Las mismas de siempre —respondió Masahito—. Que se retire el Decreto de Cierre de Fronteras y se les permita el comercio libre con Liyue desde los puertos locales, y no sólo desde Ritou y toda la burocracia y trámites que eso implica.

—¿Y? —masculló Takayuki, impaciente—. ¿Qué más?

El general Tenryou agachó un poco la mirada, pero con la mayor firmeza posible respondió:

—También piden la abolición del Decreto de Captura de Visiones…

—Por supuesto —soltó el comisionado, acompañado de una risa satírica.

—Son sólo un grupo más de trabajadores y comerciantes descontentos con las nuevas medidas —intervino en ese momento Kamaji, el segundo hijo y jefe actual de la oficina de investigación criminal—. Deberíamos considerar pedirle su apoyo a la Comisión Yashiro para que interceda, y así poder escuchar lo que tengan que decir.

—¿Qué tendrían que decir? —espetó Takayuki, con un tono que resultaba casi agresivo—. Lo han dejado muy claro: se rehúsan a aceptar los decretos establecidos por la Todopoderosa Shogun, ocultando su deslealtad en la forma de estos… descontentos.

—Es un poco precipitado llamarlos desleales sólo por expresar su inconformidad, padre…

—No seas ingenuo, Kamaji. Todos aquí sabemos que detrás de estos incidentes se encuentran escondidos los alborotadores de Sangonomiya.

—No tenemos pruebas de que los hombres de Sangonomiya estén involucrados… —intentó explicar Masahito, pero su padre se puso en ese momento rápidamente de pie, imponiendo notoriamente su presencia por encima de sus tres hijos y haciéndolos callar.

—¡Yo no necesito más pruebas de las que ya tengo! —exclamó el comisionado, alzando notoriamente la voz—. Los reportes sobre los movimientos de los seguidores de Sangonomiya concuerdan enteramente con esto. Si entramos a su juego de mandar mediadores e intentar negociar, haremos justo lo que ellos quieren: perder más tiempo, distraernos, y que las repercusiones comerciales sean cada vez mayores.

Takayuki hizo una pequeña pausa, respiró lentamente por su nariz, y con voz ligeramente más templada añadió:

—Todos saben lo que tenemos que hacer: mandar tropas a que desplieguen a estos insurrectos, y demostrarle a los rebeldes de Sangonomiya que no estamos jugando y no cederemos a sus trucos.

Aquella severa declaración, pronunciada sin embargo tan a la ligera, había alarmado visiblemente tanto a Masahito como a Kamaji; en especial a este último.

—Pero, padre… Hacer eso sería… bastante drástico, y podría incluso empeorar las cosas.

Kamaji se giró en ese momento a su diestra, hacia el tercero de los hermanos Kujou, sentada a su lado.

—Sara, por favor, dinos tú punto de vista —murmuró con prudencia, aunque siendo incapaz de ocultar de todo su ansiedad.

La General Kujou Sara, hija adoptiva del clan Kujou y jefa de la guardia local de la Ciudad de Inazuma, había permanecido en silencio prácticamente desde que empezaron a discutir ese tema tan delicado. Sus ojos dorados y fríos habían estado puestos en el mapa en el suelo, analizándolo enteramente de punta a punta, y quizás planeando en su cabeza las múltiples rutas que ese asunto podría tomar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.