Volando al Viento [ Genshin Impact ]

Capítulo 22. Segundo Primer Beso

Capítulo 22
Segundo Primer Beso

Kazuha avanzó hacia la ventana y se sentó junto a ésta, delante de Ayaka, y colocó su espada en el suelo, cerca de él. Miró entonces pensativo hacia el exterior. La luna en efecto brillaba, aunque no estaba totalmente llena por lo que las estrellas aún se hacían notar su presencia en el firmamento. Y debajo, los árboles de cerezo del jardín trasero lucían en su esplendor bajo la luz nocturna. Sus hojas se mecían levemente con el viento, y algunos de sus pétalos surcaban el aire dando giros.

La ciudad en general se percibía silenciosa y solitaria. El único sonido notable era la sinfonía concordante de varios grillos.

Tras admirar por la ventana en silencio por varios segundos, se viró de nuevo hacia Ayaka. Ésta también miraba hacia el exterior, con una radiante sonrisa. De cerca su imagen etérea que lo había embelesado hace unos momentos se percibía más terrenal, pero no por eso menos hermosa.

—¿Tampoco puedes dormir? —le preguntó de pronto, llamando su atención.

—No —respondió la joven Kamisato sin apartar sus ojos azules del cielo—. Uno esperaría que después de todo el ajetreo de hoy estuviera exhausta, ¿cierto? Pero aunque mi cuerpo esté cansado, tal parece que mi mente aún está inquieta. Además, el cielo se ve muy hermoso esta noche, ¿no te parece?

—Sí, es muy bonito. Pero lo es aún más cuando lo contemplas desde el bosque, lejos de cualquier lámpara o luz artificial. 

—Me lo puedo imaginar.

Siguieron en ese momento unos segundos más de silencio, aunque para ninguno de los dos resultaba particularmente incómodo. De hecho, había cierto agrado en el momento. Recordaba un poco a esas ocasiones de niños, en las que mientras Ayaka estudiaba Kazuha se sentaba a su lado a leer o escribir, y ambos se hacían compañía mutua sin tener que decirse mucho.

Una ráfaga de viento ligeramente más fuerte que las anteriores sopló de golpe, arrastrando consigo algunos de los pétalos rosados de cerezo y elevándolos hacia la ventana.

—Mira —murmuró Ayaka, señalando a los pétalos que habían ingresado de esa forma repentina, flotando sobre sus cabezas y luego cayendo a su alrededor como pequeños copos.

Tanto Kazuha como Ayaka tuvieron la reacción de alargar sus manos y alcanzar uno de esos pétalos. Al hacerlo, sin embargo, sus dedos inevitablemente se encontraron, rozándose mutuamente. La reacción inmediata de ambos fue de retroceso, alejando la mano del otro. Sin embargo, Kazuha notó en ese momento la venda blanca que envolvía toda la palma y dorso izquierdos de Ayaka. Era la misma mano con la que había golpeado la espada de Ouji para romperla.

—Tu mano… —murmuró Kazuha, aproximándose un poco más hacia ella. Ayaka por mero reflejo apartó un poco su mano, ocultándola de la vista del muchacho.

—No es nada, descuida —le indicó con una media sonrisa—. Con la medicina especial estará bien para mañana.

Kazuha asintió y volvió a sentarse con cuidado en su lugar. Si ella lo decía, debía ser cierto.

Ayaka agachó su atención hacia el suelo, y tomó entre sus dedos uno de los pétalos rosados para contemplarlo de cerca. Al mirar de nuevo por la ventana, pudo sentir algo de ese viento fresco entrando por ella y tocándole el rostro.

—¿Recuerdas ese haiku que compusimos cuándo éramos niños? —preguntó de pronto al aire, tomando a Kazuha un poco desprevenido.

—¿Cuál de todos?

—Tienes razón —rio Ayaka con humor—. Fueron varios, ¿verdad? Pero me refiero al primero, en el que estabas trabajando en mi patio el día que nos conocimos. ¿Recuerdas cómo iba?

Kazuha guardó silencio unos momentos, y bajó la mirada, observando también los pétalos en el suelo. Parecía estar intentando recordar las palabras exactas, pero en realidad no era precisamente eso. Más bien le pareció algo curioso que se lo recordara justo en ese momento.

—Flor de cerezo… Llévate mi tristeza… Volando al viento… —recitó con voz calmada y fluida. 

—Ese mismo —asintió Ayaka. El que lo recordara tan bien la sorprendió un poco—. Lo recordé ayer por algún motivo, y poco después te vi. Y esta mañana alguien llegó a la Hacienda Kamisato con el cartel de “Se Busca” de Katsumoto, y por eso me decidí a buscarlo para ver si podía tener una pista de si estabas en verdad por aquí o no. ¿No es extraño? Si alguna de esas cosas no hubieran pasado, quizás no hubiéramos terminado encontrándonos esta noche. 

—Supongo que fue el destino.

—O la voluntad de los Arcontes. Eso dijo Thoma, al menos.

—De eso no estaría tan seguro —masculló Kazuha pensativo, desviando su mirada hacia la ventana de nuevo.

De nuevo el mismo silencio de antes, y quizás ambos estarían en parte conformes con quedarse de esa forma. Pero lo cierto era que ambos tenían cosas que deseaban decir, en especial Ayaka.

—Lamento mi comportamiento de hace rato —musitó con seriedad la Princesa Garza—. No estaba… pensando con claridad, y no debí portarme así contigo.

—No, yo soy quién debe disculparse —respondió Kazuha rápidamente con firmeza—. No debí rechazar tu ofrecimiento de esa forma. La verdad es que me encantaría como no tienes idea poder quedarme unos días contigo, pasar el tiempo juntos y recordar los viejos tiempos.




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