Volando al Viento [ Genshin Impact ]

Capítulo 38. Mariposas

Capítulo 38
Mariposas

Una vez que se separó de la Banda Arataki, Kazuha se dirigió sigiloso de regreso a la ciudad, y en específico a aquella calle en Hanamizaka en dónde se había encontrado con aquel vendedor ambulante. Temía que ya se hubiera ido para esos momentos, pues habían pasado algunas horas desde que lo vio, y el atardecer amenazaba con comenzar en cualquier momento. Su temor se hizo realidad al llegar justo a la parte de la calle en dónde recordaba haberlo visto, pero ya no encontró rastro alguno ni del hombre, ni de su manta, ni de sus productos. Sólo el espacio vacío frente a una pared de piedra con algunos afiches viejos pegados en ella.

Kazuha suspiró, más resignado que decepcionado en realidad. Quizás había sido bastante inocente de su parte imaginar que todo se daría de esa forma, casi como magia. Encontrarse con un accesorio que le recordara a Ayaka, y además conseguir el dinero suficiente para comprarlo. Todo como si hubiera sido el destino, o parte de alguna pequeña leyenda; el viajero que pasaba por varias travesías para obtener el regalo perfecto para su amada… aunque la batalla con un enorme y letal oni y el duelo a muerte de escaradiablos tendrían que ser un poco exagerados para darle más sazón a dicha historia.

Quizás podría componer un haiku usando esa idea como base. Pero mientras tanto, sólo quedaba retirarse y aceptar la derrota. Así que se acomodó con cuidado su bufanda, y se giró sobre sus pies para regresar por donde había venido.

Tal vez no todo estaba perdido. Con algo de suerte podría encontrarlo de nuevo al día siguiente…

—Oye, muchacho —escuchó de pronto que una voz pronunciaba con fuerza muy cerca de él.

Kazuha se detuvo al instante, y entonces se giró lentamente en su dirección. A un lado, se encontraba una carreta ambulante de ramen, detrás de cuál el cocinero preparaba los platillos, y al frente había tres bancos para los comensales, dos de ellos ocupados en esos momentos. Y justo en el banquillo del centro, reconoció la espalda ancha y el cabello gris largo de la persona sentada en él, inclinado sobre su plato mientras sorbía los fideos con un sonido casi estridente. Cargaba en su espalda una manta azul oscuro atada a su cuello, la cual evidentemente guardaba diferente artículos en ella.

Aquel hombre dejó de comer por un instante, y se giró por completo sobre el banquillo hacia Kazuha. Los pequeños ojos del anciano lo miraron a través de su barba tupida.

—Tenía el presentimiento de que volverías —señaló el anciano con voz risueña—. Pero un poco más y ya no me encontrabas.

Kazuha sonrió contento. Era el vendedor ambulante; aún no se había ido. Quizás el destino y la magia aún estaban de su lado.

—¿Conseguiste el dinero? —preguntó el anciano, un poco impaciente.

—Sí, aquí está —indicó Kazuha, aproximándosele. Tomó su pequeña bolsa de monedas, y sacó de ésta rápidamente las moras que había tomado del premio del torneo de escaradiablos—. Cinto cincuenta, ¿correcto?

—Eso dijimos —señaló el vendedor, extendiendo una mano hacia él. Kazuha colocó las monedas sobre su palma. El anciano ni siquiera se preocupó por contarlas. Sólo las guardó sin espera en un bolsillo, y del otro sacó una pequeña caja rectangular de color azul oscuro, y sin previo aviso la arrojó hacia el espadachín. Los agudos reflejos de éste, sin embargo, le permitieron atraparla en el aire sin el menor el problema—. La caja va por mi cuenta —dijo el anciano con una risilla—. Espero que sea el regalo ideal para esa persona.

Kazuha abrió con cuidado la caja, observando su contenido: el anillo y los dos broches en forma de mariposas azules. Su sonrisa se ensanchó.

—Creo que lo será —asintió Kazuha, guardándose la caja en el interior de su kimono sin espera—. Muchas gracias por esperarme —pronunció por último, inclinando su cuerpo hacia el anciano de forma respetuosa.

—Gracias a ti. Y suerte.

Kazuha comenzó a andar de nuevo, aunque ya no hacia la salida de la ciudad, sino en dirección contraria.

— — — —

Al llegar a la casa de té, Ayaka pidió a los empleados que por favor prepararan su cuarto privado para ella y sus invitadas, así como que les prepararan una taza de té a cada una, en compañía de unos bocadillos y un par de platillos más fuerte para calmar su apetito. Para felicidad de Chisato, ahora sí logró pasar más allá de la puerta que Kozue resguardaba y ver el interior del local. Aunque claro, quizás se había hecho una idea más grande debido a todo el secretismo, pues en realidad a simple vista parecía un sitio bastante… común.

Ayaka guio a Chisato y Sara hacia su habitación en el piso superior, siendo escoltadas por dos de las empleadas. Las tres se sentaron en la mesa baja del centro, y no tardaron en traerles sus tazas de té y sus panecillos. Los platillos tardarían un poco más.

—Pruébalo Sara, anda —insistió Chisato con emoción—. ¿No es el té más delicioso que has probado?

La general Kujou observó reflexiva su taza humeante por unos instantes, y dio entonces un pequeño sorbo de ésta.

—No está mal —respondió tras un rato, colocando de nuevo la taza en la mesa.

—¿No está mal? —exclamó Chisato sorprendida.

—Creo que lo prefiero un poco menos dulce —señaló Sara con su usual expresión estoica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.