Volando al Viento [ Genshin Impact ]

Capítulo 43. Una Ciudadana Preocupada

Capítulo 43
Una Ciudadana Preocupada

Sara no estaba en realidad muy segura de qué debía hacer en su noche libre. No había tomado una en mucho tiempo, y definitivamente nunca a mitad de un festival. Así que, vestida con el elegante kimono negro con estampado de rosas rojas, y ni una señal de su uniforme Tenryou o siquiera de su leal arco, decidió hacer lo que haría en una noche de guardia normal: caminar por los alrededores, y verificar que todo estuviera bien.

Mezclada entre el público, comenzó a andar con paso tranquilo, recorriendo con sus ojos dorados todo su alrededor, en busca de algún altercado, una discusión, un ebrio pasándose de listo, o incluso algún criminal intentando aprovechar el bullicio de las festividades para sacar provecho. Tras media hora de caminar entre la gente y los puestos, no se cruzó con nada ni remotamente parecido a ello. Y aunque eso debería alegrarla, en realidad (contra todos sus instintos) comenzó a desear que alguna de esas cosas ocurriera. Al menos así tendría una excusa para que su “noche libre” ya no fuera tan libre.

En verdad no era buena para ese tipo de cosas…

—Srta. Kujou, ¿es usted? —escuchó de pronto que una voz cerca pronunciaba por encima de todo el bullicio.

Sara se detuvo en ese momento, y se giró hacia un lado. Justo a su derecha, se encontraba un puesto de aperitivos, en su mayoría dulces según alcanzó a ver, atendido por una mujer mayor de ropajes verdes de apariencia fina, y otros dos chicos más jóvenes apoyándola. La mujer la miraba con una amplia sonrisa de júbilo, lo que dejaba claro que el comentario sí era para ella; no era que hubiera muchas otras Señoritas Kujou por ahí esa noche.

—Ah, hola —le saludó Sara, un tanto dubitativa. La mujer le parecía conocida, pero no identificaba de momento de dónde. Pero eso no era tan inusual; en su trabajo le tocaba cruzarse con una gran variedad de personas todos los días—. Buenas noches, señora. ¿Todo está bien?

—Bastante bien, gracias —respondió la mujer, asintiendo—. Se ve muy bonita con ese atuendo —añadió, inspeccionando de arriba abajo el kimono negro, y en especial el patrón de rosas en él.

—Se lo agradezco —murmuró Sara, acompañada de una ligera reverencia de gratitud.

—Creo que nunca me había tocado verla sin su uniforme. ¿Decidió disfrutar esta noche del festival?

—Sí, bueno… —musitó ligeramente nerviosa, teniendo problemas en un inicio para darle forma a sus pensamientos—. Pensé en dar una vuelta por aquí y ver que todo esté en orden.

—Todo está de maravilla. Pero no me diga que está trabajando incluso esta noche.

—No, no precisamente. En teoría es mi noche libre, pero igual no está de más estar atenta.

—Siempre tan responsable. Pero intente divertirse un poco, ¿sí? Tenga, pruebe uno de mis dangos tricolor —propuso de pronto, tomando uno de los dulces que tenía en exhibición: tres bolas dulces de arroz glutinoso, una rosa, otra blanca y la última verde, unidas por un palillo que la atravesaba de extremo a extremo. Extendió entonces los dangos en dirección a la tengu, ofreciéndoselos con un gesto gentil.

Sara se puso particularmente nerviosa e incómoda en ese momento, e incluso instintivamente hizo su cuerpo hacia atrás en cuanto los tres dangos se le aproximaron.

—Ah, no… —respondió Sara, vacilante, alzando ambas manos delante de ella— Se lo agradezco, pero…

—Ande, tome —insistió la mujer, tomando incluso en ese momento la libertad de tomar una de las manos de Sara y colocarle el aperitivo en ella. Sara por mero reflejo cerró sus dedos en torno al palillo para que no se cayera—. Cortesía de la casa.

—No, al menos déjeme pagarlo —exclamó Sara, al parecer algo sobresaltada.

—Nada de eso. Tómelo como un agradecimiento por todo su duro trabajo protegiendo nuestra ciudad.

Sara volvió a vacilar. Miró el dulce en su mano, luego el rostro sonriente de la mujer, y una vez más el dulce. No solía comer ese tipo de cosas, ni siquiera cuando no trabajaba, pero… Esa parte de ella que le impedía decepcionar a las personas, la empujó a simplemente aceptarlo sin más. Después de todo, era un gesto amable; ¿qué motivo podría tener para rechazarlo?

—Gracias —susurró despacio, sonriendo levemente e inclinando su cuerpo en forma de una discreta reverencia.

Tras un pequeño intercambio más de palabras, Sara siguió caminando por la calle, aunque su atención estaba más fija en el pequeño regalo que le acababan de hacer, que en la gente o en los puestos a su alrededor. No sentía un deseo particular de probar aquello, pero… tampoco lo iba a tirar luego de que se lo regalaron con tanto cariño; eso sería totalmente deshonroso.

Así que, un poco a regañadientes, aproximó el dulce a su boca, y le dio una pequeña mordidita al primero de los dangos, el de color rosa. Masticó el pedazo un rato de un lado a otro, y luego lo tragó sin más. Había sobrevivido sin mucho problema.

«Sabe bien, supongo» pensó para sus adentros, y prosiguió a dar otra mordida más, esta vez con mayor confianza. «Pero no debería comer este tipo de cosas. Me distraen con facilidad»

Ese pensamiento podría resultar extraño para muchos, pero era derivado de la forma en la que Sara había sido criada y entrenada. Para ella, comer y dormir resultaban necesidades fisiológicas para recobrar energías, pero en general gastaban tiempo que podía usarse para actividades más productivas. Así que mientras más eficiente podías ser realizando cualquiera de esas dos tareas, era mejor. Y los dulces estaban hasta abajo en esa lista de eficiencia. No sólo distraían y eran tardados de comer, sino que encima ni siquiera daban el valor nutricional requerido.




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