Capítulo 44
Divertirse en Grupo
El grupo no había avanzado demasiado, antes de que algo, o más bien alguien, captara la atención de Itto e hiciera que éste se detuviera de golpe. Sus tres acompañantes casi chocaron con su espalda, pero Sara, con sus agudos reflejos, se detuvo con bastante anticipación.
—Oigan, miren —exclamó Itto, apuntando con un dedo hacia la multitud. Sara miró en la dirección que el oni señalaba, pero no logró captar nada fuera de lo normal—. Esa máscara yo la conozco.
—Mucha gente usa máscara, es un festival —señaló Sara con seriedad—. ¿No íbamos a ir a los juegos?
—Sólo será un segundo —respondió Itto, y de inmediato comenzó a abrirse paso entre la multitud para dirigirse a lo que fuera que hubiera visto.
Sara suspiró con pesadez, y lo siguió unos pasos detrás, aunque con bastante menos ánimo que él.
Comenzó a replantearse seriamente aquella idea. Si bien le parecía importante el revisar cada puesto y asegurarse de que no hubiera algún otro que estuviera jugándole sucio a los asistentes del festival, no estaba segura que hacerlo en compañía de esos cuatro civiles fuera la mejor opción. Era poco probable que ese chico tuviera algún comentario contra la Comisión Tenryou que le resultara relevante, pero… ciertamente le había confundido mucho escuchar a alguien expresarse de esa forma de la organización que con tanto orgullo ella representaba.
Quizás había sido un poco ingenuo de su parte, pero daba por hecho que todos en la ciudad tenían en alta estima a la Comisión Tenryou, y los veían como los protectores de la Shogun, y por supuesto de la paz. El que alguien tan cerca de ella se expresara de esa forma tan contrastante con esa idea, le resultó curioso, por lo menos. ¿Era el efecto de no usar su uniforme y no ser reconocida como General?
—¡Hey! —escuchó que Itto pronunciaba con fuerza, al parecer intentando llamar la atención de alguien. Sara no ponía mucha atención, pues seguía un poco sumergida en sus propios pensamientos—. ¿Creíste que podrías esconderte de mí, amigo Kazuha? Pero yo reconozco bien ese par de máscaras.
—Itto, muchachos —le respondió poco después alguien más, una voz más tranquila y serena—. Buenas noches
—Así que supongo que ésta es la señorita para la que querías la máscara de zorro, ¿eh? —cuestionó Itto con curiosidad.
Y una segunda voz nueva se hizo presente, y casi de inmediato captó la atención de Sara.
—Buenas noches. Es un placer conocerlo. Yo soy…
La presentación quedó cortada, al tiempo que Sara volvía a la realidad y alzaba su mirada al frente. Las personas a las que Itto se había acercado eran un chico y una chica jóvenes, quizás no más de veinte años.
El chico tenía cabellos claros, un haori negro con patrones amarillos y anaranjados en los que distinguía la forma de hojas de maple, y lo más distintivo era sin duda el antifaz de mapache que dejaba poco a la vista de su rostro, pero sí podía apreciarse sus ojos rojizos y serenos.
La chica era de una estatura y complexión similar al chico, de cabello azul claro largo sujeto con una cola, y vestida con un kimono de apariencia bastante modesta color azul. Todo su rostro estaba cubierto por completo con una llamativa máscara de zorro. Era esta chica la que al parecer había dejado a medias su presentación y, aunque no podía ver su rostro con claridad, a Sara le pareció que la miraba fijamente a ella.
—¿Tú eres? —inquirió Itto curioso, luego de dejar pasar un tiempo aceptable tras el cual fue claro que no diría nada más.
La joven de cabellos azules se sobresaltó un poco al escucharlo, pero recuperó rápidamente a compostura.
—Soy… —titubeó un instante, pero luego respondió con mayor convicción—. Aya… Mucho gusto —seguido después por una profunda reverencia al frente.
—Igualmente —respondió el oni con voz animada—. Arataki Itto, para servirle, señorita —añadió, acompañado también de una pequeña reverencia—. Y estos son mis subordinados: Akira, Genta y Mamoru.
—¿Subordinados? —exclamó Akira, no muy contento por la descripción.
—Al menos no nos llamó secuaces —susurró Mamoru en voz baja.
Itto no hizo caso de las quejas de sus amigos, y se giró al instante hacia la cuarta persona que lo acompañaba esa noche.
—Y ésta es nuestra nueva amiga… —calló de golpe, mirando hacia un lado intentando hacer memoria, sin mucho éxito—. ¿Tara?
—Sara —le corrigió la tengu con voz estoica.
—Eso, Sara.
La general suspiró con pesadez. «Qué sujeto tan peculiar es este hombre» pensó para sí misma, aunque “peculiar” quizás no sería su primera elección de palabra para describirlo.
—Mucho gusto, Srta. Sara —masculló despacio la chica presentada como Aya, ofreciéndole una nueva reverencia, aunque más modesta que la anterior.
—Hola —respondió Sara, con lo mínimo indispensable de amabilidad en su tono para no ser considerada grosera.
Miró entonces de manera sutil a aquella muchacha de arriba abajo, poniendo principal atención en su complexión, su cabello y, lo que consideraba más relevante, su voz.